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Pasacalle y bosta en su casa - Semanario de Junín

NACIONALES | 18 JUN 2025

ESCRACHE A ESPERT

Pasacalle y bosta en su casa

Un pasacalle con la palabra “mierda” y bosta en su vereda marcaron el escrache a Espert, que días antes había lanzado un insulto brutal en la UCA



El diputado nacional José Luis Espert fue objeto este martes de un escrache frente a su domicilio en Beccar. Un grupo de personas arrojó bosta en la entrada de su casa y colgó un pasacalle con la leyenda: “Acá vive la mierda de Espert”.

El hecho fue repudiado de inmediato por el propio legislador, quien lo vinculó con sectores kirchneristas, aunque sin aportar pruebas. “Así comenzaron los terroristas en los años 70″, declaró el economista, fiel a su estilo confrontativo. No tardó en recibir el respaldo de Javier Milei y Patricia Bullrich, quienes también rechazaron el episodio.

“LA GRAN PUT*”

Pero detrás del escándalo, hay una secuencia que conviene repasar con cuidado. Hace apenas una semana, en una charla en la Universidad Católica Argentina (UCA), Espert contó —entre risas— que, en una reunión informal en el Congreso, le había dicho a Florencia Kirchner que era una “hija de una gran puta”.

La declaración fue recibida con un largo abucheo por parte del público presente, que no convalidó el exabrupto. No se trató de una metáfora o un eufemismo político: se trató de una agresión directa y sin filtros hacia una persona que no ocupa ningún cargo público.

Espert, que varias veces sintetizó su mirada sobre el delito con la frase “Cárcel o bala”, parece olvidar que la violencia no siempre empieza con una molotov o una patota, sino también con la palabra. El insulto gratuito, la deshumanización del adversario, el lenguaje de trinchera constante también forman parte del círculo vicioso que alimenta la intolerancia.

No es menor que el propio diputado haya acusado sin pruebas a “esta gente” —en alusión a militantes kirchneristas— de estar detrás del escrache.

No se trata de justificar el escrache, ni mucho menos de hacer apología de este tipo de episodios. Pero tampoco se puede pasar por alto que Espert ha hecho de la provocación un método habitual. Las consecuencias de ese discurso no siempre son lineales, pero sí previsibles.

Cuando se normaliza el insulto y se banaliza la violencia en nombre de una supuesta defensa de la República, el clima social se enrarece. Y los pasacalles con la palabra mierda aparecen como una respuesta tan brutal como simbólica.

En un país donde los discursos de odio se pusieron éste último año tan a la orden del día, y donde el poder muchas veces se ejerce con una soberbia vengativa, no sorprende que el conflicto se traslade del Congreso a la vereda.