La apatía electoral pisa fuerte en 2025. El último domingo en Misiones, el oficialista Frente Renovador de la Concordia, encabezado por Sebastián Macías, logró imponerse con el 28,60% de los votos en las elecciones legislativas. Pero el verdadero dato que hizo ruido no fue quién ganó, sino cuánta gente no fue a votar: solo participó el 55,41% del padrón, una cifra que confirma un fenómeno que ya venía asomando en otras provincias y que prende luces de alerta en todo el mapa político.
La participación fue incluso menor que en 2021, cuando todavía regía la emergencia sanitaria por el Covid y había restricciones de movilidad. Aquel año, en una elección de características similares, el porcentaje alcanzó el 59%. Pero ahora, sin pandemia y con un contexto político convulsionado, el número se desplomó. Muy lejos quedó el 70% de asistencia que tuvo la elección a gobernador e intendentes del año pasado, y aún más el 78% de 2017.
Con este resultado, Misiones se suma a una tendencia nacional que empieza a consolidarse: la desafección ciudadana con la política. En Santa Fe, donde se eligieron convencionales constituyentes, votó apenas el 55% del padrón. En Chaco, la concurrencia fue del 52%. En la Ciudad de Buenos Aires, uno de los distritos con mayor historial de participación, se registró un piso histórico del 53,3%. La marca más baja desde el regreso de la democracia.
En Salta, con 1.092.561 personas habilitadas, solo el 59% acudió a las urnas. Allí el gobernador Gustavo Sáenz logró retener la mayoría, salvo en la capital, donde La Libertad Avanza dio el batacazo. En Jujuy, el número subió levemente, pero no pasó del 64%, mientras que en San Luis, Claudio Poggi se impuso frente al histórico Alberto Rodríguez Saá, con apenas el 60% del padrón presente. El patrón se repite: gane quien gane, el verdadero ausente es el votante.
En este marco, el extenista Diego Hartfield y candidato a diputado por La Libertad Avanza (quien quedó segundo), lanzó una denuncia contra el oficialismo: “Anoche me fui a dormir con mucha bronca”, escribió. Según él, “lo que pasó con la carga de datos fue una vergüenza”, y apuntó a una supuesta manipulación de los resultados oficiales. “Eso no es transparencia, eso es manipulación”, sentenció a través de sus redes sociales.
Hartfield destacó que en Oberá, su ciudad, fue la fuerza más votada y celebró el crecimiento de su espacio. “Ahí confiaron en este camino nuevo”, escribió. También marcó que el oficialismo hizo su peor elección en años: “Aunque quieran disfrazarlo de festejo, para ellos esto fue un fracaso”. Además, cargó contra la ley de lemas, a la que calificó como “una distorsión del sistema democrático” y pidió discutirla: “Hay que animarse a cuestionarla con fuerza”, remató.
Más allá de los reclamos opositores, lo cierto es que la La Libertad Avanza se posiciona como principal fuerza opositora en la provincia. Hartfield remarcó que el Frente Renovador perdió cinco bancas en la Legislatura y no alcanzó el 30% de los votos, un resultado impensado años atrás para una fuerza con dominio casi total del poder provincial.
La señal es clara. Mientras los oficialismos provinciales, salvo en CABA, logran mantener el control, el sistema político enfrenta una amenaza más silenciosa pero no menos profunda: la desconexión del ciudadano con el proceso electoral. Los partidos ganan, pero con menos gente votando. Las urnas ya no suenan como antes.