La insectificación del hombre por el modo de producción, entiéndase, la reducción del significado de la vida por el capitalismo salvaje es una consecuencia, la supuesta sensación de bienestar en ella es un anhelo del modelo, el desdén del laburante promedio o de la población ingresante a la actividad económica ante la situación circundante un hecho cada vez más preocupante. La revalorización del espíritu del hombre se hace entonces un deber, porque si el hombre sabe lo que vale, su dimensión entera, jamás habría de abnegar su vida a la materia.
Para abandonar la abstracción propongo enlistar algunas situaciones comunes en las que la realidad ha ido reduciendo su significancia y cuyo origen no es cosa del azar, sino una desvalorización y desprotección sistemática del modelo plutocrático demo liberal: El trabajo reducido al salario, al día de cobro; El progreso, a sueños cada vez más pequeños y materiales; El trato a la comunidad como un parásito del progreso individual; La democracia, a las fechas de las elecciones, las cuales suelen estar representadas por propuestas-parches y de candidatos, el menos peor; La Nación como algo ajeno, casi inexistente. Al comprender el hombre y a la mujer como materia y espíritu, estos conceptos se completan. Desconocer el lado espiritual, es construir una sociedad inestable. El laburo es un ordenador social, brinda sentido, es una vía de dignificación; La comunidad, es la solidaridad con mis semejantes, porque nadie se realiza en una comunidad que no lo haga; La democracia, el modelo de organización en el que se debe hacer solo una cosa, lo que el pueblo quiere.
Lo que propongo, es que al menos los tres últimos modelos de gobiernos han ignorado, incluso negado, la porción espiritual del hombre hecho en mutua relación con la destrucción del trabajo, lo que ha expandido el individualismo hasta su expresión última: el anarcocapitalismo representado por el presidente Javier Milei.
Deben plantearse discusiones íntegras y maduras, haber reducido la asistencia a dar, sin estar respaldada por el valorar, afectó el esfuerzo y promovió la ociosidad, madre de nada bueno es la ociosidad. Pero, tampoco se puede obviar la gran persecución tributaria que existe sobre aquellos que se atreven a comenzar un negocio y deben atestiguar como los mejor ubicados van con una ventaja basada en haber transado con el administrador local de turno. O como una mala planificación en los derechos dificulta a los pequeños y medianos empresarios en la contratación, iniciando una guerra entre empleados y empleadores que derivó en cada vez peores condiciones, observe la proporción entre trabajo formal e informal, el final siendo un progreso imposibilitado para ambas partes. Así también, la desregulación del comercio exterior, su apertura carente de administración, impactando catastróficamente desde el comerciante, que ve mermada la venta por la poca plata en la calle hasta el fabricante, que tiene que competir contra precios irrisorios.
Asistimos a un panorama para los laburantes y emprendedores hostil mientras que todas las semanas llegan noticias de tratados y pactos con empresas multinacionales, gigantes que explotan y saquean nuestro suelo y nuestra materia gris. Lo descabellado es que el entreguismo se haga con tanto alardeo.
El campo se ha vuelto exclusividad. En las urbes nos rodea como un paredón, porque es imposible acceder a alguna hectárea de tierra, a la vez que ha cercado cada vez más espacio en pos de su desarrollo. Su concentración nos ha arrebatado las oportunidades pequeño agrícolas o ganaderas.
En este clima, las empresas aprovechan para impulsar “trabajos libres” donde se promete rápidamente producir para uno mismo, en realidad, este trato de micro emprendedor enmascara una relación de engaño laboral, siendo un tipo de laburo siquiera incluido en el marco legal. A tal punto que se intenta normalizar la venta de contenido digital para adultos, es la digitalización del trabajo sexual, la conversión más moderna del cuerpo en mercancía capitalista.
Al trabajo se lo fue dirimiendo tanto en su plano económico como espiritual, provocando el agrietamiento de lo que debía ser la unidad máxima, la de los trabajadores argentinos. Se fue diluyendo el honor de ganarse el pan con su sudor, de vivir satisfactoriamente con su familia. Se le quitó aquellos sueños y se le entregó una forma de vida basada en el consumo el cual ni siquiera es capaz de satisfacer, se reemplazó las aspiraciones de construir por consumir en soledad.
Avizoro dos posibilidades, se sigue por este camino de indiferencia ante el descarado vaciamiento nacional y entreguismo anglófilo tanto espiritual como material creyendo que no nos va a afectar o, erigimos una democracia que dignifique el trabajo argentino en todas sus aristas, base ineludible para la pacificación, base para el progreso.