Siempre los mismos

EDITORIAL PUBLICADO EN LA EDICIÓN IMPRESA Y EDICIÓN DIGITAL Nº 468 DE SEMANARIO DE JUNÍN. SEMANA DEL 28 DE JUNIO AL 4 DE JULIO DE 2025

En su sesión del martes pasado, el Senado bonaerense votó positivamente la reelección indefinida de legisladores, concejales y consejeros escolares en el ámbito de la provincia.

Si bien falta todavía que la Cámara de Diputados apruebe el proyecto para transformarlo en ley, el acto no hace más que mostrar la voracidad de poder y conchabo que poseen, al menos, la mitad más uno de los representantes del pueblo bonaerense, reunidos en lo que debiera ser un honorable recinto destinado a encontrar la soluciones para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.

No es la primera vez que manifestamos desde este lugar la devaluación dirigencial sufrida en el último tiempo de nuestra democracia, que nos sitúa en un espacio de desazón política.

Plantear con semejante desparpajo la “eternidad” de un cargo en un año electoral, en lugar de estar ocupados de los problemas cotidianos en materia de economía, educación, salud y seguridad, en una provincia que no está fuera de lo que ocurre a nivel nacional donde las familias se endeudan para poder comer, los estudiantes no se preparan para lo que viene, los jubilados mueren esperando un turno en el hospital y los delincuentes matan sin mediar palabra, no es más que una burla diabólica por parte de quienes se comprometieron a subsanar las necesidades de la población y lo único que hacen es salvar las propias.

No hace falta hablar de los sueldos descomunales en función de la contraprestación que realizan los legisladores y los concejales.

Podríamos pecar en esta crítica generalizada, pero lo hacemos en el convencimiento de que sólo una minoría esté cumpliendo cabalmente con su deber, aunque éstos todavía le deben a la ciudadanía la autocrítica, por el ominoso resultado del conjunto.

Este proyecto de “beca eterna” no resulta una ley en beneficio del bonaerense, sino que es uno más de los privilegios de esta “casta política” en la que terminan ingresando los mismos críticos.

El proyecto deroga las leyes 14.836 y 15.315, que establecen y reglamentan los límites a las reelecciones desde el 2016, quiere decir que pasaron apenas 10 diez años para volver a cambiar el régimen, mostrando que se trata de pura conveniencia.

A punto tal llega el descaro que argumentan que en los cuerpos legislativos, donde hay renovación parcial y trabajo colegiado, “la experiencia es un valor institucional clave”.

¿Acaso no sería moral y éticamente lógico que un legislador o concejal que se postule llegue al cuerpo con una preparación previa, tras haber pasado por la legislatura o el concejo en modo de “asesor ad honorem”, por ejemplo, para ir capacitándose y tener experiencia en estas huestes?

Porqué el ciudadano debe costear el “aprendizaje” de diputados, senadores y concejales; que de buenas a primeras ocuparon una lista y que por gracia y arrastre de su líder partidario llegaron al cargo en modo “paracaidismo”.

No es una novedad que estamos ante una debacle del sistema democrático, ante un abismo de no retorno, debido precisamente a que está manejado siempre por los mismos y por consiguiente no se podrán lograr cambios, porque se encargarán de abortarlos uno a uno para seguir conservando sus deshonrosos privilegios.