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DEPORTES | 26 SEP 2020
ÍDOLO PERMANENTE
Eusebio Marcilla: a 80 años de su debut con el 80
Apenas le bastó un año y tres meses de su primera incursión en el competitivo TC de los ´40 para ganar la primera carrera. Fue en “Las 12 horas de Rafaela”, tras su abandono con gloria en el extenuante “Gran Premio Internacional del Norte”, luego de codearse con los mejores. Entre ellos, el “Chueco” Fangio, Oscar Gálvez, Daniel Musso y Rosendo Hernández.
Mañana se cumplirán 80 años del debut de Eusebio Marcilla en el Turismo Carretera, con un “Chivo” color blanco. Fue en “El Gran Premio Internacional del Norte”, disputado en 13 etapas, sobre un total de 9.445 kilómetros, el viernes 27 de septiembre de 1940. El piloto local corrió con el número 80 y abandonó en la novena, después de haber clasificado tercero en la octava, detrás de Juan Manuel Fangio (ganador de la prueba) y Julio Pérez, los tres con Chevrolet.
El juninense tres veces subcampeón argentino (1947, 1948 y 1952, los dos primeros cetros detrás de Oscar Gálvez y el último de Juan Gálvez), llegó a la victoria en su tercera participación en el TC, al ganar en “Las 12 horas de Rafaela”, el 12 de enero de 1941, piloteando su Chevrolet Nº 9, tras un maratónico recorrido de 11.757 metros de longitud, en un trazado carretero, a un promedio de 126,597 km/h.
El que años más tarde se transformara en “El Caballero del Camino”, fue el primero en imponerse en la histórica prueba rafaelina, competencia que luego se trasladó -hasta el día de hoy- al autódromo “Ciudad de Rafaela”.
Con respecto a velocidad, el piloto juninense fue un pionero, detalle pocas veces reflejado por el periodismo. Aquellos 95 y fracción alcanzados por Eduardo Pedrazzini en las Mil Millas de 1937 muy pronto quedaron atrás. A partir de ese momento (excepto en etapas de Gran Premio), nunca se corrió con promedios superiores a 100 o 110 km/h. Pero se llegó al caso de superarse el tope establecido por la Dirección Nacional de Vialidad (120 kilómetros). Ocurrió en “Las 12 horas de Rafaela”, donde Eusebio Marcilla, su vencedor, promedió 126,597 km/h. Esto sucedió en 1941, un año importante que habría de tener consecuencias en la evolución del TC: los Chevrolet se entreveraban con serias aspiraciones, entorpeciendo el liderazgo de Ford.
Lo cierto es que la aparición del Chevrolet peleando mano a mano con Ford fue una circunstancia auspiciosa. Ya no había hegemonía y la presencia de dos marcas otorgó al flamante Turismo de Carretera una dimensión insospechada. Además, otro ingrediente se vino a sumar a ese avance tecnológico y que contribuyó aún más para el florecimiento de la categoría: seis de los mejores pilotos de la especialidad, Oscar Gálvez, Juan Gálvez y Rosendo Hernández y Juan M. Fangio, Eusebio Marcilla y Domingo Marimón alternaron en bandos opuestos. Y en realidad eso fue un factor trascendente, porque al margen de lo tecnológico, el público necesitó de esas divisiones para tomar partido. Así aparecieron los fordistas y los chevroletistas, los hinchas de los Gálvez y los de Fangio y Marcilla.
En rigor, una época heroica, en la que los pilotos prevalecían sobre la máquina. Por entonces, la marca era un hecho fortuito, lo que realmente importaba para llegar a la victoria era contar con resistencia física, regularidad en el manejo, experiencia para poder funcionar en el barro y una tremenda fuerza para resistir el calor o el frio. Esa fue la gran verdad en la primera etapa del TC, que en 1942 y hasta 1947 estableció un prolongado paréntesis a consecuencia de la guerra.
El duelo de ídolos y marcas fueron dos puntos en los que se sostenían los motivos que le dieron brillo y vigencia al TC de aquella época. Pilotos y marcas. O mejor dicho, el duelo de pilotos y el duelo de marcas. Nombres como Ford y Chavrolet, que hoy a más de ocho décadas perduran, aunque nada haya quedado de las legendarias cupecitas. Una rivalidad que fomentó amores y odios, además de millones de discusiones en oficinas, talleres o mesas de café y hasta algún caso extremo, produjo distanciamientos personales.
Los pilotos que pasaron por aquel TC también dejaron su huella para acentuar esas pasiones. Es que por su carácter popular, la categoría fue una gran forjadora de ídolos que a muchos años de entonces, como el caso de Marcilla, todavía se recuerdan con inmenso cariño. Hubo otros astros de gran arrastre de masas, como los hermanos Gálvez, Marcos Ciani, Tadeo Tadia, Daniel Musso, Juan M. Fangio, Víctor García, José Cordonier, Pablo Gulle, Daimo Bojanich, Ricardo Risatti, Domingo Marimón, Jorge Descotte, Juan Marchini y Raimundo Caparrós, entre muchísimos más.
El paso de los años posesionó otros nombres para la renovación de esa puja de marcas, circunstancia que siguió siendo uno de los principales ingredientes del TC. En otra dimensión a los Gálvez, los hermanos Emiliozzi, con Dante al volante y Torcuato como acompañante, heredaron el lugar de referente central de Ford, mientras que el recuerdo que la muerte de Eusebio Marcilla había dejado entre los “Chivos” no tuvo un legado especifico, sino distintos representantes, entre los que por resultados y cercanía con la gente sobresalieron Juan Manuel Bordeu, Carlos Pairetti y Jorge Cupeiro.