sábado 27 de abril de 2024

LOCALES | 22 ene 2021

EDITORIAL

Vamos a volver

Sin inmunidad, pensar en la vuelta a clases presenciales no tiene ningún sentido, más que el uso que le puede dar algún político ventajero para congraciarse con aquellos padres a quienes se les alteró la rutina diaria.


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Por: Redacción Semanario

Seguramente durante 2021 retornen las clases presenciales en cada municipio, provincias y todo el país. Lo que queda claro es que no se sabe en qué momento ocurrirá semejante hecho que muchos proponen como algo vital, anteponiéndose a normas que hacen a la salud pública en general.

El debate al que asistimos a diario no resiste más análisis que considerarlo como un juego de contradichos partidarios con poca argumentación, en medio de un terreno fangoso que cambia a cada instante.

Aunque parezca un juego de palabras, lo único certero respecto al virus es que no hay certezas.

Las decisiones de hoy pueden ser al contrario mañana y así lo demuestran los países que se encuentran de un lado al otro del planeta.

En algunos lugares del mundo la buena noticia es que la vacuna está otorgando inmunidad a quienes la reciben y por eso bajan los contagios, como ocurrió en Israel.

El dato no tan bueno es que Argentina en unos días tendrá otras 300 mil dosis de la Sputnik V, cuando el requerimiento es de millones y para que esas millones de dosis lleguen al país no hay fecha cierta.

Sin esa inmunidad, pensar en la vuelta a clases presenciales no tiene ningún sentido, más que el uso que le puede dar algún político ventajero para congraciarse con aquellos padres a los que se les alteró la rutina diaria tras volver al trabajo y no tener adónde dejar a los niños. Motivo por el cual también debiera abrirse el debate acerca de si la escuela es el “ámbito de excelencia para iluminar de sabiduría a nuestros jóvenes” o una “guardería” de chicos de toda edad que es utilizado por los trabajadores para cumplir eficientemente su labor.

Por otra parte, resulta preocupante un informe de Unicef Argentina del último trimestre del año pasado, indicando que el 18% de los adolescentes del país “no tiene internet en su casa y el 37% no tiene una computadora disponible para hacer trabajos escolares. Entre las familias beneficiarias de la Asignación Universal por Hijo la brecha es más profunda: el 28% no tiene internet y el 53% estudia sin computadora”.

Los números dicen que tres de cada cuatro adolescentes mantienen contacto con sus docentes, demostrando que el 25% de los adolescentes no lo tiene, por lo que es prioritario aportar a la conectividad de estos grupos, a partir de herramientas que no se han aplicado por parte de los gobiernos.

Precisamente por esta desigualdad, es que se debe volver a las clases presenciales de forma urgente, pero también es cierto que a esa desigualdad no se le puede cargar –además- un riesgo sanitario.

Los países más avanzados de Europa, después de las vacaciones escolares de Navidad, han planteado el retorno a clases presenciales de modo heterogéneo, algunos con suspensiones, pero todos escalonados y con rigurosas medidas preventivas priorizando el cuidado de los más chicos.

Es menester no perder de vista el objetivo esencial de la prevención de la salud ante un virus desconocido que deja secuelas en muchos de los contagiados y que nadie sabe si pueden despertar en el futuro con más o menos virulencia.

Finalmente, a la pobreza argumentativa del debate por la vuelta a clases presenciales se suma el desconocimiento de la Convención de los Derechos del Niño que, entre sus principios, destaca: “El interés superior del niño debe ser una ‘consideración primordial’ en todas las medidas y decisiones que le atañen, y debe utilizarse para resolver cualquier confusión entre los diferentes derechos”.

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