jueves 28 de marzo de 2024

CULTURA | 6 abr 2021

UN INNOVADOR DEL TANGO

Hace 120 años nacía Enrique Santos Discépolo, el padre de “Cambalache”

Según Enrique Pichón-Rivière, las dudas que tenía Discépolo sobre el peronismo y su propia ideología justicialista, se incrementaron entre 1950 y 1951, ya que sufría un fuerte conflicto de ambivalencia frente al partido. Lo sentía en su aspecto popular, pero rechazaba en algunas de sus acciones.


Por: Ismael A. Canaparo

A 120 años del nacimiento de Enrique Santos Discépolo, el recuerdo de Discepolín, como le decían todos sus amigos, sigue más latente que nunca. Nació y murió en el porteño barrio de Balvanera (27 de marzo de 1901 - 23 de diciembre de 1951). Tenía 50 años cuando un ataque al corazón troncó su vida. Poeta, compositor, director de orquesta, actor, cineasta y dramaturgo, sin lugar a dudas es una de las figuras más destacadas de la historia del tango.

“Rompió todos los moldes y es casi imposible tratar de encasillarlo en escuelas o tendencias, ya que su aporte resultó absolutamente original, renovando la poesía tanguera y la volcó hacia la filosofía, en angustiantes preguntas acerca del hombre y hasta en la militancia política en defensa de los más desposeídos. Además de lo anterior, en un marco de indudable calidad artística, Discépolo trajo a los textos del tango una profundamente ácida y escéptica visión de la vida, capaz de confundirse con un punzante cinismo”, escribió Luis Adolfo Sierra.

Compuso las siguientes páginas, casi todas de auténtica calidad, las que se siguen tocando en su gran mayoría: Secreto, Malevaje, Qué vachaché, Yira, yira, Que sapa señor, Cambalache, Sueño de juventud, Justo el 31, Chorra, Soy un arlequín, Quién más, quién menos, Confesión, Canción desesperada, Cafetín de Buenos Aires, Esta noche me emborracho, Sin Palabras, Tormenta, Desencanto, Alma de bandoneón, Infamia, Uno,  El choclo y Bizcochito.

Participó como actor en las siguientes películas: “Yira, yira” (1930), “Mateo” (1937), “Melodías porteñas (1937), “… Y mañana serán hombres” (1939), “Cuatro corazones” (1939), “Yo no elegí mi vida” (1949) y “El hincha” (1951).

Con respecto a “El hincha”:  El 13 de abril de 1951 se estrenó en las principales salas de Buenos Airesa, la película de Manuel Romero en la que Discépolo encarnó a "El Ñato", un fanático del fútbol que veía como único motivo de su vida alentar y resolver los problemas del club de sus amores a punto de descender… ¡Y ningún hincha que se precie de tal puede permitir que su equipo descienda sin hacer nada!… Al menos eso pensó hasta que se sintió decepcionado por la corrupción en ese deporte…

Como director se destacó en “Cuatro corazones” (1939), “Un señor mucamo” (1940), “Caprichosa y millonaria” (1940), “En la luz de una estrella” (1941), “Fantasmas en Buenos Aires” (1942) y “Cándida, la mujer del año” (1943).

Fue guionista en “Melodías porteñas” (1937), “Cuatro corazones” (1939), “Un señor mucamo” (1940), “Caprichosa y millonaria” (1940), “Confesión” (1940), “En la luz de una estrella” (1941), “Fantasmas en Buenos Aires” (1942), “Cándida, la mujer del año” (1943), “Yo no elegí mi vida” (1949), “El hincha” (1951) y escribió el argumento de “Blum”,  grabada en 1970.

“Yira …yira”, como luego “¿Qué sapa, Señor?” y “Cambalache”, procuran entender el estado de la sociedad en que vive el autor. Discépolo describe el mundo cruel de la calle contra el que se estrellan todas las buenas intenciones. En ese mundo el hombre está solo y no existe la solidaridad. El otro es una amenaza. El personaje que confiesa su desesperación es un ser desencantado que ha sufrido el rechazo de su medio. Ese rechazo no es sentimental: es un rechazo material, económico. En su primera parte el oyente puede fácilmente asociar al personaje con uno de los muchos desempleados que en 1930 poblaban las calles de Buenos Aires, en que no había una red de solidaridad social para contener a los desgraciados. El tango está dirigido a un confidente al que el sujeto que canta trata de aleccionar, para que no le ocurra lo mismo que a él. Lo persuade de que no crea, y en lo posible pierda la esperanza. Una gran desilusión puede tener un efecto terapéutico, ayudar a que se defienda mejor. La música popular busca estimular al oyente. Su criterio no es estético, como en la poesía escrita literaria. Su criterio es “medicinal”. Trata de ayudar, enseñar algo, alertar sobre un estado de cosas. El personaje cantor es un hombre “bueno”, como Discépolo define siempre a sus héroes. Es un hombre compasivo, que quiere mitigar el dolor del otro y expulsar de sí el propio. Los desamparados se encuentran en el dolor y en la desilusión común. El mundo, sobre todo el mundo de la calle, es el mismo para todos. La ciudad, la urbe moderna, genera su propio estilo de vida, y hace falta una filosofía especial para comprenderla y vivir en ella”, dijo Alberto Julián Pérez (ensayista, narrador y poeta argentino, autor de los libros Literatura, peronismo y liberación nacional), en una parte de su libro “Las letras de los tangos de Enrique Santos Discépolo”. (Corregidor).

Junto a Discépolo, estos ilustres del tango: Catulo Castillo, Lito Bayardo, Pedro Laurenz, Angel D´Agostino, José Razzano, Pedro Maffia, Homero Manzi, Ciriaco Ortíz, Homero Expósito, Francisco Lomuto, Anselmo Aieta, Pichuco, Jsoé Contursi, Lucio Demare, Francisco García Jiménez y Luis Angel Firpo.

Alejandro Jasinski, historiador y periodista, egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y de la escuela de periodismo TEA, además de docente universitario y participante en diversos proyectos de investigación y divulgación en historia, dijo de Discepolín: “Siempre se ha dicho que la vida de Enrique Santos Discépolo fue un ir y venir. “Soy búmeran por temperamento”, solía bromear, mientras se comparaba con los criminales, los novios o los cobradores, para sentenciar: “Yo regreso siempre”. Y esta misma vida lo llevaba a conocer la soledad absoluta, por momentos, pero también, en otros, sentirse miembro de la más extensa familia: el pueblo argentino.

Nacido en el barrio de Balvanera, hijo de un músico de orquesta, quedó pronto huérfano y a cargo del mayor de sus cuatro hermanos, Armando, que fue quien lo encaminó por el mundo de la cultura popular: la música, el teatro, la literatura.

Con apenas 16 años debutó como actor y poco tiempo después se animó a escribir sus primeras obras de teatro y letras de tango: “El bizcochito” y la más conocida “Qué Vachaché”, son letras de los años 20, en su más temprana juventud. En muy poco tiempo, sus letras serían interpretadas por grandes cantantes como Azucena Maizani, Tita Merello y el mismísimo Carlos Gardel, mientras continuaba su labor actoral, y en la década siguiente podría conocer el mundo artístico de Europa.

Cuando ya en su repertorio contaba con letras como “Yira y yira”, “Qué sapa señor”, “Malevaje” y “Soy un arlequín” y la más cruda descripción de la “Década Infame” con “Cambalache”, apareció el peronismo, con el que simpatizó fervorosamente y defendió desde las trincheras radiales, con su programa “Mordisquito”. En 1951, protagonizaría el recordado filme “El hincha”, pero hacia fines de aquel año, el 23 de diciembre, un síncope al corazón terminaría con su vida”.

 DISCEPOLÍN

En 1974, Homero Manzi y Aníbal Troilo le regalaron este tango que lleva de nombre el apodo que le pusieron los amigos, Discepolín.

Sobre el mármol helado, migas de medialuna

y una mujer absurda que come en un rincón …

Tu musa está sangrando y ella se desayuna …

el alba no perdona ni tiene corazón.

Al fin, ¿quién es culpable de la vida grotesca

y del alma manchada con sangre de carmín?

Mejor es que salgamos antes de que amanezca,

antes de que lloremos, ¡viejo Discepolín!…

 

Conozco de tu largo aburrimiento

y comprendo lo que cuesta ser feliz,

y al son de cada tango te presiento

con tu talento enorme y tu nariz;

con tu lágrima amarga y escondida,

con tu careta pálida de clown,

y con esa sonrisa entristecida

que florece en verso y en canción.

 

La gente se te arrima con su montón de penas

y tú las acaricias casi con un temblor…

Te duele como propia la cicatriz ajena:

aquél no tuvo suerte y ésta no tuvo amor.

La pista se ha poblado al ruido de la orquesta

se abrazan bajo el foco muñecos de aserrín…

¿No ves que están bailando?

¿No ves que están de fiesta?

Vamos, que todo duele, viejo Discepolín…


 

 

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