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La mano oculta detrás del Proceso de Reorganización Nacional - Semanario de Junín

OPINIÓN | 28 MAR 2021

A 45 AÑOS DEL GOLPE

La mano oculta detrás del Proceso de Reorganización Nacional

Las cúpulas militares fueron el instrumento del empresariado argentino, grande y chico, que necesitaba disciplinar a los trabajadores para imponer el ajuste que demandaba la economía. Los partidos políticos tradicionales y la cúpula de la Iglesia Católica también brindaron su respaldo. He aquí a los verdaderos responsables del golpe.

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Durante los primeros años de la transición democrática se impuso una explicación del golpe del 24 de marzo de 1976 en la que los militares habrían intervenido sin ningún respaldo social, respondiendo a la “violencia subversiva” con una masacre. Nadie golpeó la puerta de los cuarteles, nadie los convocó: simplemente intervinieron, en una conjura de generales mesiánicos que se arrogaron la tarea de responder al fuego con fuego. Hablamos de la Teoría de los Dos Demonios, sintetizada en el prólogo de la primera edición del Nunca más. Treinta años más tarde, en un nuevo prólogo al Nunca más, se elaboró un nuevo “relato”. Los militares ya no actuaron solos, sino respondiendo a los intereses de los sectores más concentrados del empresariado nacional y extranjero: la “oligarquía” y los “monopolios”, que habrían recurrido a la violencia para instaurar una variante “nefasta” del capitalismo, el “neoliberalismo”. Sin embargo, una reconstrucción de los hechos despojada de prejuicios muestra otra cosa.

La conspiración golpista comenzó a prepararse al menos un año antes del 24 de marzo de 1976. Las corporaciones empresarias fueron parte de la ofensiva que culminó en el golpe: realizaron mitines y asambleas, se movilizaron, pusieron en marcha paros agrarios y lockouts industriales, y vociferaron a los cuatro vientos que el país atravesaba una crisis de tal magnitud que solo una intervención férrea que “restaurara el orden” podía salvarlo. Tras bambalinas negociaron con las cúpulas militares el carácter de su intervención. Estos debían salvar al país de la “amenaza subversiva”, que no pasaba tanto por las organizaciones armadas (virtualmente derrotadas en los meses previos al golpe), sino por los activistas y delegados fabriles ligados a fuerzas de izquierda, que durante el Rodrigazo habían liderado una verdadera rebelión obrera contra el brutal plan de ajuste. El mismo plan que, represión mediante, pudo aplicar Martínez de Hoz.

Tras el Rodrigazo se organizó la Asamblea Permanente de Entidades Gremiales Empresarias (APEGE), que comenzó a preparar el terreno para el golpe. De ella participaron entidades como la Cámara Argentina de Comercio y la Cámara de la Construcción, la Coordinadora de Productos Alimenticios (COPAL), la Asociación de Bancos de Argentina (ADEBA), la Sociedad Rural y CRA, pero también entidades de pequeños y medianos empresarios ligadas a la corriente desarrollista encabezada por Frondizi. APEGE convocó a asambleas empresarias muy concurridas, firmó solicitadas y organizó demostraciones de fuerza. En ellas se planteó que la crisis de la Argentina era terminal, que al descalabro económico se sumaba el caos social y la violencia, y sobre todo, la indisciplina en las fábricas. Hacía falta “restaurar el orden”, tarea que se encomendaba a las Fuerzas Armadas. Un núcleo más estrecho de empresarios, en el que se destacaba la presencia del Consejo Empresario Argentino (CEA, hoy devenido en AEA –Asociación Empresaria Argentina), entonces presidido por José Alfredo Martínez de Hoz, comenzó a reunirse en secreto con las cúpulas militares para planificar su intervención. Mientras tanto, en la arena pública, APEGE intentaba unificar al empresariado tras la salida golpista.

Muchas cámaras y entidades se fueron sumando, hasta integrar al empresariado nacional chico y mediano. APEGE fue incorporando cada vez más cámaras empresarias mientras la CGE se vaciaba. Ese proceso se aceleró en enero, cuando APEGE convocó a una protesta empresaria contra el gobierno: el lockout del 16 de febrero de 1976. La convocatoria a una protesta con un claro tinte golpista desató las internas en la CGE, sobre todo cuando la dirección de la Confederación rechazó sumarse a la medida. Cientos de cámaras empresarias locales y regionales comenzaron a desafiliarse de la CGE y a pronunciarse en favor del lockout.

Los lazos entre el empresariado local y la dictadura quedan de manifiesto con solo revisar las listas de los funcionarios dictatoriales. Empezando por el propio Martínez de Hoz, presidente de la siderúrgica Acindar y titular del Consejo Empresario Argentino (CEA, hoy Asociación Empresaria Argentina, AEA). En el gabinete lo acompañaron reconocidos dirigentes de las entidades rurales. Entre otros, Jorge Aguado, dirigente de CARBAP que llegaría a Ministro de Agricultura de la Nación con Viola y Gobernador de Buenos Aires con Galtieri (y que luego se convertiría en uno de los principales directivos del Grupo Macri); Mario Cadenas Madariaga, dirigente de CRA y la Sociedad Rural, y Jorge Zorreguieta, que cobraría fama al convertirse en padre de la Reina de Holanda. Pero también se sumaron reconocidos industriales como Eduardo Oxenford, directivo de la textil Alpargatas y del Banco Francés, que fue director de la petrolera estatal YPF entre 1978 y 1979, y ministro de Industria y Minería en 1981; Francisco Soldati, titular del grupo homónimo, director del Banco Central de la República Argentina en 1976; o Arnaldo Musich, directivo del Grupo Techint, que ocupó la embajada en EE.UU., un puesto clave.

El golpe se muestra aquí en toda su dimensión. Con la guerrilla acorralada tras una serie de fracasos militares, el principal blanco de la represión fue la “guerrilla fabril”. La reacción obrera al Rodrigazo había mostrado que el ajuste y la restructuración económica que los empresarios necesitaban para relanzar la acumulación no podrían ponerse en marcha sin disciplinar violentamente los trabajadores. Por eso al menos el 44,3% de los desaparecidos eran obreros. Las cúpulas militares fueron el instrumento del empresariado argentino, grande y chico, que necesitaba disciplinar a los trabajadores para imponer el ajuste que demandaba la economía. Los partidos políticos tradicionales y la cúpula de la Iglesia Católica también brindaron su respaldo. He aquí a los verdaderos responsables del golpe.