“Nada nuevo bajo el sol excepto lo olvidado”. Olvidado u ocultado. La cadena Pumper Nic llegó a Junín entre 1974 y 1976 y se ubicó a la vera de la RN7. Como pacto preexistente y como para que nada cambie, el recuerdo volvió a hacerse carne en 2025 con distintas denominaciones comerciales, pero con un único júbilo, la del intendente municipal de la ciudad de Junín, Pablo Alexis Petrecca, fiel observador de los legados preexistentes. Mantener un mismo rumbo.
Pumper Nic fue una cadena argentina de restaurantes de comida rápida, muy popular durante la década de 1980 y principios de la década de 1990. El origen de su nombre fue inspirado en un tipo de pan originario de Alemania, el pumpernickel . Sus menús más conocidos eran el sándwich Mobur y las papas fritas Freny's, y su eslogan era ‘La nueva forma de comer’.
El nacimiento de Pumper Nic fue en 1974, un año marcado por la muerte del entonces presidente Juan Domingo Perón y por una violencia política extrema que no haría más que escalar. En ese contexto, con el sólido argumento de que nadie iba a querer comer hamburguesas en un país donde el bife de chorizo, un corte de carne tierno y sabroso, era un estandarte nacional, se impuso un local de hamburguesas que importó también el sistema de franquicias, hasta ese momento desconocido en Argentina, algo que había nacido a mediados del siglo XIX en Estados Unidos.
Alfredo Lowenstein creó Pumper Nic a través de la empresa Facilvén, con la que pudo desarrollar sus negocios en Argentina y junto a su hermano Ernesto ejercía como empresario ganadero. Los Lowenstein eran conocidos dentro del universo ganadero, y la marca Paty había sido presentada en sociedad el 1 de julio de 1960 en la tradicional Exposición de la Sociedad Rural Argentina del barrio porteño de Palermo.
De a poco y con resistencias -nos dice la escritora Solange Levinton- la hamburguesa se fue transformando en un plato práctico para las amas de casa, que fueron la punta de lanza de una de las marcas más emblemáticas de la Argentina. A partir de 1975 comenzó a expandirse como franquicia, convirtiéndose en la primera cadena argentina de comida rápida.
En sus primeros años, el logotipo de la marca era muy similar al clásico de Burger King, que por aquel entonces no operaba en Argentina. La mascota del negocio era un hipopótamo verde llamado Nic, cuyo impacto popular lo llevó incluso a ser incluido en el premiado cortometraje francés Logorama.
El negocio se expandió con rapidez por todo el país, llegando a contar con más de setenta locales y a facturar 60 millones de dólares al año. Sin embargo, su crecimiento fue demasiado rápido y nunca se logró mantener un control efectivo desde Buenos Aires sobre los franquiciados. La falta de homogeneización generó grandes diferencias de calidad entre las distintas sucursales.
Además de la historia de una marca, de una empresa, y de la familia que está detrás, la de Pumper Nic es una saga que permite observar parte de la historia argentina reciente
A pesar de su intención de encaminar la marca, Pumper Nic ya no era lo único que requería la atención del empresario Alfredo Lowenstein, que se repartía entre los hoteles, la cadena de comida japonesa Sensu, el Paseo de la Infanta y la apertura, junto a dos socios, de Paseo Alcorta, uno de los centros comerciales más sofisticados de Capital Federal. Sin nostalgia por el pasado, Alfredo decidió seguir la tradición familiar: ceder el mando de su primera empresa a la siguiente generación.
Lowenstein legó Pumper Nic a sus hijos Diego y Paula en 1990, quienes debieron hacerse cargo de un negocio en caída libre: la cantidad de sucursales descendió de 56 en 1993 a 35 en 1995, y el sistema de franquicias colapsó en su totalidad en 1996.
Primer local de Pumper Nic
Una demanda de Burger King obligó a Pumper Nic a eliminar su clásico logotipo y a acortar su nombre comercial a Pumper, dado que ambos eran un plagio de ésta. Luego, el negocio se fue a pique: una venta de la que existen diversas versiones, un suceso trágico e impensado, desavenencias familiares y, finalmente, la salida opaca de los Lowenstein de Pumper Nic.
La familia Lowenstein optó por vender la cadena de restaurantes para asociarse con Wendy's, que desembarcó en Argentina ese mismo año. Los nuevos propietarios, los empresarios inmobiliarios Goldstein y Rosenbaum, no supieron relanzar el negocio y Pumper Nic cerró finalmente en 1999 tras declararse en bancarrota.
EN JUNIN
Si bien es cierto que la ciudad ya contaba con diversos establecimientos dedicados a la manufacturación de ese producto cárnico, que nunca contaron ni con la vista ni el apoyo del mayoral Petrecca, abastecen a la ciudad para su consumo diario. A pesar de los titulares de la prensa adicta hay más del 41% de la población que consume las hamburguesas sin ir a los locales fuertemente promocionados, ni que figuren en ningún comentario de primera plana.
“Traiga a sus invitados, nosotros ponemos la fiesta”. Ese es el eslogan que aguarda la agenda por los 200 Años de Junín, reivindicando a la hamburguesa como punto de encuentro
Quizás la verdadera pregunta que hay que realizarse, más sobre la cantidad de personas que han concurrido a esos establecimientos gastronómicos, es de dónde han provenido los capitales de esos visitantes; si los mismos llegaron de los distintos estratos sociales o sólo fueron una franca repetición de personas de un nivel determinado. El clásico esnobismo de los primeros días y la posibilidad del arribo de gente de la zona hace que hoy por hoy el sol salga desde Junín.
Lo demás, todo los demás, sobre vías muertas. Calles cerradas. Pistas cerradas. Nada entra ni sale de los ya establecido. No por un estricto control de estado, antes bien es por un perpetuo estado municipal inmovilizado por dirigencias primigenias, distantes de irrefutable realidad de que la ciudad se sume en un sempiterno detrimento.
Las hamburguesas, merced a la inmensa impronta de las autoridades vernácula, a falta del asado y cortes de carnes vacunas, van ganado sus espacios en las despobladas heladeras solamente acompañadas por algunos menudos de pollo o cerdo. En sus esfuerzos por igualarnos a una membresía mundial pollo, cerdo y hamburguesas con aderezos, los dirigentes continúan con su porfía de imponen no sin esfuerzo por reposicionar este tipo de cocina.
Estos son los dirigentes que gobiernan. Que siguen la tradición al pie de la letra para que Junín sea el centro burocrático del noroeste bonaerense, un cementerio ordenado envidiado por su estilo. Pero no se amedrente ni se amilane. Sólo restan pocos años para celebrar los 200 años de fundación de nuestra ciudad. El maestresala Pablo Alexis Petrecca y todos los dirigentes ya están trabando ardua, denodadamente en ello. Será “LA GRAN FIESTA”.
“Traiga a sus invitados, nosotros ponemos la fiesta”. Ese es el eslogan que aguarda la agenda por los 200 Años de Junín, reivindicando a la hamburguesa como punto de encuentro. En Argentina, las celebraciones se hacían en las casas, donde el tradicional asado o las pastas de la nona llenaban la casa de alegría y júbilo. Hoy ya no hay alegría ni júbilo en los hogares. Las fiestas, si se hacen, son en locales donde la dirigencia vernácula sueña con el paraíso. Pero el paraíso solo se ve en la gran pantalla. Y no con estos protagonistas.