viernes 29 de marzo de 2024

LOCALES | 15 may 2021

EDITORIAL

“Viva el virus”

Del “Viva el cáncer” de aquel entonces al “Viva el virus” de hoy, sigue corriendo bajo el puente de la historia un río de odio hacia los sectores más vulnerados.


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“Eva Perón supo despertar un fanatismo desenfrenado entre los humildes, que llegaba en ocasiones a la devoción más profunda. Quizá en la misma proporción, pero en sentido inverso, Evita fue el blanco de las peores reacciones de una buena parte de la sociedad argentina”.

El historiador Felipe Pigna asegura que “ella era intempestiva, pasional, luchadora, y los odios que generó fueron de igual intensidad. No sólo de las clases dominantes, de los vituperados ‘oligarcas’. También de amplios sectores medios e incluso de intelectuales de izquierda y progresistas”.

“Viva el cáncer”, llegó a leerse en algunos muros de la ciudad porteña en una de las más grandes manifestaciones de odio.

Pero entonces, por qué tanto odio hacia esa mujer nacida aquí cerca, en Los Toldos, hace 102 años, un 7 de mayo de 1919.

Eva María Ibarguren fue hija ilegítima del estanciero y conservador Juan Duarte y de la puestera Juana Ibarguren.

“Esa misma circunstancia le dio un primer motivo de lucha” puntualiza el historiador.

Luego de la muerte de su padre, la familia se quedó sin sustento. Más tarde, se trasladaría a Junín, cuando Eva tenía ya 11 años, donde pronto descubriría su vocación de actriz.

Los derechos políticos de las mujeres, la creación del Partido Peronista Femenino, la fundación de ayuda social, los estrechos vínculos con los sindicatos y una intransigente defensa de Perón frente a “oligarcas”, “cipayos” y el “imperialismo”, marcaron los más de seis años que la tuvieron en la primera escena nacional.

¿Por qué esta joven mujer se había ganado el odio de un importante sector de la sociedad? Hace unos años, Eduardo Galeano ensayó una respuesta: “La odiaban los biencomidos: por pobre, por mujer, por insolente. Ella los desafiaba hablando y los ofendía viviendo. Nacida para sirvienta (…) Evita se había salido de su lugar”.

Del “Viva el cáncer” de aquel entonces al “Viva el virus” de hoy, sigue corriendo bajo el puente de la historia un río de odio hacia los sectores más vulnerados.

La pandemia, que ante los primeros miedos se pensó que ayudaría a conformar una comunidad solidaria y justa, no hizo más que desenmascarar ese odio perenne por los pobres, las mujeres y los insolentes, con sectores que celebran  los tropiezos y convierten los éxitos en fracasos, de un gobierno que cuchara en mano ha estado tratando de “rascar el fondo de la olla” de un país empobrecido, para no sumergirlo en el caótico descontrol que vemos a diario en otras naciones en iguales o peores condiciones económicas y sanitarias.

El filósofo polaco Arthur Schopenhauer tenía su propia percepción: "Sentir envidia es humano, gozar de la desgracia de otros, demoníaco". Sin embargo, es penoso admitirlo pero se trata de algo más habitual de lo que pueda parecer.

Desde algunos sectores de la oposición al gobierno nacional, se denota esta suerte de “regodeo” a la espera del fracaso en torno a la gestión de la pandemia y ponen en la primera línea de fuego a los más necesitados de cuidados tales como los niños y los adultos mayores, mientras se aferran a sus privilegios de virtualidad, socavando al resto de la comunidad para que nadie ose ofenderlos, aunque sólo sea por la intención de sobrevivir.

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