viernes 29 de marzo de 2024

LOCALES | 21 ene 2021

Semanagro

La sequía pone en riesgo a nuestra fauna lagunar

Infinidad de lagunas temporales están perdiendo a sus especies ícticas por la falta de lluvias y si bien se trata de un hecho natural, es una lamentable situación que agrava aún más la biodiversidad de nuestra región, más aún con la fuerte contaminación que les produce el glifosato.


TAGS: FAUNA, SEQUíA

Por: Redacción Semanario

Las altas temperaturas están evaporando a los pequeños pero multitudinarios espejos de agua en nuestra región. Para quienes suelen apreciar los cursos de agua, como el río Salado, verán que han disminuido considerablemente su caudal, ya que se han registrado escasas lluvias.

El detalle no es menor para tenerlo en cuenta cuando se habla de desaguar las lagunas juninenses para evitar riesgos de inundaciones. Vale entender que los manejos hídricos deben ser previsores tanto de inundaciones como de sequías, tal como lo planteaba hace más de 120 años Florentino Ameghino en sus tratados sobre el tema.

Sin dudas que la supervivencia del pejerrey, natural generador del miniturismo local, está en riesgo en la medida que la situación de seca siga manteniéndose, más aún cuando los espejos de agua no pueden aportarle el oxígeno disuelto en agua que necesitan para su vida, por lo que es posible que se puedan observar mortandades de peces, como ya aparecen en algunas lagunas temporales en algunos campos de la zona.

Carpas, sabalitos y tarariras son las primeras víctimas.

¿QUÉ SON LAS TEMPORALES?

Las lagunas temporales son hábitats acuáticos que sufren recurrentemente fases de desecación. La gran diferencia de estos medios, comparados con los de aguas permanentes, es que albergan especies singulares que, siendo acuáticas, son capaces de resistir los periodos secos; o bien que sus ciclos de vida incluyen una fase acuática y otra terrestre, como ocurre por ejemplo con los anfibios o las libélulas.

Desde luego entonces que la afectación no sólo es en las especies ícticas sino que la sequía termina castigando de modo natural a todo el conglomerado de especies animales y vegetales que forman parte de esa biodiversidad.

Según explica la bióloga María del Carmen Paniagua “las lagunas temporales son muy variables, pueden ocupar amplias o reducidas superficies, pero, en general, no suelen ser profundas”. Durante muchos años han sido “invisibles” y menospreciadas como hábitats de especies acuáticas, y se ha tendido a transformarlas o desecarlas, afectando con ello a las interesantes especies que albergan.

“En ellas no suelen encontrarse los grandes depredadores de los medios acuáticos permanentes, los peces, por lo que las especies que las utilizan para reproducirse se benefician de la menor presión de depredación para su prole, convirtiéndose en los principales hábitats de reproducción de la mayoría de los anfibios”.

SUMATORIA DE RIESGOS

La sequía no viene sola, ya que debemos contar que los herbicidas y pesticidas que se aplican en el campo suelen ser arrastrados por el viento hacia arroyos y lagunas, poniendo en riesgo la vida que allí se desarrolla, como el conjunto de algas (fitoplancton) que viven dispersas en el agua y efectúan fotosíntesis. Esas algas forman la base de la cadena alimentaria, y son el alimento de los peces y otros habitantes de esos cursos de agua.

Ya en 2011, un equipo de investigadoras de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEyN) de la UBA probó en un alga cuál es el efecto de una de las formulaciones más usadas de glifosato, que se aplica en la Pampa húmeda para el control de las malezas.

Sequía prolongada: gran mortandad de peces en la salida del Carpincho

La acción de este herbicida, que se emplea especialmente en los cultivos de soja resistente al compuesto, consiste en inhibir la producción de una enzima que participa en la fabricación de proteínas fundamentales para la vida de la planta.

Se creía que los organismos que no poseen esa enzima, como por ejemplo los animales, no se verían afectados por la toxicidad del compuesto. Sin embargo, los investigadores demostraron que el compuesto produce efectos que también alcanzan a los organismos que no son el blanco del herbicida.

La cepa del alga fue aislada de una laguna de aguas muy ácidas, y mostró alta tolerancia a ciertos pesticidas y metales como el cromo y el cobre. Sin embargo, no pudo hacer frente al glifosato.

Para confirmar si fue eso lo que inhibió el crecimiento del alga, se midió el contenido de clorofila y de proteínas, así como los niveles de las enzimas antioxidantes. “Todos los parámetros de estrés oxidativo estaban alterados”, confirma Delfina Romero, primera autora del trabajo publicado en Ecotoxicology and Environmental Safety, realizado bajo la dirección conjunta de las doctoras Ríos de Molina y Ángela Juárez, docente del Departamento de Biodiversidad y Biología Experimental de la facultad de Ciencias Exactas y Naturales.


 

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