Tiene 71 años, y sentado en el banco, siguió con atención ese partido que se moría pero no dudó en saltar de su butaca de entrenador del Ekaterimburgo Arena para gritar con los dos brazos en alto el gol de Giménez, que le daba la victoria a su selección sobre el final mismo del partido.
Es respetuoso en el hablar, calmo en el caminar y sortea con entereza las dificultades que le ocasiona una rara enfermedad. El entrenador padece el síndrome de Guillain-Barrè, que afecta al sistema nervioso periférico, produciendo debilidad en las piernas, los brazos y el tronco. Y que le impide desplazarse con normalidad.
El Maestro arrancó a dirigir en 1980 cuando debutó en Bella Vista. Y el fútbol uruguayo, cada vez que precisó levantarse, lo buscó. Está en la Celeste desde hace doce años. Y cuando no estuvo, igual fue consultado. Frustrado por quedarse fuera del Mundial Alemania-2006, Uruguay volvió a buscar al 'maestro' para construir el futuro. Diez años y ocho meses después, Óscar Tabárez puso a la Celeste entre las mejores del mundo y hoy es el técnico con más juegos al frente de un seleccionado nacional.
Como buen maestro, trabajó de abajo. El cambio que ha logrado en la percepción que los uruguayos tienen de su selección, que ganó en popularidad de la mano de mejores resultados, viene por un proyecto de formación de inferiores que le permite tener una cantera permanente de jugadores para renovar el plantel.
Fiel a su estilo, Tabárez le resta importancia a la marca, y se concentra en hablar de su equipo. Tal vez por eso mismo, las individualidades lo escuchan con tanta atención.
Sus charlas y anécdotas son seguidas con atención. Habla el maestro y sus alumnos escuchan, entienden, y ejecutan en la cancha. Allí no importan egos, pergaminos o millones.
Tabárez tiene un palmarés sólido como técnico, aunque tal vez su mayor logro deportivo haya sido llevar nuevamente a la selección charrúa, campeona del mundo en 1930 y 1950, a niveles de competición mundiales. Bajo su tutela, Uruguay consiguió el cuarto puesto en Sudáfrica-2010 tras cuarenta años de ostracismo en las Copas del Mundo. Fue el mejor resultado mundialista para Uruguay desde México-1970, de la mano de una selección guiada por el goleador Diego Forlán, secundado en ofensiva por jóvenes como Luis Suárez o Edinson Cavani -hoy baluartes de la celeste-, y con exponentes de la más tradicional 'garra charrúa', como el entonces capitán y aguerrido defensa Diego Lugano o el volante de recuperación Diego Pérez.
Además, logró una nueva marca. Desde 1970 que Uruguay no ganaba en un debut. Aunque le costó, el grito de Giménez en el minuto 89 desató su alegría. Más tarde, fiel a su estilo, le restó importancia al dato.
“Esto es un equipo, mérito de los jugadores”. ¡Aguante, Maestro!