Cuando finaliza un ciclo, es necesario hacer dos cosas.
Agradecer y reflexionar. En primer lugar, agradecer:
A los vecinos de Junín que me honraron con su voto para que los representara en el Concejo Deliberante, quiero decirles que siempre actué en base a mis convicciones y tomando decisiones pensadas en la defensa de los intereses de los juninenses y del bien común.
Al personal del Concejo Deliberante, por su trabajo, su esfuerzo y por haberme enseñado a ser concejal.
A mi partido la Unión Cívica Radical, que me formó políticamente, que me permitió aprender a través de su doctrina y que me dio la posibilidad de ser candidato en su nombre. La banca que he ocupado estos cuatro años, no fue mía, porque la elección no es nominal, sino que ha sido y es de la Unión Cívica Radical.
Como dirigentes políticos debemos dar testimonio cuando los vecinos nos eligen por el voto popular para ocupar ciertos cargos, debemos honrar ese mandato y cumplir la función para la cual hemos sido electos. Esto es una premisa básica de respeto a la ciudadanía, a las instituciones democráticas y al funcionamiento de los partidos políticos.
A mis colegas concejales, que me facilitaron la tarea en un primer momento, y que me permitieron crecer como persona al poder intercambiar nuestras opiniones, con acuerdos o con disidencias, pero siempre con respeto.
A Guillermo Tamarit, a Danya y a la UNNOBA.
A mi familia. Especialmente a María, a Pilar y a Lucia.
En segundo lugar, reflexionar.
Cuando se actúa políticamente, se lo hace por motivaciones. Estas motivaciones habitualmente que están relacionadas con la ideología, con la referencia a un líder o a un dirigente político, o por la tradición.
Creo que en mi caso reúno las tres motivaciones: Mi identificación con el Radicalismo, el reconocimiento a la figura de Raúl Alfonsín y la militancia y la conducta que me dieron mi padre Juan José Itoiz y mis tíos Luis y Carlos Itoiz.
Max Weber en “El político y el científico” hablaba de la política como vocación y de la política como profesión. En ese texto brillante señalaba que es fundamental entender el significado de la política en base a la pasión que nos lleva a involucrarnos, pero ese involucramiento debe estar acompañado de la reflexión lógica para poder tomar decisiones.
Vivimos un clima de época en el cual, la racionalidad parece haber pasado de moda. Se vive emocionalmente y la política no está exenta, todo lo contrario, la euforia, la ira, la apatía o el desinterés son hoy constantes en el comportamiento político.
Por eso, para encontrar el equilibrio, fundamental en la actividad política, es necesario hacerlo tanto en base a la ética de la responsabilidad como a la ética de la convicción, tan bastardeadas últimamente.
La vida no es blanco y negro, ofrece matices, nos presenta alternativas y opciones, debemos salir de la trampa a la que nos lleva la polarización y comprender que la construcción del futuro de nuestro país y de nuestra ciudad va a ser posible cuando entendamos que la suma de todos es mejor que el individualismo.
Finalmente, Junín. La ciudad en la que elegimos vivir y en la que probablemente vivirán nuestros hijos y nietos, por eso pensar el Junín del Bicentenario nos ofrece la oportunidad de establecer un vínculo entre los proyectos políticos que expresan los dirigentes y las necesidades que tienen los vecinos.
Una ciudad no se construye de un día para el otro, ni tampoco por acciones espasmódicas, es el resultado de un proyecto compartido, lento y trabajoso; un proyecto de construcción de capital social sustentado en el esfuerzo, en la solidaridad y en el consenso.
El mundo de hoy se mueve en el frenesí tecnológico, y para tener un mejor futuro, debemos adaptarnos y hablar ese idioma y hablarlo con inteligencia.
No podemos abstraernos de esa vorágine, por eso la inteligencia debe estar puesta en encontrar los canales para aumentar el nivel de desarrollo humano, cumpliendo con la provisión de los servicios básicos, y en generar herramientas para el despegue económico.
Este ejercicio mental debe fundarse en un cambio de conductas que hagan posible la concreción de los fines que exceden a nuestro propio interés, sino que beneficien a la ciudad, y que tienen que ver con el desarrollo social, económico, educativo y cultural.
La ciudad ofrece una enorme riqueza. Esa riqueza es única y debe ser preservada y fortalecida.
El mundo de hoy y el de mañana, es indudablemente urbano.
El futuro se diseñará y se decidirá en las ciudades.
Es imprescindible actuar en esa sintonía para alcanzar el progreso que Junín se merece.
Gracias.
Juan Pablo Itoiz