Un 22 de noviembre, pero de 1992, 'El Toro' Roberto Mouras se estrellaba contra un talud de tierra y perdía la vida, cuando lideraba la final del TC en Lobos.
Hay ídolos populares que trascienden a su actividad. Roberto José Mouras fue más allá del automovilismo. Pero no solo por sus méritos arriba de un auto de carrera donde sobresalió por su tricampeonato en el Turismo Carretera.
Mouras fue uno de los mejores pilotos que dio la Argentina y también un campeón solidario que no vivió en una burbuja y tuvo compromiso social para ayudar a los que más necesitaban. El 22 de noviembre de 1992 sufrió su fatal accidente en Lobos y ese día nació su leyenda.
Nació un 16 de febrero de 1948 en Moctezuma, pero se mudó a Carlos Casares donde realizó sus estudios secundarios. Fue un gran amigo, vecino y como vivió en una localidad de la provincia de Buenos Aires, donde el TC siempre pisó muy fuerte, mamó su amor por las carreras. A los 18 años se inició en los zonales gracias a la peña “El platino roto” con un coche de la marca de sus amores: un Chevrolet 400 Súper Sport y no tardó en ganar su primera carrera.
En 1968 llegó al ámbito nacional y lo hizo en la categoría Turismo Anejo J, hoy llamada Turismo Nacional. Fue con un Torino, misma marca con la que dos años más tarde debutó en el TC. Fue el 30 de agosto de 1970, en la Vuelta de Chivilcoy y finalizó octavo en la carrera que ganó Luis Rubén Di Palma (Torino), quien llevó como acompañante a Palito Ortega.
Mouras tuvo fuertes accidentes como este espectacular vuelco en Tandil en 1982. Ya corría con Dodge (Foto archivo CORSA).
El “Príncipe de Carlos Casares” (uno de sus apodos), en poco tiempo se ganó el respeto de sus colegas. Entre ellos Carlos Marincovich que lo ayudó a sumarse al equipo oficial de General Motors (GM). En 1974 el sueño se hizo realidad ya que pudo competir en una de las escuadras más importantes y con una de las cupé Chevy de color rojo. La marca del Moño Dorado tuvo dos corredores de primer nivel para pelear por el título.
Junto a Omar Wilke fueron los artífices del mítico “7 de Oro”, en base a los colores que llevaba por su auspiciante. Fue el coche con el que logró seis triunfos consecutivos en 1976. Un récord que aún no fue batido.
En ruta y en autódromos con rectas largas como el de Buenos Aires, las cupé Dodge GTX mostraron un gran rendimiento por su impulsor, pero en particular por su aerodinámica. Con este modelo Mouras volvió al triunfo en 1981 y ganó un total de 27 carreras. Se quedó con los títulos en 1983, 1984 y 1985. Fueron los años de aquellas luchas épicas con Oscar Roberto Castellano, su rival más fuerte en la popular categoría.
En 1992, ante el reciente retiro del Pincho Castellano, muchos se preguntaron si Mouras seguiría su camino a fin de año. Tal vez lo pensó, pero no quiso colgar el casco sin ser campeón con Chevrolet. Fue la bandera de la marca. Ganó en el arranque corrido en Santa Teresita y a mitad de temporada se impuso en un carrerón en Buenos Aires.
El 22 de noviembre en el circuito semipermanente de Lobos (penúltima fecha) lideró la carrera ante el ataque de José María Romero (Dodge). El Chevrolet de Mouras empezó a doblar de costado. Y faltando seis vueltas sufrió el accidente que le costó la vida. Se le rompió la goma delantera izquierda y golpeó de su lado contra un talud.
El impacto fue letal para él y su acompañante Amadeo González. Hubo dos hipótesis sobre la rotura de la goma, nunca confirmadas. Una que afirma que estaba muy gastada. Para sacarle el dibujo se torneaban esas cubiertas y en velocidad se adherían al asfalto por el calor, pero también se degradaban. La otra conjetura es que se habrían roto los anclajes del elástico de la suspensión.
Tenía 48 años. Fue declarado ganador post mortem. Esa fue la victoria número 50 del Toro. Corrió 259 finales, es decir que festejó en una de cada cinco disputadas. Mouras todavía es el segundo más vencedor en la historia del TC, superado solo por Juan Gálvez, con 56 éxitos, el más campeón de la octogenaria categoría con nueve campeonatos.
Cada vez que ganó cumplió con su rito de volver a Carlos Casares. Siempre festejó con los suyos. Su costumbre era detenerse en una imagen de la Virgen de Luján que estaba en el ingreso a la ciudad. Sus recibimientos fueron una fiesta y saludó a todos sus vecinos arriba de un camión de bomberos. Era y es el gran orgullo de los casarenses.
Una semana después de su fallecimiento un vecino de Lobos comenzó un tributo que hoy sigue. Fue al punto del accidente ubicado en la ruta 205 en el kilómetro 101, cerca del cruce con la ruta 41 donde hay un santuario en el que los fanáticos le rinden homenaje.