lunes 29 de abril de 2024

LOCALES | 6 dic 2019

violencia de genero

Albisini: “El feminismo crece, pero no todo lo necesario porque nos siguen matando”

En diálogo con SEMANARIO, la abogada colonense brindó datos preocupantes acerca de la falta de capacitación y presupuesto para abordar los temas de violencia de género. Además, hizo referencia a la denuncia que presentó contra dos colegas de Junín.


Por: Semanario

La abogada Rosana Albisini es una activa luchadora en favor de la restitución de los derechos de las mujeres y en los últimos años ha presentado trabajos a nivel nacional e internacional referidos al tema.

En diálogo con SEMANARIO, la fundadora de la Asociación de mujeres autoconvocadas contra la violencia de género (AMA), grupo que formó en Colón, su lugar de residencia, se refirió a la actualidad de una problemática que si bien ha logrado algunos avances aún necesita de una gran sensibilización de las comunidades. Ello le ha valido una disputa con sus propios colegas en Junín y amenazas e intimidaciones en su ciudad.

 

-¿Cuál es la situación respecto a la violencia de género en nuestra zona?

-Según un informe de la Procuración de la provincia del año pasado, se observa que los departamentos judiciales de Pergamino, Junín, San Nicolás y Moreno-General Rodríguez, registran las tasas más altas de femicidios en relación a la cantidad de mujeres habitantes.

Esto nos preocupa muchísimo porque en el último tiempo hemos visto un retroceso en cuanto al presupuesto y a la capacitación que está absolutamente estancada.

-¿Cómo se desarrolla el movimiento de mujeres contra la violencia de género en Colón?

-Nuestro grupo es autogestivo, no tenemos personería jurídica, es más un movimiento de mujeres. Nos empezamos a reunir a partir de un caso de abuso sexual simple cometido por un varón que en ese momento y hasta ahora, era director de Obras Sanitarias del municipio de Colón, de nombre Angel Hilario Bracco. Una causa que llegó hasta la Suprema Corte, la cual nos dio la razón acerca de que no correspondía que se hubiera cerrado el juicio con una ‘probation’. Apelamos, la causa llegó a Casación y cuando estaba la sentencia, la defensa interpuso un escrito diciendo que la acción estaba prescripta, por lo que el juicio se “murió”.

Y en este momento está subiendo nuevamente a la Corte, porque el Estado argentino tiene obligación, por los tratados y convenciones firmadas, de dar un juicio justo a las víctimas y en este caso no hay debate y se le niega este derecho.

Estos hechos provocaron que como agrupación tuviéramos un cierto grado de visibilización que se mantiene hasta hoy porque además hay una violencia ‘simbólica’ ejercida por el intendente de Colón que continúa sosteniendo a esta persona denunciada, a pesar de que ocupa un puesto político porque ni siquiera es funcionario de planta y anda muy orondo por la calle y no tenemos la certeza de si ya fue jubilado.

Lo importante es que en Colón, junto a otras agrupaciones, hemos logrado un grado de concientización alto que ha generado que se hicieran muchas denuncias. Sin embargo,  el sistema no está preparado porque no tienen equipo interdisciplinario ni en la Comisaría de la Mujer, donde trabajan en condiciones paupérrimas a pesar de la buena voluntad que ponen, pero sólo eso porque  no tienen presupuesto. Una mujer que va a hacer una denuncia no tiene un equipo que la acompañe en este proceso.

Por su parte, el Juzgado de Paz que tiene una competencia amplísima se ve desbordado y no tiene especialización, ni capacitación.

-A pesar de la legislación, no hay soluciones

-Cuesta muchísimo hacer entender que los temas de violencia de género no son temas de Derecho de Familia. Hay una ley específica –Nº 26.485- que ya cumplió 10 años desde su promulgación y que es la ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres. Que contempla además de los tipos de violencia que son cinco y sus respectivas modalidades que pueden desarrollarse en el ámbito laboral, el familiar o incluso en un quirófano.

Hay una confusión terminológica por falta de formación y la ley en muchos casos es desconocida.

-Asimismo, cuando se habla de violencia contra las mujeres, involucra también la percepción de género por parte de cada individuo

-Estamos viendo una mejora en materia de percepción. Ahora está la ‘Ley Micaela’, que promueve la capacitación pero que ya estaba en la ley integral y tampoco se hacía. También está la Ley de cupo para las compañeras trans, la de acceso a la salud, la de hormonización de su cuerpo para poder llevar a su cuerpo a lo que consideran necesario para su salud física o emocional. Intervenciones quirúrgicas reconocidas por la ley, como por ejemplo una vaginoplastía.

Todo este combo es muy complejo, necesita de un estudio permanente. Es como una cebolla, vamos sacando capas y aparecen situaciones que estuvieron soterradas e invisibilizadas un montón de tiempo. Por ejemplo, la actividad física en una escuela en las que las mujeres hacen una y los varones otra. Eso condiciona en las capacidades adquiridas.

-Se trata de recuperar derechos

-Hablamos de restitución de derechos que nos han sido quitados. El Derecho a la Equidad. Cuando uno analiza el devenir de las convenciones de derechos humanos es una mirada androcéntrica, porque quien elaboró esas normativas lo hizo con el varón blanco, heterosexual, heteronormativo. Con determinadas características y desde allí se construyó el mundo jurídico.

Si tomamos la Revolución Francesa, se hablaba del derecho universal del voto aún con las mujeres excluidas, por eso hablamos de restitución de derechos.

-¿Cuál es el mejor mecanismo para generar mayor impacto en una comunidad sobre los temas de género?

-Si tuviera la respuesta, tendríamos solucionado el problema. Primero que nada el convencimiento de que esto es una tarea conjunta y no pertenece en exclusividad a nadie. Somos como una especie de eslabones en cada mujer que tomamos la posta de quienes nos preceden y se la entregamos a las que vienen. Es un trabajo arduo de insistencia, resistencia, incidencia, de difusión de derechos y debate todos los días. Días en los cuales sentís que te agotás y tocaste fondo y aparece alguna compañera que te da ánimo, para transmitírselo a otra compañera.

No tenemos una receta y esto de tener mayor o menor entidad en verdad lo rechazo, porque quienes estamos en el “interior” del país de algún modo trabajamos desde la periferia.

Para las compañeras de “Ni una Menos” de la Capital Federal, sí fue un impacto porque es un centro neurálgico. Pero eso es un trabajo de siglos que no se puede determinar dónde empieza o dónde termina. No hay límite y está bien que así sea.

-¿Se requeriría de mayor organización?

-La organicidad es masculina, con lo cual estamos intentando jugar con organicidades más horizontales. Hay una autora y antropóloga mexicana, Marcela Lagarde y de los Ríos, que dice que “las mujeres aprendimos a pactar al modo masculino”. Entonces tenemos que desaprender ese modo y aprender un nuevo modo de agenda feminista.

Es una tarea muy compleja porque nos han enseñado a las mujeres a competir entre nosotras y es muy difícil romper esa fragmentación que el sistema patriarcal continuamente quiere que se imponga o sobreviva entre las mujeres. Entonces, al menos nosotros acá, preferimos no tener una organicidad. Es un espacio abierto de entrada y salida.

-Un movimiento global…

Si, un movimiento global. Pero el “Ni una menos” de la Argentina tiene características propias diferentes del Me too (movimiento) o del manifiesto de las feministas francesas. Son miradas de acuerdo al concepto sociocultural que cada una tiene.

Por ese motivo, otro tema que estudiamos mucho en los feminismos latinoamericanos, es que los feminismos europeos o yanquis, son también colonizadores. Porque se paran desde determinado lugar. En Estados Unidos, por ejemplo, está el feminismo chicano que analiza otra forma de ser mujeres.

Esto es una amalgama en continua evolución. Como el pan y el fermento, esto sigue creciendo. No todo lo que necesitamos porque nos siguen asesinando. La tasa de femicidio es muy preocupante y también lo es la falta de respuestas del Estado.

-¿Cuáles son las carencia estatales?

-Primero que nada, sin presupuesto es imposible llevar a cabo políticas públicas. Otra cosa es la formación, porque de lo contrario no hay herramientas para abordar los temas.

Lo estamos padeciendo y lo padecen las víctimas cuando van a denunciar. No se entiende de qué estamos hablando aún después de 10 años de aprobada la ley (promulgada en abril de 2019).

La ley, precisamente, tiene tres patas: prevención, sanción y formación. Y sólo trabajamos en sanción. En prevención la ley de Educación Sexual integral (ESI) es una gran deuda y ya está desactualizada aun sin ser implementada. Ni siquiera hay sensibilización, y eso es lo preocupante. Yo puedo darte la ley y la estudiás de memoria, pero si no estás sensibilizado no sirve de nada.

-¿Y cómo se sensibiliza? Porque parece que ni siquiera sirvieran para eso tantas muertes

-No, porque a veces sensibiliza más la matanza de un animal que un femicidio, por eso además la Organización Mundial de la Salud lo determina como un problema de la salud pública.

VANDALISMO, INTIMIDACIÓN Y DENUNCIA

-Por su tarea ha sufrido amenazas y violencia de manos anónimas, pero también destrato por parte de sus propios colegas

- Es lo que venimos advirtiendo y es algo que se denomina como ‘backlash’ (NdR: El término es comúnmente traducido al castellano como ‘una respuesta negativa en contra de algo’; es un concepto sociológico que hace referencia a aquel rechazo por parte de un gran grupo de personas en contra de algo que ha ganado popularidad o éxito recientemente).

En mi caso, recibí ataques intimidatorios: me envenenaron mis perros con pesticidas y las pericias las tuve que pagar de mi bolsillo y eso quedó ahí ‘flotando en el universo’; vandalizaron el frente de mi estudio y de mi casa; me hicieron trizas los vidrios de la puerta de ingreso en dos ocasiones con unos bulones de metal. También rompieron la vidriera de un local que pertenecía a mis padres ya fallecidos.

Pero, además, tengo una denuncia en el colegio de abogacía de Junín -digo de abogacía porque el lenguaje también nos excluye- contra dos colegas juninenses matriculados allí.

Esa denuncia pasó al colegio de abogacía de Pergamino donde estoy matriculada, y donde acontecieron los hechos que denuncio como violatorios del código de ética y las normas de género, porque también hay colegas varones que presuponen que las mujeres estamos en inferioridad de condiciones y que las que ejercemos nuestra profesión con mujeres víctimas de violencia de género somos ‘mentirosas’.

Es decir, utilizan los mismos esterotipos, son ‘de manual’. Es llamativo como el sistema opaca nuestras denuncias por eso estamos a la espera de recibir una respuesta, ya que se ha elevado al tribunal de ética.

No hay conciencia del tema acerca del riesgo que padecemos nosotras en cada una de nuestras profesiones, por este ‘efecto backlash’.

En definitiva, el patriarcado y quienes lo integran se resisten a perder sus privilegios. Es un trabajo muy grande el que hay que hacer y convocamos a todos los varones para que se sumen, porque mirar para el costado es ser cómplices.

 

 

 

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