viernes 26 de abril de 2024

CULTURA | 28 may 2021

INVENTÓ UN ESTILO DIFERENTE

Raúl Ledesma, una voz de verdadera colección

Se desempeñó a gran nivel en importantes orquestas, dentro de un período floreciente del tango, donde era muy complicado destacarse. Lo consiguió a fuerza de calidad, temperamento y exquisito gusto musical.


Por: Ismael A. Canaparo

Perteneció a la extinguida raza de los cantores de tango dotados de un dejo melancólico y dulzón, sin poses, sin inflexiones histriónicas, con una garganta prodigiosa, adaptada a la exigencia de matices y afinación. Y como tantos juninenses de la música ciudadana, intérpretes genuinos del dos por cuatro, su recuerdo lucha contra los molinos de viento del olvido. 

Juan José Sánchez nació en Junín un 25 de mayo de 1926. Nadie lo conocía con el nombre que denunciaba su documento de identidad. Fue, desde siempre, Raúl Ledesma. A secas, casi a secas. Un seudónimo que lo llevó a triunfar en las grandes orquestas típicas de los ´40 y ´50. No es exagerado subrayar que fue más popular en Buenos Aires que en su propio “pago chico”, por aquella injusta costumbre que tenemos de ensalzar en demasía los atributos ajenos y minimizar las calidades de “adentro”. Falleció en 24 de agosto de 1987, en la ciudad santafesina de San Gregorio, a los 61 años. Sus restos descansan en el cementerio Central de Junín.

Con la precisión de una carta astral, Raúl Ledesma inició su carrera. En menos de diez años de convivencia creativa con la canción, sentó las bases definitivas para un crecimiento sostenido. Las orquestas de Nicolás D´Alessandro, Tito Martín, Ricardo Ruíz y Osvaldo Fresedo lo introdujeron en el fascinante mundo tanguero. Fue el creador de un matiz distinto, no acartonado, con el que supo, como ninguno, enfatizar ciertas frases o sugerir otras. Su dulce fraseo, su vehemente acento, su impecable y fresca dicción, sus modulaciones tonales, implantaron un estilo novedoso y atrapante. Poco después, se adaptó a orquestas de rasgos diferentes, como las de Roberto Attadia, Alfredo Fanele, Jorge Fernández, Leopoldo Federico, Jorge Caldara y Miguel Caló, conservando un aire de gran pureza, casi aterciopelado, sin reminiscencia alguna del período guardiaviejista.

Es inútil buscar en Ledesma algún parecido con otro “cantor nacional”. Tuvo una llamativa expresión propia, fundida en un mensaje que muchos apreciaban. Pese a la singular dulzura de su voz, jamás perdió el carácter bravío ni el ánimo retozón y, sobre todo, no pecó nunca contra la esencia arrabalera del tango. Como rara paradoja, la obra de este fantástico juninense es más conocida a través de su incursión con Miguel Caló que con otras grandes orquestas, incluyendo un breve lapso que actúo acompañado por las guitarras de Roberto Grela.

Obviamente, aquí es muy poca la difusión que tienen los múltiples registros discográficos de Raúl Ledesma, cuyas placas (verdaderas reliquias) todavía se pueden frecuentar investigando en los reductos musicales porteños o bien acudiendo a los coleccionistas, esos mismos que suelen sorprender a menudo con la “figurita más difícil”. También se puede apostar, con grandes posibilidades, en YouTube, un conocido sitio web dedicado a compartir música, recitales, películas y videos.

Las radios locales, que en los últimos tiempos surgieron como hongos, no pasan nuestra música de una manera cotidiana. Algunas lo hacen, sí, pero en forma más bien dispersa, discontinua. Hay varias generaciones de juninenses que crecieron sin escuchar tango, pero ahora, gracias al aporte de padres, tíos y abuelos, poco a poco parecen interesarse en él. Pero también a raíz de la aparición de grupos que enseñan a bailar o a intentos esporádicos en clubes y confiterías. A los jóvenes les cuesta asimilar sus manifestaciones más modernas, sin conocer nada (o casi nada) de Aníbal Troilo, Osvaldo Pugliese y Astor Piazzolla. Por eso es necesario no quedarse en la añoranza pura y avanzar hacia la búsqueda de obras nuevas, poco difundidas, así como de autores y músicos.

A pesar de tanta pena y tanto olvido, existen excepciones. Una de ellas es el programa que desde hace casi cuarenta años conduce Daniel Raúl Ganci por diferentes emisoras. En “El tango cuenta su historia” puede escucharse un paquete cuidadosamente armando, con diversas mezclas, en general no apuntando tanto al repertorio clásico del género, aunque sin descuidar los viejos temas del lunfardo criollo más antiguo y atorrante. Un detalle que hace distinto a Ganci: siempre elabora su programación con “olores” bien juninenses, transitando por las veredas de Raúl Ledesma, Carlos Buono, Omar y Roberto Decarre, Alfredo Peters, Arturo Viora, Enrique Giagante, Julio Martel, Maito Ceratto, Juan Matta, Jorge y Raúl Gallardo, Luis Fernández, Marcelo Biondini y tantos otros.

Habrá que admitir que, dentro del repertorio de Raúl Ledesma, rico en acuarelas poéticas, porque él supo manejar su propio vocabulario, sin acudir a los facilismos de los tangos melodramáticos o tremebundos, “Garras” aparece como un himno inmortal, un suceso absoluto. La bellísima obra de José María Contursi y Aníbal Troilo es un ropaje que vistió una trayectoria sencilla y humilde, pero con trazos vigorosos y repletos de calidez. También grabó el hermoso vals “Triste despedida”, de Aurelio Rodríguez y le cantó a Eusebio Marcilla, impregnando en esas letras el amor que sentía por el “Caballero del Camino”.

Sería lindo recuperar desde el disco el aporte de este cantor formidable, dueño de un estilo que no se pareció a ningún otro. Es que Raúl Ledesma supo decirle cosas a la gente y trató de conectarse con los sentimientos del público, en lugar de enfatizar sus aptitudes vocales, que las tenía a raudales. Fue un auténtico grande del tango en la época dorada. ¿Qué más cerca y perdurable puede estar con nosotros si no es rindiéndole un modesto homenaje a su riqueza interpretativa?


SEMBLANZAS DE UN GRAN CANTOR - Por Abel Palermo


Hijo de Juan Manuel y Bárbara Morgan, nació en Junín, provincia de Buenos Aires. A los pocos años de edad, se trasladó con su familia a la provincia de Córdoba. Siendo un adolescente, de sólo 14 años, comenzó a cantar en el conjunto dirigido por Edmundo Suárez, hasta que en 1944 fue contratado en Rosario por la orquesta de Francisco Plano. Por tal motivo, se estableció en esa ciudad santafesina

Luego, viajó a Buenos Aires, convocado por la orquesta de Nicolás D’Alessandro, pasando después a la agrupación dirigida por el contrabajista Tito Martín. Tuvo un poco antes un breve paso por el conjunto del bandoneonista Francisco Grillo.

En 1951, regresó a Rosario, donde permaneció todo el año, para luego trasladarse una temporada a Córdoba.

Durante 1953 y hasta 1955, actuó en LR3 Radio Belgrano, participando en uno de los programas más exitosos de la radio: La Gran Audición Federal, junto a primeras figuras nacionales y extranjeras. Además, fue requerido por el sello discográfico Odeón y registró un disco con el tango "El Tigre Millán".

A fines de 1955, el bandoneonista Jorge Caldara regresó de Japón y formó su propia orquesta, invitando a participar en la misma a Raúl y a Carlos Montalvo. El director había formado parte de la formación que acompañó a Ranko Fujisawa por el país del sol naciente.

La orquesta comenzó en Radio Belgrano y más tarde en Splendid. En esa época sucede su primer registro fonográfico con Caldara, "Ruega por nosotros", de Fuentes y Cervantes, con las voces a dúo de los dos cantores y, del otro lado, con Ledesma solamente, "Su nombre era Margot", de Ángel Cabral.

En julio de 1957, Ledesma grabó su último disco con Jorge Caldara y, como el primero, lo hizo también a dúo con Montalvo, la milonga "La fulana" y en solitario el tango del director con letra de Abel Aznar, "No ves que nos queremos".

Antes de finalizar el año, se incorporó junto al cantor Julio Fontana a la orquesta de Juan Sánchez Gorio. Reemplazaban a los cantores Luis Mendoza y Osvaldo Bazán. Su paso con esta formación fue breve.

Después de transcurrir los carnavales de 1958, se integró a la orquesta de Miguel Caló, en reemplazo de Roberto Mancini. En forma inmediata, el 15 de abril de 1958, grabó en tiempo de tango el tema de Carlos Briz: "Encadenados", con arreglos del pianista Orlando Trípodi. En noviembre del mismo año, registró el tema de Cristóbal Herreros "Un tango para la historia", y de Fernando Tell y Guillermo Guillén, "Frenético". También grabó "Cuando rondan los recuerdos", de Tito Ferrari y Alberto Coria, y "Madre de los cabellos de plata", de Juan Solano Pedrero y Alejo Montoro.

Al finalizar el año, Caló se tomó un breve descanso y Ledesma regresó a los escenarios como solista, para luego partir a una prolongada gira por el interior del país.

En 1965, se integró a la agrupación del pianista Enrique Mora y, en el mes de julio grabó "Confesión" en un disco doble de 33 rpm, el resto de los temas eran los instrumentales: "El once", "Fascinación" y "Fuegos artificiales".

Dos años más tarde volvió con Caló para participar en un larga duración en el que registró: "Garras", "Así era ella muchachos" (de José Cabodevila y Ángel Di Rosa), "Sabor de Buenos Aires" (de Miguel Caló y Carlos Mastronardi) y "Aquel viejo tango", (de Antonio Arcieri y Ángel Danesi, con versos de Roberto Jiménez, Francisco Bohigas y Luis Derry).

A partir de la década del setenta, las actuaciones de este buen cantor, de voz abaritonada, expresiva, de gran sensibilidad tanguera, continuarían en espectáculos y giras, acompañado por el sexteto del gran bandoneonista Nicolás Paracino, con quien dejó registrado un disco de larga duración de excelente calidad.


A EUSEBIO MARCILLA    /    Letra: Raúl Ledesma - Música: Angel Pafundi


Junín, ciudad fraternal de mi patria agradecida.

De mi patria agradecida. Por ella dieron la vida lo mejor de tu bondad.

 

Hoy le quiero yo cantar a un héroe de tu suelo,

porque no tenés consuelo al recordar ese nombre que supo luchar “Gran Hombre” hasta el camino del cielo.

 

Eusebio Marcila fue: de las rutas, caballero,

de las rutas, caballero. Volante leal y sincero, lleno de amor y de fe.

 

Supo ganar y perder como todo buen deportista, pero fue una de esas pistas que enmudeció su motor para dejarnos el dolor de tu partida imprevista.

 

En esta humilde canción de homenaje a ti y a él, de homenaje a ti y a él, a tu acompañante fiel de ese trágico camino.

 

Que solo el destino vino a arrebatar para mal

de quien te supo admirar tus hazañas que hoy añora, Eusebio Marcilla llora… ¡el deporte nacional!


 

 

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