Además de su familia, tenía el bandoneón como libro de cabecera y sabía hacer un uso integral de él. Fue un decarreano de alma y un estudioso empedernido. La muerte de José Agustín Luca (“Pocho” para todo el mundo), acaecida el 17 de julio de hace cinco años fue un cimbronazo muy fuerte para la música local y para el tango, en especial. Había nacido en Junín el 5 de enero de 1929. Tenía 87 años.
Su desenvolvimiento en el tango formaba parte del paisaje de Junín. Dueño de una mirada capaz de sumergirse en pliegues e intersticios de la vida pueblerina o en la indagación de los personajes que habitaron la noche juninense, como Rubén Massari, Maito Ceratto, Rubén Lencina, Raúl y Jorge Gallardo, Alfredo Peters, Arturo Viora, Raúl Ledesma y Agustín Prezioso, sin olvidar a su entrañable hijo Ever.
Se inició en el estudio del bandoneón cuando tenía apenas 9 años, de la mano de otro histórico: Aurelio Rodríguez. A los 12 comenzó a tocar en la orquesta que tenía su maestro y luego, a los 15, formó su propio quinteto, al que llamó Ideal. Cinco años después acometió un gran desafío: se radicó en Mendoza para integrar la orquesta de Osvaldo López, con la que realizó una extensa gira por suelos cuyanos.
Músico culto y popular, cronista de la noche tanguera, minucioso en el estudio y en la búsqueda de nuevas melodías, romántico y curioso, Pocho Luca siempre representó una manera de conducirse desde el bandoneón y desde el balcón de la vida: sobriedad y buen gusto.
Además de integrar las orquestas Bristol, de Enrique Fusé, la Astral, del pianista Pedro Guglielmino, también participó en la agrupación de Arturo Viora, junto a otros grandes, como José Balduzzi, Atilio Peruggini, Luis Linguido, Walter Dujesiesken, Obdulio Medialdea, Rosendo Singla, Roberto Gnazzo, Rubén Broggini, Ricardo Pérez (cantor) y Eduardo Mattiazzi (presentador).
Charlar mano a mano con Pocho fue siempre todo un deleite. Era como estar frente a un testigo privilegiado del dos por cuatro juninense. Luca solía dedicarle mucho tiempo al estudio, como un vanguardista que habla de los tangos de antes y de los de ahora, de los sentimientos, las frustraciones, el escepticismo, la madre, la fractura de una relación amorosa, la venganza, el duelo criollo, el amor fugaz, el alcohol, el juego, las tristezas y desengaños nativos que están condensados en la suma de relatos de tres minutos de duración. No se trata de una simple acumulación de referencias, sino de un recorrido que se interna en el contexto de la historia argentina, en los vaivenes y altibajos de la biografía nacional, de la cual el tango no es más que un reflejo.
Un toque mágico con la música de su admirado Astor Piazzolla, tuvo lugar casi tres décadas atrás en el Sheraton porteño. Integró el conjunto orquestal y coro dirigido por Juan José Martín, que interpretó la operita “María de Buenos Aires”, con exclusivos arreglos suyos, obra del propio Astor y de Horacio Ferrer. Esa noche embriagadora, dedicada a las embajadas extranjeras, luego se trasladó a distintos puntos del territorio bonaerense.
Se le hacía un nudo en la garganta cuando recordaba a su hijo: “La guitarra de Ever fue para mi un acompañamiento de lujo, una guitarra que contestaba, soportaba, contenía, rellenaba. Melódica y rítmica, con gran economía musical. No hacía falta más para complementarnos a la perfección”.
Tuvo que festejar sus 55 años con la música para que muchos se dieran cuenta de una vigencia inalterable, esa que jamás perdió. Formó una orquesta para la ocasión, con intérpretes y vocalistas locales, a la que denominó Típica Junín Tango. El recital, a sala llena, se concretó el 14 de setiembre de 1999, en La Ranchería. Con la animación de Raúl Daniel Ganci, desfilaron cantores de la talla de César Diotti, Miguel Suárez, Luis Fernández, Rosana Ferreiro, Jorge Gallardo, Hugo Casanova, Julio Pulido, Omar Decarre y Omar Pagano. Allí, en medio del entusiasmo del público, Luca demostró que no fue un músico fortuito, sino surgido de un barro común, con identidad, como un protagonista de una ciudad que progresaba en la diversidad y en la integración cultural. Pocho encontró la manera de expresar artísticamente, a través de la complejidad y la belleza de un bandoneón, sus sueños, sus utopías y su encendida inspiración.
Hace cinco años se nos fue un músico de raza, de los de antes, de aquellos que, sin tener mayores estímulos para acceder al tango, sin embargo se aferraron a él con virtuosismo, como una manera de expresar su amor y su solidaridad a rajatabla.
José Agustín “Pocho” Luca, acaso sin proponérselo, se ha transformado en un fragmento imprescindible de la historia del tango en Junín. En todo este tiempo, su partida no fue una ausencia definitiva. Lo recordaremos siempre como una persona digna, talentosa y comprometida. Y muchísimo más cuando oigamos rezongar un bandoneón…
LA OPERITA QUE CONMOVIÓ A JUNÍN
Hace casi 40 años una verdadera conmoción produjo en nuestra ciudad por un acontecimiento musical de excepción, a raíz de la presentación de la operita “María de Buenos Aires”, una brillante creación conjunta de Astor Piazzolla y Horacio Ferrer. Contó con el apoyo de la Dirección de Cultura de la Municipalidad de Junín y el auspicio del ministerio de Educación de la provincia de Buenos Aires.
“María de Buenos Aires” narra la historia de una muchacha de los suburbios porteños que se traslada al centro de la ciudad, donde conoce el tango y se transforma en prostituta. El oficio la lleva a tratar con ladrones y madamas y ese camino la conduce a una oscura muerte. Su sombra es condenada a deambular por la calle Corrientes. Sobresale en el tema un fuerte sesgo surrealista.
El musical fue presentado el 11 de junio de 1982 en los salones del Club Social, en función privada. Al día siguiente, para el público en general, la obra se estrenó en el teatro “Horacio J. de la Cámara”, con la presencia de uno de los autores, el uruguayo Ferrer. La sala de la calle Chacabuco lució repleta, índice elocuente de la trascendencia y la jerarquía de la convocatoria.
Con la dirección total del recordado maestro Juan José Martín, el elenco estuvo conformado por los siguientes músicos, además de Ensamble Instrumental y Vocal J: Oreste Lapadula (piano), Walter Dujesieken (bajo), Héctor Raúl Bianco (piano eléctrico), Tito Mirambel (violín) Delio Destéfani (violín), Pocho Luca (bandoneón), Gregorio Albello (bandoneón), Abel Pinto (guitarra eléctrica), Raúl Romano (flauta), Gustavo Gochenecho (órgano), Erardo Alegretti (percusión) y Omar Decarre (voz). Además de Horacio Ferrer en el personaje del Duende, Laura Martín en la presencia central de María y Erardo Alegretti como narrador. Los arreglos estuvieron a cargo de Juan J. Martín, Abel Pinto, Oreste Lapadula y Raúl Romano.