La violencia en todas sus formas causa daños, en muchos casos irreparables.
Transitamos tiempos de una violencia inusitada, generada particularmente desde las redes sociales, lugar adonde la cobardía se agiganta a partir de la posibilidad de ejercer violencia desde el anonimato.
También se padece en las actividades cotidianas cuando se esperan respuestas de funcionarios que asumen una actitud violenta a partir de su desidia y falta de capacidad para dar respuestas a las acciones para las cuales ocupan un cargo en el Estado.
Paradójicamente, vivimos en un mundo de información privilegiada y clasificada, ofertas de capacitación numerosa, investigaciones destacadas, pero todo eso no alcanza para lograr buenas calificaciones en las relaciones con el otro.
A diferencia del virus que generó la pandemia, no hay vacuna para combatir la violencia, sino que para ello habrá que establecer una compleja cadena de compromisos ciudadanos y una efectiva capacitación y difusión acerca de la temática.
Nunca está demás mencionar las formas de violencia como la física y la psicológica. Tal vez las más reconocidas.
La sexual, que implica la vulneración en todas sus formas del derecho de las personas de decidir voluntariamente acerca de su vida sexual o reproductiva a través de amenazas, coerción, uso de la fuerza o intimidación. Incluso la violación dentro del matrimonio, algo de lo que poco se habla.
La violencia económica y patrimonial que busca menoscabar los recursos de una mujer o también la simbólica, tan proclive a través de patrones estereotipados que transmitan dominación, desigualdad y discriminación.
Pero por más que repitamos de memoria una y otra vez las formas, lo único valedero a la hora de pensar en resultados será la capacitación a fondo que tendrá que llegar desde la escuela y atravesar cada una de las dependencias públicas y privadas, saliendo del simple lugar común para internalizar verdaderamente la situación.
Sin compromiso real y efectivo en las acciones por parte de los gobiernos de toda índole, no habrá capacitación y sin capacitación no habrá solución a una problemática que conmociona, pero luego se desvanece hasta repetir el shock, como si se tratara de un rulo eterno.