viernes 26 de abril de 2024

CULTURA | 19 dic 2020

CANTO POPULAR

A 10 Años de la muerte de José Carbajal, “El Sabalero”

Con su muerte se apagó una de las voces más queridas de la música popular rioplatense. Era el más uruguayo de los uruguayos, aunque había pasado casi tres décadas viviendo fuera de su país, cumpliendo ese karma oriental del exilio.


Por: Ismael Canaparo

Hace 10 años la canción rioplatense perdía a una de sus voces más queridas, la del compositor y vocalista José Carbajal, “El Sabalero”, que legó a la música de la región obras emblemáticas como “A mi gente” y “Chiquillada”. El ritmo pegadizo y callejero de “Chiquillada” y las estrofas de “A mi gente” (donde por ejemplo fue capaz de decir: “Pueblo divino morrudo sabalero/papel picado botija bajo el sol/ sigue tu lucha de pan y de trabajo/que el tamboril se olvida y la miseria no/”), son la cara visible de una obra que plasmó en 21 discos registrados entre el Río de la Plata y Europa.

José María Carbajal Pruzzo (Puerto Sauce, Colonia, 8 de diciembre de 1943 – Villa Argentina, Canelones, 21 de octubre de 2010), conocido como “El Sabalero”, fue un cantante, compositor y guitarrista uruguayo, autor e intérprete de varias canciones exitosas, tales como como “Chiquillada”, “A mi gente” y “La Sencillita”.

Su lugar de nacimiento, el Puerto Sauce de la ciudad de Juan Lacaze, es uno de los mejores de la zona. Se ubica sobre el Río de la Plata al sur del Departamento de Colonia, a 53 millas de la ciudad de Buenos Aires y a 22 millas de Colonia del Sacramento. Recientemente, recibió nuevas inversiones, incrementando cada vez más la actividad naviera. Su nombre oficial es Puerto José Carbajal “El Sabalero”, en homenaje al cantante y compositor de música popular nacido en Juan Lacaze, pero se lo conoce más por el nombre de Puerto Sauce. Antes de que se construyera alguna infraestructura, los barcos que buscaban refugio de las tormentas ataban sus amarras al tronco de alguno de los sauces llorones que crecen cerca del río.

Realizó sus estudios primarios en la Escuela Industrial Don Bosco de Puerto Sauce y un año de la escuela secundaria en el liceo público, abandonándolo para comenzar a trabajar de obrero en las fábricas textiles asentadas en su pueblo natal. Completó de noche los estudios secundarios en un liceo nocturno libre, organizado por él y otros obreros.

En el año 1967, Carbajal se mudó a Montevideo con su guitarra al hombro y pocas ropas: quería ser cantor. Peñas, mítines políticos y recitales callejeros fueron sus primeros escenarios. De inmediato tuvo la ocasión de editar un simple para el sello Orfeo, cuatro chamarritas, que pasó prácticamente desapercibido. Dos años más tarde, en 1969 grabó su primer LP, titulado "Canto popular". En este disco, con prólogo de la poeta Idea Vilariño, figuraban ya algunas chamarritas que serían parte de su repertorio más reconocido. Las ya nombradas “Chiquillada” y “La sencillita”, además de “Los panaderos”. La obra tuvo el  apoyo instrumental de Yamandú Palacios y Roberto Cabrera, y se constituyó en un notable éxito en Uruguay y América Latina.

Entre 1970 y 1973 el cantor vivió en Buenos Aires. La irrupción de la dictadura uruguaya lo obligó a un exilio que se prolongó por México, Francia, España y Holanda. Un itinerario en el que fue dejando discos grabados en distintos sellos del mundo. A lo largo de su carrera, y de su periplo trotamundos, llegó a grabar 21 discos, con varias reediciones y recopilaciones, como solista o en colaboración con colegas como Fattorusso, Canario Luna y Jaime Roos.

El periodista Fernando D´Addario dice que Carbajal es difícil de clasificar en un género, agregando que “chamarritas, boleros, rancheras mexicanas, candombe, cumbia, milonga, baladas y algo de rock, formaban parte de su repertorio. En cambio, es posible trazar un universo con marca de autor, signado por una dulce melancolía, una nostalgia uruguayísima, recuerdos de putas y ladrones, de noches de ronda y tardes de calle, pero también de infancias urbanas y rurales, adolescencias complejas, jirones de su propia vida hechos canción”.

Hubo un poeta argentino al que “El Sabalero” admiró y reivindicó, y al que colocó por sobre sus propias canciones, rindiéndole tributo en discos como “La viuda” (2006) y “Entre putas y ladrones” (1991). Se llamaba Higinio Mena, también era un exilado en Europa, y murió en Copenhague. En su vida errante llegó a pasarle a Carbajal una serie de temas en un aeropuerto, cantados a Capella y grabados por el uruguayo en cinta, como un tesoro, según contó él en una entrevista publicada por Página/12.

A José Carbajal le calza a la perfección el mote de cantor sin banderas políticas. Al momento de definir una suerte de ideología como sustento de su obra y su postura poética, habría que indicar al anarquismo. A diferencia de Alfredo Zitarrosa y Los Olimareños, con quienes conforma una suerte de sólida trinidad del canto popular uruguayo, “El Sabalero” nunca cantó para el Frente Amplio, ni se sumó a ninguna campaña de la fuerza de izquierda (por descontado que tampoco lo hizo con los partidos Colorado y Nacional). Sobre el final de su vida evidenció un tibio respaldo a la figura del ex presidente José Mujica, sustentado seguramente en el carácter “humilde” del ex tupamaro. El ideario de Carbajal está en su cancionero, un vergel interminable de personajes y situaciones que incluye auténticos clásicos de la canción popular: “La sencillita”, “Borracho pero con flores”, “Pa´l abrojal” y “A mi gente”, por nombrar solo cuatro obras incombustibles, cantadas por uruguayos de todas las edades y en diversas partes del mundo.

El legado musical de José Carbajal ocupa un espacio central dentro de lo que se conoce como cancionero popular uruguayo, un ente en permanente transformación. Muchas de sus canciones no solo son versionadas por jóvenes artistas de Uruguay y la Argentina, sino que adquirieron, además, condición de ineludibles en cualquier reunión donde pinte una guitarreada. “Chiquillada”, por ejemplo, integra el repertorio de diferentes fiestas escolares de muchos países, trayendo al presente una mítica de juego al aire libre, de invención y picardía que, entre los avatares tecnológicos y el culto al individualismo, tiende a desaparecer. De eso, y de muchas otras cosas, siempre directo y sencillo, a semejanza del pueblo, tratan sus canciones.

En la madrugada del 21 de octubre de 2010, José Carbajal estaba trabajando en la computadora, en el dormitorio de su casa en Villa Argentina, ese balneario canario que pertenece al municipio de Atlántida. El cantautor de 66 años trabajaba en el programa “Ceibal Canta”, un proyecto que venía desarrollando desde algunos meses atrás y con el que se proponía recorrer el Uruguay profundo, con especial atención a los pueblos más pequeños, visitando escuelas rurales y contándole a los niños las historias de la zona, acompañándose siempre con canciones. La muerte, a raíz de un paro cardíaco,  lo sorprendió en plena actividad, entregado por entero a las labores del canto, apagando su vida de golpe y entrando, de madrugada y en silencio, al ámbito de la leyenda.

“El Sabalero” fue un uruguayo “de la planta”, ese que le cantaba a todos los pueblos uruguayos con una voz que emocionaba a todos sus espectadores. Relator de historias de los rincones uruguayos, allá donde viven 1, 10 o 500.000 mil personas. Esa capacidad de recitarle las mejores letras al oído a todos, que lo convirtió en uno de esos que no era ni de por allá ni de por aquí, logró una popularidad que goza aún hoy diez años después de su desaparición física.

Libertario y a la vez clasista, su definición de vida pasó por los más humildes, por los más desposeídos. Nacido en la clase obrera, nunca se apartó de ella. Jamás permitió que la seducción del poder le rozara, nunca realizó concesiones de ninguna índole. Férreo, indoblegable, sembró ternura, humanidad e ideas hasta su último aliento. Contestatario desde la cuna hasta la tumba, la suya ha sido una vida de verdad. Un guerrero humanista, un clásico, una figura irrepetible que cada día que pasa hace más falta en una sociedad acosada por la trivialidad, la frivolidad, la tilinguería y el consumismo.

UN HIMNO DE LA NIÑEZ

Sobre “Chiquillada”, José Carbajal reconoció que el tema lo trascendió y la definió como una “canción feliz”, no de “protesta” y que “evocaba la ternura”. Dijo que “se hizo en el momento justo, en 1969. Eran momentos difíciles. Había mucha canción de protesta y justo sale “Chiquillada”. Aunque fuera muy clasista, porque estos chiquilines juegan con pelotas de trapo y en los campitos, no es una canción de protesta, es una canción feliz”.

“Chiquillada”, inmortalizada por Leonardo Favio, Jorge Cafrune y Los Olimareños,  fue además homenajeada con una escultura en la ciudad de Juan Lacaze. El monumento, inaugurado en diciembre de 2009, fue de hecho un reconocimiento a la obra de Carbajal.


 

 

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