martes 23 de abril de 2024

CULTURA | 4 ene 2021

ESTUVO EN JUNÍN HACE 71 AÑOS

Circo Sarrasani, entre la magia, la fábula y los recuerdos

Para las generaciones precedentes, decir Sarrasani era decir circo. Un vocablo perfecto del arte circense. Hasta Enrique Santos Discépolo lo reflejó en “Justo el 31”, uno de sus pocos tangos humorísticos.


Por: Ismael Canaparo

Hace siete años (en julio de 2013, con exactitud) se concretó el regreso al país del mítico Circo Sarrasani, después de su última función en Buenos Aires, en 1972. Lo hizo en un lugar inusual, el Tattersall de Palermo, con un formato de cena show y platos de comida gourmet y entradas desde 900 a 1.350 pesos. El espectáculo reunió  a los 25 de los mejores artistas europeos.

El Serrasani actuó una sola vez en Junín. Fue hace más de siete décadas, bajo la dirección de una joven heredera del circo, Gertrude Kunz, alias Trude, de 36 años. Debutó el viernes 23 de diciembre de 1949, en un terreno ubicado frente a la estación de colectivos, en la esquina de las calles Belgrano y Winter. La monumental carpa cobijó por varios días a una multitud de juninenses, que se acercaron a deleitarse con acróbatas de primer nivel, pinturas humorísticas de payasos y mimos y como rezaba la publicidad que realizó la empresa en el diario Democracia: “Venga a admirar a 200 artistas internacionales, cinco elefantes, focas del Polo Norte, panteras, chimpancés, tigres de bengala, hienas, leones africanos y asiáticos, leopardos, osos polares y del Tibet, caballos sirios, ponys, llamas y monos de diversas razas”. Lo curioso resultó que la empresa decidió realizar una función nocturna al día siguiente, la Nochebuena del 24 de diciembre, con un éxito asombroso, al extremo que hubo gente que tuvo que irse sin poder comprar su entrada, al advertir el clásico cartelito de la época: “No hay más localidades”.

Si alguien se pregunta ¿cómo fueron aquellas veladas a los ojos juninenses? las respuestas serían mínimas. Sin embargo, las hojas amarillentas de los diarios locales reflejan algo, un poco más, del Sarrasani en nuestras fronteras pueblerinas. Conste que le hicimos trampa al pasado periodístico y trasladamos aquellas citas al lenguaje actual, no mejor ni peor: distinto. Por ejemplo, dicen que los payasos enternecieron a los niños inocentes de la época, que a cada pirueta o broma circense les contestaban emocionados al unísono: “¡Bieneennnn!”. Más que los números con animales, la gente disfrutaba mucho más con la fiesta acrobática, esa fantástica comunión aérea. Trapecistas que juegan con sus cuerpos a varios metros de altura, creando formas imposibles, dejando boquiabiertos a los espectadores. El trapecio individual y, el más difícil todavía, el trapecio doble, en el que la bella alemana Ayora Bernsttein reina desde las alturas, paralizando corazones. Sí, en un puño están los corazones de los asistentes, que ni pestañean, no sea cosa que se pierdan el más mínimo detalle. Las acróbatas mujeres se enredan y desenredan, se atan y se desatan allá en lo alto, sin más anclajes ni ataduras que su arte. Lo más sorprendente es la sensual coreografía, con una pizca de erotismo, que crean, a pesar del riesgo que corren. Mientras otra compañera juega con la luna dibujada en lo más elevado de la carpa y se cuelga y descuelga como si fuera un dulce pajarito y estuviera a punto de decir: “Me pareció ver un lindo gatito cerca de la luna”. Más de uno puso cara de intentar con ella el salto del felino…

EL CIRCO SIEMPRE VUELVE

Después de 41 años, la marcha que distinguió al legendario circo Sarrasani volvió a sonar bajo la carpa. Fue un regreso pródigo y feliz para las vacaciones de invierno, junto al renovado Tattersall, al lado del Hipódromo de Palermo. No hubo en la pista elefantes, leones, tigres o caballos, pero la tecnología de punta -marca registrada de este circo centenario- hizo sobrevolar un paquidermo imaginario sobre las 2.680 butacas. Y en una de ellas estuvo sentada la hermosa Trude, quien amó desesperadamente a la Argentina.

LA BELLÍSIMA TRUDE

En la estadía del circo en Junín, la hermosa figura de Trude no pasó inadvertida. Solía pasear, sin compañía, por las calles céntricas. Invitada por La Verdad, se prestó a un extenso reportaje. En los tramos esenciales, expresó: “La Argentina es el país que mejor nos ha acogido, tras este largo peregrinar por cuestiones políticas. Durante la guerra, nuestro circo quedó en cenizas y poco a poco vamos encontrando de nuevo el rumbo. En 1944 fui a prisión con mi nuevo compañero,  el acróbata húngaro Gabor Némedy, acusada de conductas antialemanas. Fui liberada en dos semanas para que el circo continuara funcionando, pero él fue retenido a modo de presión. El bombardeo de 1945 nos sorprendió en plena función y todo el elenco, así como los espectadores, se salvaron milagrosamente en los sótanos del edificio”.

Tras la muerte de su primer esposo, Gertrude Helene Kunz (ese es el nombre completo de Trude), una bella y angelical joven, se hace cargo del circo con sólo 28 años de edad, en plena Segunda Guerra Mundial y con el régimen nazi instalado en el poder. La forma en que dirige el circo, no obstante, es notoriamente distinta a la de sus predecesores masculinos: jamás un tono elevado de voz, jamás una orden; por el contrario, siempre su voz era el de una delicada sugerencia. La directora era además una artista ecuestre, una ecuyere que salía a la pista vestida de hada madrina y hacía danzar a su tropilla de blancos lipizzanos entre arrullos, con un candor y una candidez delicadísima. Si bien mantiene una cordial relación con Goebbels –quien ve en su bello rostro y en su juventud un ícono de identificación nacional–, en 1944 es puesta en la cárcel delatada por un empleado suspendido del circo. Se la acusó de conductas antialemanas y de esconder artistas judíos en su circo. Al tiempo es liberada como medida política para que el circo continuara sus funciones en plena guerra, pero como instrumento de presión queda retenido su compañero, Gabor Némedy. Sin permiso para emprender giras y limitadas sus funciones a su casa matriz, Trude padece en consecuencia el bombardeo aliado a Dresde, uno de los más brutales de la Segunda Guerra (donde se probaban por primera vez las bombas de fósforo blanco), del que se salva milagrosamente refugiándose en los sótanos del edificio. Destruido el circo (convertido literalmente en escombros, al igual que el resto de la ciudad) y habiendo perdido todo, se escapa de la llegada del ejército estalinista y retoma su carrera de ecuyere trabajando para varios circos de Alemania Occidental hasta que en 1948 es invitada a relanzar Sarrasani en Buenos Aires con la presencia en el estreno de la pareja presidencial: Perón y Evita.

SU AMISTAD CON EVITA

Trude mantuvo siempre una fluida relación con Evita, organizando juntas funciones gratuitas para escuelas. En 1950, Juan Domingo Perón lo declara a Sarrasani como “El Circo Nacional Argentino”. La repentina muerte de su padre y también la dolorosa desaparición de Evita en 1953, la sume en una profunda depresión que la mantiene alejada por largo tiempo de las pistas. En 1968, Sarrasani irrumpe en escena nuevamente hasta 1972, fecha en que se datan las últimas funciones.

En 1991, luego de la caída del Muro de Berlín, se levantó la proscripción que recaía sobre Sarrasani en Alemania oriental. La tumba de la familia en el cementerio de Tolkewitz fue declarada monumento histórico y se bautizó Sarrasanistrasse la calle donde antiguamente se erigía el edificio de Dresde.

Trude pasó sus últimos días en San Clemente del Tuyú, junto al Kiki, un perrito sumamente vivaz que rescató de la calle. Falleció el 4 de junio de 2009.

LA BREVE HISTORIA QUE RELATÓ LA EMPRESA

En la página oficial del Circo Sarrasani puede leerse, muy breve, la historia de la propia casa: “El Circo Sarrasani comenzó su existencia en la ciudad alemana de Dresde. En 1912 se instaló en Buenos Aires y a partir de entonces fue uno de los espectáculos favoritos de los argentinos. Hans Stosch, hijo de un fabricante de vidrios, abandonó su casa a los 15 años para unirse a la troupe circense y en esta fecha abrió su propio circo en Dresde. Para que su nombre sonara más exótico se agregó el apellido Sarrasani de reminiscencias italianas y en 1901 inauguró en el centro de la ciudad, El Palacio del Circo, el más moderno y grande de Europa. El Sarrasani, como se lo empezó a llamar, se convirtió en una atracción incomparable que ofrecía acróbatas chinos y javaneses, trapecistas japoneses, pirámides humanas y cientos de animales. Al finalizar la Primera Guerra Mundial, Stosch debió reorganizar la empresa y comenzó una larga gira por Sudamérica. En 1924 llegó a nuestro país donde fue recibido por el presidente de la República, Marcelo T. de Alvear y por un público maravillado. En 1935, a causa de su enfrentamiento con el nazismo, Stosch se lanzó a una nueva gira por Sudamérica y al morir, ese mismo año, su hijo Junior se hizo cargo de la dirección junto con su esposa, Gertrude Kuntz. Al regresar a Europa dejó en nuestro país a todos los artistas de origen judío, con el objeto de que no sufrieran las consecuencias de la persecución nazi. Junior Stosch murió en 1941 en Alemania y Gertrude, que heredó el circo, fue encarcelada dos semanas por la Gestapo. En 1948 volvió a Buenos Aires y reabrió el Sarrasani, que durante muchos años fue un mundo de fantasías para grandes y chicos. Cerró sus puertas a mediados de los 70 y Gertrude se mudó a San Clemente del Tuyú, en la provincia de Buenos Aires.

 

 

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