Hay quienes cada día procuran convertir el verbo “politizar” en un término peyorativo, atribuyéndole falsamente dos significados negativos: confrontación estéril y manejo partidista. Pero la política no es solo confrontación. Y la política no es partidismo.
Los seres humanos somos seres eminentemente sociales, vivimos en sociedad, interactuamos en comunidad y por ese motivo la política es la actividad que organiza el espacio público compartido.
En ese sentido la política sirve para el desarrollo y para mejorar situaciones, sin embargo, el neoliberalismo apareció con un discurso por el cual “es el político el que dice descreer de la política” y dice otorgar lugares a quienes parecen venir “desde afuera” pero en verdad, son de su propio espacio.
Pablo Petrecca, desde su concepción, intentó mostrar ese mecanismo ambivalente, de quien llega en bicicleta con un coro de cebras para impulsar una seguridad vial cuyo sostén se cae a pedazos cuando aparece la realidad.
Un personaje que gusta jugar con discursos de la iglesia electrónica, extraída del propio seno familiar y que no hace más que construir poder íntimo, con la confianza depositada en dos o tres de su alrededor, aunque utilizando de modo manipulador a otro pequeño grupo que se disponga a acompañar sus intereses.
Y en ese juego en el que no nombra la política, pero se adueña del poder, los aliados se suman y encajan en la teoría más perversa del liberalismo como lo es la “del derrame”, por lo que intentarán capturar las migajas que sobren de la gestión.
Valga la introducción para ahondar sobre el efecto que este tipo de acciones generan y su relación con las sociedades de fomento y a la vez con el fomentismo todo de Junín, que algún día supo contar con dirigentes verdaderamente comprometidos con el mejoramiento de su barriada y no con la ilusión de obtener esas migajas que podrían otorgarle desde algún espacio de poder.
Osvaldo Giapor ha resultado una pieza fundamental en el desarmado de la estructura del aparato fomentista y su intervención en busca del reconocimiento personal primó sobre el logro asociativista.
Transformó a la actividad política fomentista en un sainete, debilitando a las entidades y que sean los políticos de turno los que logren los beneficios.
Alguna vez y hace tiempo, las sociedades de fomento cumplieron, en ese contexto, un rol fundamental, puesto que se constituyeron en el ámbito natural de discusión de los vecinos, donde pudieron canalizar sus inquietudes y necesidades, y elaborar proyectos para su comunidad. La sociedad de fomento se convirtió en cada localidad en un portavoz, que gestionó ante cada municipio las mejoras que luego fueron llegando a los vecinos: caminos, calles, asfalto, saneamiento, iluminación, recolección de basura, y llegada de los servicios. En muchos casos, de la propia inquietud de los fomentistas, surgieron las cooperativas de servicios públicos, que llevaron electricidad, agua corriente, telefonía, allí donde el Estado demoraba su presencia.
Estas asociaciones emblemáticas comenzaron a funcionar muchas veces en locaciones prestadas o alquiladas, hasta que pudieron comprar un inmueble o incluso construir uno donde funcionara la sede social, hasta pusieron en marcha escuelas de oficios y bibliotecas. Con el tiempo, y al quedar ubicadas en territorios urbanos ya con cierto grado de consolidación, las sociedades de fomento fueron modificando su rol social, desarrollando muchas de ellas actividades culturales y deportivas. Sin embargo, cuando la situación social lo requirió, el espíritu solidario que prima en su naturaleza volvió a ponerse de manifiesto.
A lo largo de su vida institucional -que en muchos casos supera el siglo- las sociedades de fomento debieron afrontar diferentes actividades, adecuándose, en algunos casos mejor, en otros no tanto, a las modificaciones que se iban produciendo en las normativas.
Actualmente, los que promueven la antipolítica, procurando el descrédito de las instituciones democráticas, persiguen un objetivo político. Su propósito consiste en sustituir la política democrática por la política autocrática, o tecnocrática, o plutocrática, o mediocrática.
Las sociedades civiles deben ser fortalecidas, pero desde la década del ’90 la antipolítica las ha debilitado.
EL ROL DE LAS SOCIEDADES
En un trabajo realizado en 2003 por el gobierno nacional en medio de una de las crisis económicas más angustiantes producto de la política neoliberal, se intentaba delinear nuevamente la participación social que había quedado abandonada.
Al referirse a las características del Tercer Sector, se instaba a contar con una sociedad civil fuerte, porque de ese modo colaboraría en hacer más solidaria la economía, en tender a una “buena sociedad” pero hay que conocer también algunas debilidades hoy presentes en la sociedad civil organizada.
Entre sus vulnerabilidades encontraban precisamente su particularismo, en donde un sistema democrático puede convertirse en ingobernable si la Sociedad Civil - compleja y diversa- ejerce sus demandas contra el Estado sin pasarlas por el tamiz del Bien Común.
Otra perspectiva, poco analizada es su despotismo, resultaba que muchas de las organizaciones más importantes de la Sociedad Civil “no son tan democráticas en su interior, no tienen procedimientos pluralistas ni participativos para tomar decisiones, promueven las jerarquías y , encontramos en su comportamiento actitudes de intolerancia y prejuicio”.
También a veces son elitistas.Esto está dado por que las OSC más“educadas”, “organizadas” y con más “prestigio” son las que acceden a la mesa de negociación, aunque muchas veces no son, las más “representativas”, ni las más necesitadas. Tal radiografía resulta llamativamente referida a lo que acontece hoy en Junín en el marco de las sociedades de fomento, con apenas un puñado de dirigentes comprometidos en el bien común y con las verdaderas banderas del fomentismo.
Seguramente sin quererlo, el mismo Giapor fue el que desnudó las irregularidades en las que están inmersas las sociedades de fomento y a la hora de criticar la “falta de papeles” de casi el 40% de ellas, olvidó que la propia federación que las nuclea hoy está plagada de fallas burocráticas a punto tal que la dejó sin representatividad. Porque la representatividad es precisamente lo que menos les importa, mientras ellos no queden fuera del poder.
Desde que anunció en “modo víctima” su renuncia a la federación, no ha hecho más que poner palos en la rueda para que otros dirigentes sigan con la tarea y se asoció a viejos amigos (o no tanto) y conocidos, como los casos del íntimo del petrequismo, Julio Miguenz, y Martín Sofía, quien en 2018 le peleó palmo a palmo a Giapor la federación.
El trío hoy trata de buscar el poder en una entidad a la que se la abandonó, como ocurrió con otra veintena que ni siquiera sus dirigentes pudieron mantener los papeles en orden, por lo que poco podrían hacer por el fomento barrial.
Giapor, Miguenz y Sofía buscan acordar con la pata del Estado municipal un liderazgo conveniente, cuando lo que se necesita es independizarse del amiguismo y cortar los hilos con el titiritero.
Tal vez por esose reunieron con el titular de Relaciones con la Comunidad de la comuna, Mariano Spadano quien dijo atenderá las necesidades de regularizar a las entidades que no lo están y de ese modo planteó en forma unilateral que se llamaría a una asamblea en el término de 60 días.
Otro capítulo de la “novela turca” que no deja de sumar egoicas rencillas dirigenciales, que hasta podrían resultar graciosas, sino fueran tan patéticas porque en esos idas y vueltas se sigue postergando el futuro de muchos barrios de Junín que permanecen estancados por la ineficiencia de dirigentes que creen ser dignos del bronce, cuando jamás pusieron los zapatos en el barro.
La antipolítica no es un fenómeno nuevo, aunque de a poco ha ido carcomiendo las mentes. Resurge cada vez que una crisis grave afecta a la estabilidad de las instituciones democráticas. Y siempre busca lo mismo: apartar la política del interés común, para ponerla al servicio del interés de unos pocos, utilizando el falso mito de que “la política es sucia”, cuando son sucios los mecanismos utilizados para aprovecharse de las necesidades de las mayorías.