viernes 26 de abril de 2024

CULTURA | 8 jun 2019

ALTO VUELO CREATIVO

Rodolfo Mederos, el último vanguardista del tango

Celebrado bandoneonista y renovador del dos por cuatro, volvió a su propia orquesta típica. Sostiene que ser moderno no es tocar una música incomprensible. Habla de Troilo, Pugliese y Piazzolla, despotrica contra la movida electrónica y dice que el tango ya no representa nada.


Por: Ismael A. Canaparo

A Rodolfo Mederos (nació en el barrio porteño de Constitución el 25 de marzo de 1940) se lo reconoce como uno de los más inspirados renovadores de la música ciudadana. ¿Qué es lo más asombroso de él?  Nada menos que los tangos ejecutados dentro de una órbita de gran vibración, con temas que a raíz de su elaboración y sustancia melódica, se encuentran a la altura de la mejor música clásica.  

Bandoneonista, docente, compositor, arreglador y director, Mederos es en cada rincón de sí mismo, un músico con todo el significado y la magnitud de la palabra que lo define. Reúne una personalidad avasallante, la que transmite un estilo colmado de esencia y emoción popular, al mismo tiempo que le arranca a cada sonido de sus obras un universo de raíces ondas y de destacado buen gusto.

“Desde siempre creyó que el tango no es una mera expresión local, a diferencia de otras músicas de naturaleza más folklórica. Gestado en el Río de la Plata e impregnado de los elementos musicales de la Europa central, se convierte en una expresión capaz de representar el sentimiento de los habitantes de cualquier centro urbano. En otras palabras, no es únicamente la música de la ciudad de Buenos Aires, sino música de las ciudades del mundo”, según la página “El Tango y sus invitados”.

Integró la orquesta de Osvaldo Pugliese y tocó con Astor Piazzolla. El maestro del clavel rojo impulsaba al baile y el marplatense odiaba la danza. Mederos lo explica así: “Esa actitud de rechazo respondió a una inseguridad de Astor. Mi proyecto está dirigido específicamente al bailarín de la calle. La música no es buena porque se haga en el Colón. No podemos impedir la posibilidad de que sea bailable y popular. Estoy en el bando de Aníbal Troilo y Pugliese. Ellos hicieron la mejor música, que ni Piazzolla pudo superar, y fue bailable”. Y agregó: “El tango sabe esperar. Pero no sólo hace falta tiempo, sino también sensibilidad y una historia de afectos, cultura e historia. Hay gente que no tiene historia. Para hacer rock está Inglaterra; para el jazz, Estados Unidos; y para el tango, Buenos Aires. No es un mensaje macartista, pero creo que las cosas son de donde son”.

Siempre tuvo un encontronazo con el tango electrónico, que no le gusta para nada. Y lo dice sin tapujos: “Es, sin duda, una forma de ignorancia. Me parece bien que los jóvenes busquen su camino, pero lo hacen por la ruta equivocada. El tango electrónico no es otra cosa que un mecanismo de domesticación, de unificación de culturas. ¿El tango electrónico es el tango moderno? ¿Qué es lo moderno?”.

Como quedó dicho, en 1969 se integró a la orquesta de Osvaldo Pugliese, tras la escisión de varios de sus músicos, que formaron el Sexteto Tango, compartiendo filas con jóvenes bandoneonistas que ingresaron en la misma época: Daniel Binelli y Juan José Mosalini. Con ellos dos formó en 1972 el “Quinteto Guardia Nueva” y en 1976 creó “Generación Cero”, ligado a una nueva estética, tan influida por el tango como por el jazz. También se convirtió en el primer bandoneonista en tocar en un disco de rock: participó en el tema “Laura va”, de Luis Alberto Spinetta, grabado por Almendra. En 1985 Mederos recibió su primer Premio Konex en la categoría Conjunto de Tango / Tango de Vanguardia, como uno de los mejores de la década en la Argentina.

Inició la década del 90 con una serie de discos compactos: “Tanguazo” (1993), “Carlos Gardel” (1994), “Mi Buenos Aires querido” (1995, junto al pianista Daniel Barenboim), “El tanguero” (1998) y “Eterno Buenos Aires” (1999). En 2000 editó el disco “Tango Mederos-Brizuela” y dio a conocer la música de la película “Las veredas de Saturno” (dirigida por Hugo Santiago) que había compuesto veinte años antes. En los últimos tiempos, Mederos alternó la formación de una orquesta típica con un trío, y también hizo solos de bandoneón. Grabó con estos formatos la trilogía “Comunidad - Intimidad – Soledad”. En 2005 recibió el Diploma al Mérito de los Premios Konex a la Música Popular como uno de los cinco mejores instrumentistas de tango de la década. También ha escrito música para cine, y trabajó con figuras de la talla de Mercedes Sosa y Joan Manuel Serrat. 

Con respecto al catalán, Mederos siempre estuvo con su bandoneón en gran parte de los recitales que Serrat celebró en el Gran Rex y en el interior del país. Lo más recordados fueron “Nadie es perfecto” (1994), con dos temas, y en “Cansiones” (2000), con varias intervenciones.

Pocos saben de una metodología que aplica Mederos en cada uno de sus recitales, como un sincero homenaje a todos los compositores. Y él lo cuenta de esta manera: “Durante nuestras presentaciones, hemos incorporado tangos antiguos, compuestos a principios del siglo pasado, de 1910 a 1930, aproximadamente. Esto tiene un poco la idea de agregar un repertorio extra, diríamos reivindicativo. Muchos de los títulos que tocamos han pasado al olvido, pese a que son melodías maravillosas y músicas absolutamente genuinas, fundantes de nuestro tango, tal el caso de “La biblioteca” (1922), de Augusto P. Berto. Cada vez que hacemos estas páginas, pensamos en tocarlas “a cara limpia”, sin arreglos. Ustedes saben que el arreglo es esa conducta que a veces tienen los músicos de incorporar elementos ajenos a la partitura original, otras armonías, otros ritmos, otras sustancias diferentes, que en muchos casos funcionan muy bien y en otros no tanto. Es una suerte de cosmetología con la idea de mejorar el rostro del tango, vals o milonga de que se trate. Repito: a veces el tema queda mejorado y a veces no. Interpretarlos “a cara limpia” es un homenaje a estas melodías, que no requieren de maquillaje, y tal vez como a los compositores les hubiese gustado escucharlas. Recuerdo una anécdota en el patio de mi casa. Mientras mi madre hacía la comida, lavaba ropa y otros menesteres hogareños, yo me dedicaba a practicar con el bandoneón. Tenía 15 años y estudiaba los arreglos de las orquestas del momento (Pugliese, Troilo, Gobbi, Caló). La vieja me preguntaba, “¿Qué estás tocando, hijo?”. Ponele que andaba con “La cumparsita” y ella me respondía, sorprendida: “Pero eso no es “La cumparsita”. “No, mamá, lo que pasa es que son los arreglos que uno le hace”, dije. Se quedó pensando un ratito y me largó la siguiente reflexión: “¡Cómo…! ¿Los compositores escriben los tangos desarreglados?”. Esta intervención graciosa y hasta ingenua, me hizo pensar que mi madre tenía razón. Uno debería anteponer ciertos narcisismos y tocar las músicas tal cuál son”.  

En diciembre del año pasado, la orquesta de Rodolfo Mederos se presentó en el Camping Musical Bariloche de la ciudad homónima. En diálogo con el periodista Lucas Zeni, en su programa de radio “Ideas Circulares”, el talentoso músico realizó varias reflexiones.  Aseguró que “la sociedad no está representada por el tango. Habrá mucha gente, entre las que me incluyo, que somos amantes de esa música y que será una música eterna en nuestro recuerdo. El tango como otras músicas, el jazz por ejemplo o casi todas antes de los Beatles, pasaron a ser música de culto. Hay que ir a buscarlas a algún lugar selecto, específico. Eso no debiera pasar con la cultura popular. Uno no debiera buscarla, vive dentro de ella. Pero hoy uno no vive dentro del tango. El tango es como un libro que se cerró y que contiene todas las maravillas y secretos de una sociedad que ya pasó. El tango en esta sociedad no tiene cabida. Habla de cosas que no están ocurriendo. Habría que replantearse qué tipo de sociedad y qué pueblo queremos. Pero ya es un problema más grande. No sólo tiene que ver con la Argentina o con el Río de la Plata. Este estilo de vida que tomó el ser humano de vivir y de relacionarse globalmente, donde ya no hay fronteras y donde las identidades han quedado diluidas en una conducta común, en una estética común generalmente despersonalizada y manejada por alguna industria superpoderosa. En ese ambiente las músicas quedan como una pintura regional. Como algo muy local de otra época. Ya ni siquiera el jazz existe. Hoy hay una música industrializada que no es de ningún lado". El fundador de la banda de culto “Generación Cero”, agregó: “Estoy buscando como extender los brazos hacia un futuro o hacia esta realidad actual sin quedarme pegoteado a la historia melancólica, aunque sin desconectarme de esa historia. Esta es la gran tarea que hago con los estudiantes cuando los estimulo en mis clases e incluso también hago eso cuando subo a tocar el bandoneón. Es mostrar un poco aquel aroma, esas maravillosas músicas  que se supieron componer en aquella época. No para imitarlas, sí para conocerlas, disfrutarlas y luego ver si nos carga de alguna energía para continuar. En una sociedad que no nos da muchas alternativas. Más vale que nos las quita. Una sociedad mezquina, donde el hombre no aprendió a ser feliz”.

Volver a la orquesta típica

“Me preguntaron por qué volver al formato clásico de una orquesta típica. ¿Y por qué no? Salvo que miremos al Fondo Monetario Internacional, nuestra historia es la del tango y la de la orquesta típica. Busco preservar la cultura más genuina. La orquesta será una piqueteada artística: queremos cortar la ruta de la globalización. Tocaremos mis obras y otras clásicas, como “Mi noche triste” (Pascual Contursi), “Cuando llora la milonga” (Juan de Dios Filiberto) y “Silbando” (Sebastián Piana y Cátulo Castillo/José González Castillo)”.

La orquesta está integrada por Rodolfo Mederos (bandoneón, arreglos y dirección musical); Miguel Caragliano, Fernando Taborda y Rodolfo Roballos (bandoneones); Ramiro Miranda, Luis Sava, Eleonora Votti y Nicolás Tabbush (violines); Rubén Jurado (viola); Fernando Diéguez (violonchelo); Armando De la Vega  (guitarra eléctrica);  Ariel Azcárate (piano); Sergio Rivas (contrabajo) y Leandro “Negro” Falótico (cantor).

 

 

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