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Muchas dudas y una certeza - Semanario de Junín

LOCALES | 24 DIC 2021

CARTA ABIERTA A LOS ANTIVACUNAS

Muchas dudas y una certeza

TAGS: CARTA


Junín, diciembre de 2021

Estimados antivacunas:

Supongo se habrán enterado que los contagios volvieron a subir, el planeta empieza a encerrarse otra vez y algunos de ustedes andan por ahí, todavía, agitando sus banderas de libertad por su derecho a no vacunarse.

Permítanme contarles que me llegó un nuevo turno, para otra dosis contra el coronavirus. Justo ahora, tan cerca de la Navidad. El tercero en pocos meses. ¿Pueden creer? Justo a mí, que tengo 86 años y 7 cirugías, distintos recuerdos de mi paso en esta vida.

 

Obvio, si me llegó el turno de la tercera, ya se habrán dado cuenta que presté mi brazo para las dos dosis anteriores. Les cuento: le tengo terror a las agujas, no tengo idea por qué, pero veo una aguja y es como si estuviera ante el minuto final de mis días. No lo puedo controlar. Mi hijo se ríe y me tilda de cagón, y después nos reímos juntos, y eso me ayuda a bajar la tensión y el miedo también.

Bueno, la cuestión es que estoy vacunado. Y me puse a pensar en ustedes, que desconfían de la campaña, del gobierno, de los otros, de las multinacionales y de la mar en coche, que según dicen, llegaron para jodernos la vida. Y la verdad, de algún modo, me puse a pensar que comparto sus dudas. Yo tampoco sé que hay adentro del frasquito. No tengo idea que tiene la vacuna; ni la Pfizer que al fin llegó, ni tampoco la Sputnik (que vino sin Laika, pobrecita, que Dios la tenga en la gloria del espacio), que fue la que me tocó.

Tampoco supe ni se me ocurrió preguntar lo mismo en todas las que me pusieron en la vida.

En las primeras, cuando me llevaron mis padres al viejo hospital del pueblo y antes a otras, que nos aplicó una enfermera que se vino hasta el campo.

En mis 86 años me vacunaron contra la poliomielitis, el tétanos, la gripe, la neumonía y no sé cuántas más. Por eso, otra vez, estoy con ustedes compartiendo sus dudas.

Repito: no tengo idea qué hay en esta vacuna. Como tampoco en todas las otras, y en las que no recuerdo, que me pusieron desde que vi la luz en este mundo.

Como no tengo idea que hay en esta vacuna, tampoco tengo idea sobre en qué asuntos anda la medicina y los laboratorios. Es más, tengo un cuñado que labura en uno muy famoso y tampoco sabe demasiado.

Ahora bien, dicho esto, convengamos que hay tanta peste dando vueltas, que algo hay que hacer con el cáncer, el SIDA, el reumatismo infeccioso, y tanto más.

¿Se acuerdan del Mal de los Rastrojos, el virus Junín? ¿La fiebre tifoidea? ¿La fiebre amarilla? ¿Habrán dudado aquellos sufridos dolientes también, tanto como ustedes ahora? 

Yo solo sé que muchas de las vacunas me han permitido vivir mejor. Eso sí puedo asegurarlo, si hasta la de la gripe evitó que cayera en cama como antes me pasaba.

Pero como no tengo idea de qué contienen las vacunas, ni los remedios, tampoco sé qué hay en la fórmula secreta de la Coca Cola que cuando la tomás, tenés más sed o en el chocolate que es un manjar.

Tampoco sé qué le ponen al jabón de la ropa para que huela rico ni al desodorante, para que yo huela bien. No sé cuál será el efecto de los cables de la luz que pasan al lado de mi ventana, ni el uso del celular, ni el metano de la bosta de las vacas.

Es más, ¿cómo saber si el restaurante donde cenó mi nuera ayer usó alimentos frescos y limpios, o si los mismos tenían dosis de pesticida por las nubes? Hay muchas cosas que no sé y muchas más que nunca conoceré.

Solo sé una cosa: la vida es corta y a juzgar por lo vivido, debo estar en la recta final. Por eso, también me gustan los pequeños placeres: una comida en familia es mi felicidad, algún truquito en la sobremesa y el café a la tarde en un domingo cualquiera son un programón.  No soy muy afecto a los abrazos, pero sé reconocer lo que suman para calmar los pesares del alma y las sonrisas que arrancan. Veo y escucho lo que significa no poder viajar como antes, alguna escapadita, o los habituales asados con amigos. ¡Eso es vivir, gente!

En verdad, no me preocupa demasiado qué tengan las vacunas. Aprendí a confiar con el tiempo, con el paso de los años y la experiencia conseguida: si nunca tuve ni sufrí, ni transmití ninguna enfermedad, fue también por las vacunas.

Por eso, queridos antivacunas, estas líneas son para manifestarles que comparto todas sus dudas. Y como yo también soy un desconfiado, puse todas mis dudas en manos de mi médico de cabecera, que me dijo que no tenga miedos ni me haga problemas, que esta vacuna es necesaria.

Y así fue. Fui cuando me llamaron, esperé mi turno.  Fui con susto, obvio, pero convencido que era lo mejor. ¿Para qué? Para no morir de Covid, o para no estar en una cama de hospital si me enfermo; para jugar el truquito en familia como antes, para irme cuando sea y por lo que sea, pero no por esto. Y para que el Covid algún día se vaya del mismo modo que llegó.

Así que, queridos antivacunas, cómo no voy a entender sus dudas de qué corno hay en los frasquitos, si estamos igual.  Bueno, no tanto. ¿No? Cada uno toma sus decisiones. Eso sí, no se olviden que cuidarse, también es cuidar a los demás, cuando vivimos en una sociedad.  En mi familia le llamamos responsabilidad.