Días atrás fue celebrado el Día del Ambiente en un marco que guarda mucho de romanticismo, pero poco de acción concreta y lo que es peor, de escasa toma de conciencia mientras la devaluación de la naturaleza (esa que nos mantiene vivos) continúa agigantándose, mientras se deja de lado el debate, se invisibilizan las causas de la debacle y se continúa con prácticas que se saben generadoras del caos ambiental.
Por eso entendemos que cualquier gestión gubernamental resultará vacía de todo contenido social, si a estas alturas no considera la problemática ecológica.
Lo más singular es que mientras el debate se ha ido minimizando cualitativamente, los cambios generados en la naturaleza exigen (y alertan) lo contrario.
La cantidad de elementos incorporados a este presente crítico dejan en desuso los manuales y obligan a repensar situaciones desde la creatividad y la apertura mental.
Precisamente esta apertura de la que hablamos hace que dentro de cualquier debate relacionado con la producción de bienes no se pueda dejar de lado el concepto ambiental, ese mismo que adrede se está soslayando por parte de gobiernos y privados, en medio de una fuerte hipocresía generalizada.
Desde la reforma constitucional de 1994 se incorporó a nuestra Carta Magna el concepto de medio ambiente y ecología y desde esa fecha hasta el presente, el tema fue ocultado de modo inconcebible.
La ecología en nuestro país sigue siendo poética en los discursos e “impracticable” en la gestión gubernamental, que vive buscando excusas al respecto.
Se trata de una “piedra en el zapato” para aquellos que quieren seguir adelante, teorizando viejos conceptos que sostienen que la Tierra es dadora de todo a cambio de nada.
Por eso la mala noticia es que hoy día en los ámbitos de toma de decisiones -sean privados como públicos- nadie considera seriamente el concepto medioambiental. Pero hay una buena noticia y es que el cambio que ha de llegar, es inexorable.
La ecuación productiva no puede dejar de lado a estas alturas el factor ecológico por lo tanto, no pasará mucho tiempo más sin que comiencen a llevarse a cabo acciones concretas.
En 2007 fue rejerarquizada la secretaría de Agricultura y su transformación en ministerio (cosa que finalmente ocurrió en 2009), nos plantea hoy la necesidad de ejercer un nuevo cambio, más allá del concepto de “agroindustria” promovido por la gestión actual apenas iniciado el gobierno a fines de 2015.
Sería algo saludable (aunque seguramente polémico en medio de tantos promotores de agroinsumos dentro de la cadena ministerial), que la cartera que dirige la producción primaria y la pesca, incorporara para si todo lo relacionado con el actual Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable, que “conduce” el Rabino Sergio Bergman.
LA EXPERIENCIA ESPAÑOLA
Esta dualidad en la gestión ministerial fue promovida en España en 2008, a partir de la creación del “Ministerio de Medio Ambiente, y Medio Rural y Marino” que a partir de dicho ordenamiento se convirtiera en el “encargado de la propuesta y ejecución de la política del Gobierno en materia de lucha contra el cambio climático, protección del patrimonio natural, de la biodiversidad y del mar, agua, desarrollo rural, recursos agrícolas, ganaderos y pesqueros, y alimentación”.
Al mismo tiempo se creaban las siguientes dependencias:
El cambio indudablemente resultó muy fuerte o tocó intereses de algunos sectores: no es común destinar un ministerio a evaluar el cambio climático y ser “puntilloso” con temas que hacen a la ecología.
Por lo que ante la llegada del nuevo gobierno español surgió un nuevo cambio, en 2011, al generarse la reestructuración del “Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, creado por el Real Decreto 1823/2011, de 23 de diciembre, por el que se reestructuran los departamentos ministeriales (…)”
Las consideraciones para este ministerio son bastante similares al anterior y los españoles definen su actividad del modo siguiente: “al Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente compete la formulación de las políticas de calidad ambiental y prevención de la contaminación y el cambio climático, la evaluación de impacto ambiental, el fomento del uso de tecnologías limpias y hábitos de consumo menos contaminantes y más sostenibles, la protección del medio natural, la biodiversidad, y la conservación y uso sostenible de los recursos naturales y su adecuada preservación y restauración”.
Pone énfasis en el tema de las aguas al precisar que “corresponde al departamento la definición, propuesta y ejecución de la política comunitaria en materia de aguas, que, frente a una concepción tradicional limitada casi exclusivamente a la gestión del dominio público hidráulico y de las obras de esta naturaleza, prioriza, de acuerdo con la Directiva Marco del Agua, el objetivo de alcanzar un buen estado ecológico de las aguas, para lo que es preciso abordar un complejo proceso de planificación hidrológica”.
Se refiere al mar, pero también a la biodiversidad marina al indicar que “Al Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente incumbe, igualmente, la propuesta y ejecución de la política del Gobierno en materia de protección y conservación del mar y del dominio público marítimo-terrestre, así como la participación en la planificación de la política de investigación en materia de biodiversidad de los ecosistemas marinos, todo ello desde una perspectiva que haga compatible la importancia estratégica del litoral español para el desarrollo económico y social con la necesidad de preservar el medio marino y evitar su degradación, en el marco de la política comunitaria sobre gestión integrada de las zonas costeras”.
Son órganos superiores y directivos de este ministerio, dependientes directamente del Ministro:
Por otra parte, el organismo autónomo Parques Nacionales queda adscrito al Ministro, que lo presidirá.
La idea española por cierto no aparece fuera de lugar y tiene un correlato con los tiempos por venir donde la sustentabilidad entre producción y ambiente no pueden estar el uno sin el otro.
Nuestro país y particularmente debido a las ultimas calamidades meteorológicas, no puede hacer caso omiso de ocuparse efectivamente de cuestiones relacionadas con la ecología.
Las obras hidráulicas necesarias, el mantenimiento de éstas, la deforestación, la desertización, la emisión de gases producto de la ganadería, el abuso de los agroquímicos y otro sinnúmero de temas no pueden circular por canales distintos, sino que deben ser englobados en un mismo nicho para poder capitalizar conocimiento y dar soluciones integrales a los problemas.
La degeneración del ambiente rural, que ha sido un resorte más que ha servido para expulsar al sujeto agrario de su lugar de pertenencia, pareciera que adrede ha transformado al paisaje rural en un cuadro de soledad, que lejos de transmitir paz y tranquilidad, termina produciendo desolación y con ello un desvalor negativo para la vida comunitaria.
Es probable que tal escenario se haya “dibujado” adrede por parte de quienes quieren un campo abandonado y apuestan a pueblos fantasmas, sin embargo el propio sujeto agrario está llamado a ser el “Gendarme de la Ruralidad” velando por los temas relacionados con el medio ambiente y la salud de la población.
Si no logra establecerse esta manera y no se lanza un alerta vigilante de la situación, no pasará mucho tiempo hasta ver convertidos los vergeles en páramos inhóspitos.