NACIONALES | 16 ene 2021
Salud pública
Fiestas clandestinas: la ingesta de alcohol también es una preocupación
La relajación en las medidas contra el COVID-19 y la llegada de las vacaciones preocupan a los profesionales. En este contexto, desde la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) advierten sobre los riesgos asociados al consumo de alcohol en los jóvenes. Los detalles.
Si bien la cuarentena y el Distanciamiento Social Preventivo y Obligatorio indirectamente contribuyeron a la disminución del consumo de alcohol en los adolescentes, ya que la mayoría permaneció en sus casas con un entorno familiar de mayor contención y/o control, la llegada de las vacaciones abre un gran interrogante sobre cómo será el comportamiento de ese consumo contenido.
En este contexto, desde la Sociedad Argentina de Pediatría insistieron en la recomendación de “cero alcohol” hasta los 18 años de edad. “La adolescencia es una etapa de experimentación, de sensación de omnipotencia, de búsqueda del riesgo y de cuestionamiento de las normas. En ese contexto, el alcohol es la droga de más fácil acceso para niños y adolescentes, mientras que la percepción de riesgo asociado al consumo de alcohol es la más baja entre todas las sustancias adictivas”, Graciela Morales, médica pediatra especialista en Adolescencia, Secretaría del Grupo de Trabajo en Adicciones de la SAP.
Lo cierto es que el alcohol es la sustancia psicoactiva más utilizada en todas las edades: según un estudio del Observatorio de Drogas de la SEDRONAR de 2017, el consumo entre los 12 a 17 años en ese año fue del 60,5% y entre aquellos que consumieron alcohol en el mes anterior, el 47% lo había hecho en forma excesiva y en más de una oportunidad.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda la abstinencia completa de alcohol en menores de 18 años y la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) adhiere a esa recomendación. “El alcohol es una sustancia depresora que afecta al sistema nervioso central, y el organismo de los menores de 18 años no está lo suficientemente desarrollado como para metabolizarlo, por lo que los afecta más que a los adultos. La enzima que metaboliza el alcohol en el hígado funciona correctamente recién entre los 18 y los 20 años, por lo que las borracheras en los adolescentes son más agudas y más dañinas, ya que su sistema nervioso central aún está en desarrollo”, advirtieron desde la SAP.
“El alcohol se distribuye por el cuerpo y se elimina en un 90% por el hígado y, el resto, por los pulmones, riñón y sudor. Debido a esta difusión por todo el organismo, más allá de los efectos psíquicos -que son los que primero se perciben-, el alcohol actúa también sobre los diferentes órganos del cuerpo. Los daños corporales se producen, por tanto, con el uso continuado de cantidades de alcohol que el organismo tiene dificultades para metabolizar, aunque el consumidor no perciba ningún peligro”, destacó Marta Eugenia Braschi, médica pediatra y toxicóloga, miembro del Comité de Adicciones de la Sociedad Argentina de Pediatría.
El consumo de alcohol en la adolescencia interfiere con el crecimiento, la nutrición y el desarrollo de la personalidad. Las bebidas alcohólicas modifican el ánimo, la memoria, el pensamiento, las sensaciones y la voluntad. Su consumo aumenta las posibilidades de sufrir un accidente al realizar actividades tales como deportes, conducción de motos y/o autos, y hasta las salidas recreativas con los amigos.
Al tomar alcohol en pequeñas cantidades, esta actividad depresora suele generar una sensación de liberación, relajación e incluso de alegría; pero al aumentar la dosis, puede producir una falsa sensación de estimulación debida al progresivo entorpecimiento de las funciones superiores. Y en dosis mayores llega la embriaguez, caracterizada por alteraciones del comportamiento, reducción de la facultad de autocrítica, mala coordinación de los movimientos y alteración de la capacidad perceptiva y, si la depresión del sistema nervioso es intensa, puede llegar hasta el coma etílico. “Los efectos sobre cada individuo dependen de diversos factores como la cantidad total bebida, en cuánto tiempo se ingiere, el peso corporal, el género, la edad, el humor o el estado de ánimo, el ambiente en el que se consume y la administración de medicamentos o de otras drogas”, explicó Morales.
Un adolescente varón, de aproximadamente 65 kg, necesita más de ocho horas para eliminar totalmente el alcohol de su organismo. En el caso de una adolescente mujer, con un peso medio de 55 kg, la eliminación total no se produce hasta pasadas las diez horas. El factor de mayor influencia sobre la velocidad de absorción es la cantidad de alimento que se encuentra en el estómago en el momento que el alcohol ingresa a ese órgano.
El consumo de alcohol en la adolescencia se diferencia del de los adultos con consumo crónico, diario, porque incluye un patrón de consumo excesivo, pero centrado generalmente en tiempos de ocio, como los fines de semana, dando lugar a nuevas problemáticas como los cuadros de intoxicación. La intoxicación aguda produce náuseas, vómitos, dolores de cabeza, mala coordinación psicomotriz, y puede llegar hasta el coma y la muerte. “Por eso nuestra especial preocupación en las épocas de vacaciones, donde el fin de semana es permanente y los chicos tienden a beber cantidades abundantes en breves períodos llegando a padecer alcoholemias elevadas”, señalaron desde la SAP.
“El consumo episódico y abusivo de alcohol, entre otras situaciones, puede producir alteración en la maduración cerebral, mayor predisposición a progresar en la adicción, síndrome del ‘corazón post-fiesta’ (que se puede manifestar con fibrilación auricular A –paroxística-, extrasístoles auriculares y ventriculares, bloqueos coronarios, y taquicardia sinusal en reposo), pérdida de control de diversas situaciones como las relaciones sexuales sin cuidados y pérdida del estado de conciencia con episodios de ‘black out’”, advirtió Braschi.
“Además de estas potenciales consecuencias graves en la salud de los menores, estas borracheras dan lugar a otros problemas como accidentes de tránsito, conductas violentas, problemas legales, problemas familiares, con los amigos y de rendimiento escolar, entre otros. Inclusive, en una época que está signada por los cuidados preventivos del contagio del Covid, el alcohol relaja conductas, disminuye barreras de protección y expone a los chicos a situaciones de contagio”, completó Morales.
Otra de las recomendaciones de las especialistas estuvo enfocada en el cuidado del niño por nacer y del lactante: “La indicación de ‘cero alcohol’ también rige para las mamás durante el embarazo y la lactancia; el alcohol que consume la mamá pasa directamente al feto o a la leche materna y es como si lo estuviera consumiendo el bebé; no debemos olvidar que el síndrome alcohólico fetal es una de las principales causas de retardo mental prevenible”, subrayó Braschi.
“Debemos comenzar desde pequeños a formar en nuestros hijos el juicio crítico, a obtener habilidades para la resolución de conflictos y en el manejo del enojo, habilidades de comunicación asertivas, autonomía gradual a través de fomentar responsabilidades de acuerdo con la edad, dialogar con énfasis en la escucha, enseñarles valores, educar con límites y, por sobre todo, recordar que el ejemplo es valioso: si los padres consumen en exceso, es difícil exigirle al adolescente que no lo haga”, apuntó Morales.