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Ligia Piro: entre una niñez triste y una brillante actualidad - Semanario de Junín

CULTURA | 25 MAY 2025

LA MAGIA DE UNA VOZ DISTINTA

Ligia Piro: entre una niñez triste y una brillante actualidad

La cantante, intérprete y actriz, hija de Susana Rinaldi y de Osvaldo Piro, de importante formación musical y una trayectoria de más de 30 años, lleva editados ocho álbumes y realizado innumerables espectáculos en los que suele reunir géneros universales.



Ligia Piro (1 de agosto de 1971) es una brillante voz de jazz y actriz. Es hija de la cantante y actriz Susana Rinaldi y del bandoneonista Osvaldo Piro y hermana del también cantante Alfredo Piro. Está casada con el baterista y productor musical David Libedinsky, de cuya unión nacieron tres hijos: Román (18), Alex (15) y Elisa (11).

Ligia fue Premio Konex 2005, como “Solista de Jazz”. Pertenece a una familia de artistas de renombre que marco su formación artística. Estudió canto en el Conservatorio Nacional de Música López Buchardo con los maestros Roberto Britos y África De Retes. Se formó como actriz en la escuela de Teatro de Agustín Alezzo y comenzó su carrera artística combinando ambas artes escénicas. Creo su propio sello “GatoPop Records” y además realizó trabajos en cine y televisión. Condujo el programa de TV "Clásicos del Tasso", que ganó el Martín Fierro de Cable en 2017 y el Premio FundTV en 2018. Fue nominada a los Premios ACE y Premios Gardel a La Música por diferentes eventos artísticos. Lleva editados siete álbumes de manera independiente, el último de ellos denominado "Love" en 2018, íntegramente de jazz con invitados especiales. La crítica especializada, siempre se ha referido a ella de manera elogiosa al evaluar su desempeño artístico y profesional. Con una carrera consolidada de casi 20 años, su actividad transcurre entre su labor de mamá de tres hijos, las giras de conciertos y la grabación de un proyecto discográfico.

“Yo no suelo cantar tangos, lo hago de este modo como lo acabo de hacer con mi papá en el último Festival de La Falda, porque es una invitación que me hizo con su orquesta. Y son momentos de cruce que me nutren mucho como artista. Pero yo elegí el jazz para interpretar cuando empecé a cantar. Porque era un género que me prendió de muy chica. Había mucho material en mi casa y empecé a escuchar esa música porque cuando tenía ocho años me gustó la tapa de un disco de Billie Holiday. Lo empecé a escuchar y algo me hizo referencia a la voz de mi abuela. Además, estaba conectándome justo con el inglés, porque me habían cambiado de colegio y ahí tenía ese idioma. Eso también me ayudó a meterme en un idioma que no conocía a través de las canciones. Cuando terminé el secundario empecé a estudiar teatro y también en el conservatorio nacional de música. Fui muy poco tiempo, pero ahí empecé a conectarme académicamente con la música”, le confesaba a Sergio Sánchez, periodista de “Página/12”.

En aquella entrevista realizada por Sánchez en el día del último cumpleaños de Ligia, en 2024, el periodista le preguntó cómo veía el estado general de la cultura en ese momento del país. “El artista siempre tiene algo para decir. Y tiene que acompañar los tiempos. No es una obligación, pero en general acompaña los tiempos y los altibajos del contexto. El artista tiene una pulsión que no lo deja parar y necesita manifestarse. Mi mirada es colectiva, yo no concibo la vida de otra manera. Yo tengo trabajo y genero trabajo, me produzco todo lo que hago. Es una cadena que no para. Desde que el dueño del teatro o del boliche abre hay un boletero que está cobrando un sueldo, hay acomodadores, mozos, cocineros. En este momento hay compañeros míos que la están pasando muy mal y muchos no llegan a fin de mes. Y eso es muy duro para la cultura. El Estado podría acompañar un poco más. Pero ahí ya se requiere una mirada más sensible de la situación cultural del país. Nos cuesta, pero hay que seguir remando. Es la que nos toca. Siempre hay crisis, el bolsillo aprieta y los artistas somos los primeros que empezamos laboralmente a padecer esa situación. A veces remamos en dulce de leche, pero en mi caso nunca me podría quedar quieta. Y si apremiara tanto la situación creo que terminaría parada cantando en una plaza con un bombo y a la gorra”.

En otra nota periodística, ahora del diario “La Nación”, Ligia confesaba la tristeza que atravesó en su niñez: “Mis padres han sido dos personas extremadamente generosas. A mi hermano (Alfredo, también cantante) y a mí nos enseñaron a seguir nuestros instintos, a ser perseverantes; y nos mostraron todas las herramientas para desenvolvernos en la vida y en nuestras carreras. Sin embargo, tuvieron una actitud con la que yo no estoy de acuerdo: delegaron en otros nuestra crianza. Cuando ellos decidieron terminar con su matrimonio, mi hermano y yo éramos muy chicos: yo tenía cuatro 4 años y él, 2. La de mis padres fue una separación abrupta: de la mañana a la noche, mi papá ya no estaba más en casa y mi mamá no nos explicaba nada. Hoy no se le hace eso a un chico. Y en el medio, la dictadura militar. Si bien fue algo progresivo, no por eso fue menos doloroso. Como mamá no tenía trabajo en la Argentina, empezó a ir a Francia. A veces, se iba por un mes o dos, y, después, regresaba. Y así. Mi mamá estaba absolutamente convencida de que tenía que hacer su carrera. Cuando ella viajaba, mi hermano y yo pasábamos largas temporadas en lo de mis tíos abuelos, que vivían cerca de casa. Y también con mi abuela Ángela, que había enviudado muy joven; ella se mudaba a mi casa. Junto con mi abuela también se instalaba mi bisabuela. De chica hablé muchísimo más con mi bisabuela y con mi abuela que con mi mamá”.

Cuando “La Tana” Rinaldi evocó sus años en Europa, insinuó que Ligia y Alfredo se lo tomaron bien, con naturalidad. “Bueno… es su mirada. Entre mis 6 años y mis 15 no tengo buenos recuerdos. Sentía mucha soledad y una angustia diaria; lo recuerdo como una piedra en el pecho. Dolía. Era una situación fea. Además, en el colegio de monjas al que iba me sentía la rara total. Era la única hija de padres separados, escuchaba a Billie Holiday y, además, iba al psicólogo. Es que, como mi mamá se psicoanalizaba y pensaba que la terapia hacía bien, también me mandaba a mí. ¿Ves? Ahí sí estuvo bien”.