El personaje del Leviatán proviene de la mitología y de las escrituras de la Biblia, cuyos gobiernos de la Edad Media utilizaban para justificar los gobiernos reales “por la gracia de Dios”.
El Leviatán es un ser temible que no tiene piedad, escrúpulos ni compasión. Es de una envergadura gigantesca y, según el Antiguo Testamento, se le ha relacionado con el mismísimo demonio que fue derrotado por Dios para hacer prevalecer el bien sobre el mal.
LIKES Y VOLUNTAD
En nuestros días, tenemos un nuevo Leviatán, el Ciber-Leviatán. Hilbert Martin, especialista en big data, dijo: “con 150 likes el algoritmo de Twitter puede detectar tu personalidad, con 200 te conoce más que tu pareja. Y con 250 likes puede saber más de vos que vos mismo”. Con estos datos, ‘las redes sociales’ establecen lo que queremos y determinan lo que pensamos, y la virtualidad termina condicionando nuestra vida real.
Por ejemplo, cuando usamos Facebook se crean microcosmos que reafirman nuestras opiniones. Poner un me gusta o quitarlo es lo que diseña un ambiente cerrado y controlado. Los propios analistas de Facebook reconocen que los usuarios convierten su muro en una “burbuja ideológica”.
Otro ejemplo: cuando realizamos búsquedas en Google existe un algoritmo que sitúa en un lugar preferente webs que confirman nuestras ideas y valoraciones. Esto ha llevado a que filósofos actuales como Byung-Chul Han o José María Lasalle adviertan sobre los peligros de un Ciber-Leviatán, que supone, en opinión de estos autores, una gran amenaza a la democracia liberal tal como la hemos conocido.Siguiendo esta idea, el presidente Alberto Fernández comentó que hay un proyecto para regular las redes, dichos que levantaron polémica y volvieron a poner en el tapete el rol de las redes sociales en nuestra sociedad.
Más allá de los dichos y las intenciones de nuestro presidente, lo cierto es que, sin caer en una postura pesimista, internet afecta nuestra cotidianidad, nuestras expectativas y las relaciones que tenemos con los demás.
“La data dice que hoy nos acecha una nueva forma de poder alimentada por los algoritmos. Si bien no hay una definición rigurosa para el Big Data, el término está relacionado al gran crecimiento del volumen de información causado por el proceso de digitalización de datos, que ya no puede ser tratado ni por una memoria humana ni por una computadora convencional, sino que requiere la participación de supercomputadoras”, escribió Javier Barragán, licenciado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales.
ALGORITMO Y PERIODISMO
En noviembre de este año, en la primera jornada del Cuarto Seminario de Fundéu Argentina, que se realizó en la ciudad de Rosario bajo la consigna "violencias urbanas, comunicación e imaginarios colectivos", Bernarda Llorente, Presidenta de la Fundación Télam- llamó a pensar la relación de la tecnología con la tarea periodística, la construcción de ciudadanía y la política bajo la pregunta acerca de si "somos víctimas de un desarrollo tecnológico que a veces no terminamos de entender como instrumento, o si somos capaces, a partir de pensamientos, creencias, objetivos y construcciones colectivas de tomar la tecnología como un instrumento que nos ayude en nuestro trabajo y no que nos condicione ese trabajo".
La titular de Télam inscribió los cambios tecnológicos y los nuevos paradigmas en materia periodística -la transición de lo analógico a lo digital- en "una sociedad marcada por una profunda desigualdad".Al referirse a los algoritmos de los motores de búsqueda de internet, Llorente dijo que "las grandes plataformas son las que nos están diciendo cómo titular, qué tipo de contenido dar, qué tipo de agenda tener, para poder ser funcionales y ser exitosos, en una política que hoy se traduce en clic".
"Si antes los medios y los periodistas nos colocábamos como una especie de fiscales, y de intermediarios entre la noticia y los ciudadanos, hoy eso cambió porque todos somos emisores y receptores al mismo tiempo, pero también porque los medios pasaron a tener su propia lógica y sus propios intereses", abundó la presidenta de Télam.
LOS DUEÑOS DEL CIRCO
Donald Trump fue el que reflejó a nivel mundial el alto impacto que supone el uso político de las redes, particularmente con su invitación a asaltar el Capitolio el 6 de enero del 2021 tras perder las elecciones.
Y es que las redes sociales son sobre todo un espejo que nos sitúa frente a nuestras propias contradicciones como sociedades. El problema es que ese espejo está en manos de Facebook, Amazon, Google, empresas privadas cuyo fin primario y fundamental no es la libertad de expresión, sino ganar dinero. Por tanto, a esas empresas no les importa si a través de sus plataformas se fomenta nuestra grieta, muy por el contrario, sí les interesa si ello sirve a los intereses de las potencias que los respaldan.
Por eso,tal vez los dichos de Fernández dieron en el clavo. Es imposible caminar hacia una democracia consolidada en un marco de redes sociales no reguladas.
Las repercusiones del ascenso de las redes sociales y la difusión de información falsa se han visto además agravadas por la desaparición del paisaje mediático de medios de información, locales y fiables. La proliferación de "desiertos informativos" —comunidades en las que no hay proveedores de noticias locales responsables que informen a los residentes y contrarresten las noticias falsas— ha provocado que la desinformación se suela tomar por cierta y que se haga viral, sin control alguno, en las redes sociales.
En suma, en tiempos de pos verdad es necesario volver a los principios básicos, es menester buscar una salida que reafirme lo humano. No puede Mark Zuckerberg alegar inocentemente que su creación se le ha ido de control. Tampoco Jack Dorsey, el fundador de Twitter. Las plataformas cuentan con protocolos de actuación específicos para evitar la propagación de la violencia por esos medios... solo se trata de aplicarlos.