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Por qué se celebra el Día de la Pachamama el 1 de agosto - Semanario de Junín

CULTURA | 1 AGO 2025

1 DE AGOSTO

Por qué se celebra el Día de la Pachamama el 1 de agosto

Es la jornada más importante para la cultura andina. La ceremonia ancestral que se mantiene vigente y llegó a las ciudades de Argentina



El Día de la Pachamama se celebra cada 1 de agosto en distintas regiones de América del Sur para honrar a la Madre Tierra. En comunidades quechuas y aimaras de los Andes —desde Argentina, Bolivia y Perú hasta Chile, Ecuador y Colombia— se realizan ceremonias ancestrales, tanto comunitarias como familiares o individuales, en las que se agradece a la Tierra a través de ofrendas por todo lo que ella brinda.

La Pachamama, que en lengua quechua significa literalmente “Madre Tierra”, representa el principio vital que sostiene la vida. Durante todo el mes de agosto se le ofrecen alimentos, bebidas, hojas secas, tabaco, alimentos dulces y palabras. Se abre un pozo en la tierra, se sahúma, se reza, y se bebe caña con ruda, una práctica conocida como corpachada, en la que se entrelazan la memoria ancestral, la espiritualidad y la conciencia ecológica.

En los últimos años, la celebración se extendió más allá de los territorios originarios. En ciudades de toda América del Sur—y en otros lugares del mundo— miles de personas se suman a la ceremonia desde plazas, centros culturales y hogares, como forma de reconectar con la Tierra.

La Pachamama

En el norte argentino, el Día de la Pachamama se vive con particular intensidad. Si bien la conmemoración se extiende a lo largo de todo el mes, es el 1 de agosto cuando, según dicta la tradición, se realiza la ceremonia central de ofrenda a la Madre Tierra, “en agradecimiento por todo lo que previó y brindó”, explica Horacio Delfín Galán, docente, guía en el Pucará de Tilcara y miembro de la comunidad kolla.

Para los pueblos quechuas, aimaras y otras comunidades andinas, la Pachamama es una presencia cotidiana: se le habla, se le pide, se le agradece. Desde el nacimiento hasta la muerte, todo ocurre bajo su mirada invisible pero sentida. “La Pachamama no se ve, pero se siente”, cuenta. Este vínculo profundo se remonta a tiempos anteriores incluso al Imperio Inca. En el calendario agrícola andino, agosto marcaba un momento crucial: tras el descanso invernal, la tierra despertaba. Y antes de sembrar, era necesario nutrir a quien siempre nos nutre.

Con la llegada de los colonizadores españoles, muchas de estas prácticas fueron perseguidas o relegadas al silencio. Sin embargo, la tradición ancestral resistió, se adaptó y sobrevivió. Hoy, la figura de la Pachamama sigue ocupando un lugar central en la cosmovisión andina. “Su presencia en el cosmos se manifiesta a través de tres planos: el Kaypacha (el mundo del presente), el Ukupacha (el mundo interior o pasado) y el Jananpacha (el mundo superior o futuro).

Cómo se celebra

El 1 de agosto es el día central de la celebración, pero los preparativos comienzan mucho antes, entre abril y mayo. Inician con la cosecha de maíz, para hacer la harina con la que prepararán los tamales, y preparan el charqui (carne deshidratada). También cosechan habas (para hervir sus semillas). El día de la ceremonia y las ofrendas, comerán todo hervido: las habas, las papas oca, guiso de papa lisa, guiso de quinoa. No hay nada asado ni frito.

Los rituales que se transmiten de generación en generación varían según la región y la comunidad, pero todos comparten un mismo propósito: honrar a la Tierra y renovar el vínculo espiritual con ella. El gesto más común y simbólico consiste en cavar un pozo en el suelo, que representa la boca de la Madre Tierra.

Antes de iniciar el acto, los guías espirituales o líderes comunales invocan a sus ancestros y a las energías del lugar, pidiendo permiso para abrir el canal sagrado que conecta a los humanos con la tierra. Luego, se deposita dentro del pozo una olla de barro que contiene alimentos, plantas medicinales, bebidas fermentadas y otros elementos cargados de significado.

Una vez depositadas las ofrendas, se cubre nuevamente el pozo con tierra, en un gesto que simboliza la devolución y el respeto. Sobre ese montículo, quienes realizan las ofrendas suelen colocar piedras, flores, hojas secas y lanas de colores, formando lo que se conoce como centro ceremonial, un espacio sagrado que permanece como huella visible del ritual.

El cierre de la ceremonia está marcado por un momento de recogimiento y gratitud. Se agradece a la Pachamama por el buen tiempo, las cosechas y los beneficios de la tierra, y se eleva una petición para el ciclo que comienza: salud, protección y equilibrio para las familias y el territorio.