viernes 26 de abril de 2024

LOCALES | 9 ene 2019

SemanAgro

2018, el año de la calesita

El 2018 fue para los productores otro ciclo perdido donde se dio vuelta sobre los mismos temas sin encontrarle un norte a la producción agropecuaria, con una lechería en llamas y economías regionales quebradas. Como desde hace un tiempo a esta parte el negocio fue para la concentración de empresas que viven a expensas de los chacareros.


Por: Semanario

En enero de 2018 escribíamos acerca de la frustración que había tenido el productor durante 2017, con datos que marcaban claramente la situación.

De hecho recordábamos que “Los números presentados en nuestro medio por la Federación Agraria Argentina (FAA) filial Junín,  son por demás elocuentes respecto a la agricultura tradicional extensiva en la producción maicera.

Los comparativos de insumos para sembrar maíz, entre diciembre 2015 y el mismo mes de 2017 indican lo siguiente:

Valor del dólar en diciembre 2015: $9.62

Valor dólar de diciembre 2017: $18.75”.

Había en ese informe una gran cantidad de variables negativas.

De este modo, el incremento en dólares para dos años había sido del 100% pegando fuerte en insumos que se rigen por ese valor, tales como agroquímicos y semillas.

A fines de 2017, el gobierno en sus tres niveles, nacional, provincial y municipal, alentaban a la “gente de campo” a invertir nuevamente (no hay nada más fácil que opinar sobre el bolsillo ajeno) prometiendo mejoras sustanciales, mercados internacionales, precios por las nubes (para vender) y facilidades para todo aquel que promoviera la generación de divisas extranjeras para el país.

Dicho de ese modo, suena sarcástico si tenemos en la mano el “diario del lunes”, pero resulta indignante si evaluamos la situación con espíritu crítico y autocrítico.

Lo que se devaluó en los dos años anteriores, se devaluó ahora sólo en 2018, ya que hoy hablamos de un dólar de 40 pesos.

A ello se sumó la despiadada suba del gasoil, mientras los precios internacionales permanecieron volátiles favoreciendo a los agroexportadores, más cerca de la timba especulativa que de la producción.

Las economías regionales, inundadas de productos importados y perdiendo competitividad por los costos y la falta de políticas que les permitan ganar nuevos y viejos mercados.

Una lechería para ponerse a llorar, con funcionarios de gobierno que desde hace tres año trabajan para favorecer a la industria e ir en desmedro del tambero, quienes sufrieron el tiro de gracia por la precariedad manifestada por un gobierno que no tuvo ni tiene un proyecto de política agropecuaria y que hasta el momento se ha regido por un montón de buenas intenciones escritas en un papel, pero que no han sido trasladadas hacia una realidad que abruma.

La dirigencia agraria, manipulable y asustadiza, dejó hacer semejante desastre con un solo fin, que no vuelva el kirchnerismo al que acusan de 12 años de inoperancia, olvidando que los agricultores particularmente, se llenaron los bolsillos del 2002 hasta el 2008 momento en que una crisis mundial que afectó a nuestros principales consumidores en Asia, Europa e incluso África, aplacó las compras y con ello los precios.

Sólo quienes creen que hablar de “campo” significa el reduccionismo que supone agricultura sojera y maicera en zona núcleo, pueden negar tiempos mejores que estos para muchos subsectores agropecuarios.

Con sólo preguntarle a los avicultores o productores de cerdos cuál fue su tiempo de esplendor productivo, la crítica virará en aprobación. Del mismo modo, con los ganaderos a corral y algunos a pasto en particulares condiciones.

No todo fue tan malo y sin lugar a dudas mejor que ahora, aunque el terror infundido por la campaña del miedo les haga perder la razón a muchos.

Razón que los sigue incorporando a una agricultura totalmente insostenible, drogadependiente, gastadora de insumos, maltratadora de la aptitud productiva y si lugar a dudas atentatoria contra el ambiente el cual cada vez se ve más perjudicado y con ello a los pocos productores que quedan en la zona rural que en muchos casos terminan pegándose un “tiro en el pie”.

Sin contar con que se trata de un sistema totalmente vulnerable en cuanto a volatilidad de precios, pero también ante los malos tiempos climáticos, cada vez más frecuentes debido al cambio en la naturaleza, generado por los mismos que sufren sus efectos.

Bienvenida entonces la ganadería a la pampa húmeda, una práctica que por la sojización había sido marginada hacia arriba del mapa y que al primer atisbo de buen negocio, los negros y colorados comienzan a verse otra vez cuando se transita la ruta. Pero no se trata sólo de una elección por plata, sino también para recuperar la calidad perdida del suelo agrícola en virtud del monocultivo que todo lo daña.

UN DESTRATO LAMENTABLE

Pero a las consecutivas “piedras en el camino” interpuestas por un gobierno que lo pidió todo y no entregó nada, debe sumarse el destrato permanente hacia un sector que lo apoyó para llegar al poder y desde allí el poder lo abandonó.

Le cabe en ello gran responsabilidad a la dirigencia que aún hoy sigue entregando mansamente a sus bases hacia el quebranto. Porque en realidad no se ven más que productores endeudados hasta lo impensado o ya quebrados, en medio de una economía desbarrancada.

¿Y qué queda hacia adelante? Más penurias, que serán traducidas por nuevas promesas a cambio de mayor presión impositiva porque estamos frente a un gobierno desesperado en tapar agujeros financieros que seguirá esquilmando sin miramientos al sector. Y ya demostró que cuando hubo que imponer nuevamente retenciones poco le importó quién era el secretario de Agroindustria, quien además fue devaluado de su categoría de ministro.

Nada importó el apoyo chacarero a la avaricia gubernamental, y menos aún importará frente a un año de “sequía” en ingreso de dinero por lo que buenas o malas cosechas, el “socio” en las ganancias como lo es el Estado, se llevará su parte sustanciosa.

Quienes tampoco perderán serán las empresas multinacionales comercializadoras de insumos, tentadoras con sus nuevos y dependientes productos, ofrecidos para lograr récords de producción pero no de utilidades para el productor.

Queda todavía algo más y es la desatención hacia la infraestructura productiva, la inexistente contraprestación de tasas municipales, siguen formando parte del tejido ilegal con que se complementa el erario.

La falta de caminos, destruidos e intransitables, es sólo la parte más visible de la desidia municipal, pero a ello se suman la desatención de la salud, la precaria situación de la educación, la fumigación sin control y la inseguridad.

Una mezcla negativa que da cuenta de lo que es capaz de hacer un gobierno que llegó para favorecer a un sector particular, y que a tres años de dar vueltas sobre el mismo lugar y edulcorarles los oídos, los chacareros ya debieran darse cuenta de que no están invitados a la mesa y sólo deben ocuparse de pagar la fiesta.

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