Por: Redacción Semanario

A fines de enero de este año, causó sorpresa que dos médicos que estaban cumpliendo con una cirugía en el Hospital Abraham Piñeyro terminaran trenzándose a golpes de puño luego de una intervención laparoscópica a una paciente de 16 años.

De la contienda participaron el residente de cirugía Luis Manuel Sulca Bazán, de 27 años, y el anestesista Miguel Rosas, quien llevó la peor parte ya que se le constataron lesiones de gravedad. En el caso de Sulca las lesiones fueron de carácter leve, si bien este adujo que sólo se defendió de un presunto ataque.

El hecho terminó en manos de la justicia, que está en la etapa pericial para determinar las circunstancias, con la investigación a cargo del fiscal Javier Ochoaizpuro, aunque será difícil de desentrañar ya que al momento más salvaje de la pelea no había testigos porque el encuentro ocurrió cerca de los vestuarios y luego de amenazas previas.

De todas maneras, pareciera que los anestesistas agrupados en su propio círculo provincial parecen haber determinado que les corresponde hacer justicia por “mano propia” y estarían ejerciendo presión sobre los directivos del hospital, además de negarse a acompañar al médico residente en las cirugías en las que sea designado, por lo que prácticamente lo condenan al ostracismo, buscando su pronta renuncia y virtual “ida” de Junín y, tal vez, de todo ámbito provincial donde haya un anestesiólogo perteneciente al círculo.

SEMANARIO dialogó con Sulca, quien confirmó esta situación que resulta al menos llamativa y la consideró de “persecución laboral”.

“Fui suspendido por diez días, mientras se recababan testimonios para la investigación. Cuando volví a trabajar me encontré que no podía entrar a quirófano porque los anestesiólogos se negaban a trabajar si estaba yo. O sea que me culpabilizan de una situación sin que se conozca la verdad de los hechos. Encarnizándose conmigo, cuando mi problema fue con un anestesiólogo y no con el colegio que los agrupa”, explicó el médico.

Esta actitud directamente no le permite hacer su trabajo y capacitación y por ello debió estar cumpliendo tareas administrativas y de consultorio, sin poder asistir a intervenciones quirúrgicas.

Además, señaló que “había cirugías que ya estaban programadas, pero no fui porque sabía que no me dejarían entrar”.

Por otra parte, Sulca añadió que “el martes pasado hubo una cirugía de urgencia y no querían dejarme entrar. Entonces el cirujano de planta explicó que necesitaba un ayudante y terminaron pidiendo el permiso a un coordinador que se comunicó con alguien del colegio de anestesiólogos y entonces me dejaron entrar con la condición de que yo no opere, sino que sólo sea ayudante”.

Sulca dijo que “a los directivos no les importa si un residente se va o renuncia, entiendo que no quieren tener problemas con los anestesistas. Por eso intenté de arreglar esto con diálogo, pero no encontré a nadie dispuesto a hacerlo. Peor aún me extendieron la suspensión por otros diez días alegando la necesidad de que se necesitaba más tiempo para investigar”.

“Ya voy sin ganas al hospital”, dijo Sulcas, porque “mi profesión está dentro del quirófano y no me dejan ingresar”. Por lo cual todo parece transformarse en una lenta agonía para el joven residente.

Sin embargo, sostuvo que quiere “que la investigación llegue hasta las últimas consecuencias porque me defendí de un ataque que fue el resultado de un hostigamiento permanente. Trabajé en perfecta relación con otros anestesistas algo que no pude hacer con Rosas por su constante desprecio hacia mi persona”.

Sulcas nació en Perú y se recibió hace dos años de médico en Córdoba lugar donde vive desde los 15 años y eligió Junín para mejorar su especialización, un sueño que ahora se transformó en calvario.