miércoles 24 de abril de 2024

CULTURA | 14 jun 2021

talento puro

La gran obra que dejaron “Los Astros del Tango”

Este grupo de talentosos músicos tuvo una efímera existencia, apenas dos años desde su fundación en 1958. Alcanzó a grabar tres discos estupendos, los que ahora los coleccionistas pueden conseguir en un CD doble.


Por: Ismael Canaparo

“Los Astros del Tango” fue un conjunto nacido en 1958 por iniciativa de una casa discográfica, Music-Hall, que contó con el asesoramiento de Luis Adolfo Sierra (Premio Konex 1987, abogado, músico, escritor y crítico de tango, doctor en abogacía (UBA), especializado en derecho autoral).

El grupo, una verdadera orquesta de cámara, con marcado predominio de cuerdas, estuvo bajo la batuta del chivilcoyense Argentino Galván, como director y arreglista. Su reducida integración fue concebida sobre la base de solistas de primera línea dentro de un equilibrado planteo estructural: Elvino Vardaro y Enrique Mario Francini (violines), Mario Lalli (viola), José Bragato (cello), Rafael Del Bagno (bajo), Julio Ahumada (bandoneón) y Jaime Gosis (piano). Luego alternaron: Simón Bajour (violín), Enrique Bourguet (cello) y Tito Colom e ítalo Bessa (contrabajos). Abordaron un repertorio de grandes compositores, orgánicamente escogidos entre los tangos preferentemente melódicos de los mismos.

El primer disco —siempre en el sistema de impresiones de larga duración— fue programado con obras de Juan Carlos Cobián y de Julio y Francisco De Caro; el segundo con temas de Agustín Bardi y de Eduardo Arólas; el tercero con páginas de Enrique Delfino y de Anselmo Aieta. A la muerte de Argentino Galván (8 de noviembre de 1960, a los 47 años), quedó en preparación un cuarto volumen con piezas de Lucio Demare, Joaquín Mora, Aníbal Troilo, etc.

En el trabajo inicial, el grupo grabó estos temas de Cobián y los hermanos De Caro:  “Boedo”, “Flores Negras”, “Guardia Vieja”,  “Mala Junta”, “Copacabana”, “El Monito”, “Los mareados”, “Mi refugio”, “Nostalgias”, “Shusheta”, “Nieblas del Riachuelo” y “La casita de mis viejos”.

El segundo CD, de Bardi y Arola, registró los siguientes tangos: “El Marne”, “Una noche de garufa”, “Derecho Viejo”, “La cachila” “Lágrimas”, “Comme il faut”, “El cuatrero”, “Que noche!”, “Madre hay una sola”, “Tiernamente”, “Nunca tuvo novio” y “El buey solo”.

Y el último, con composiciones de Delfino y Aieta, tuvo estos éxitos: “Aquel tapado de armiño”, “Milonguita”, “Griseta”, “Ventanita florida”, “Santa milonguita”, “Sans Souci”, “Lucesitas de mi pueblo”, “Mariposita”, “Carnaval”, “Tus besos fueron míos”, “Suerte loca”, “Alma en pena”, “Siga el corso” y “Entre sueños”.

Diego Fischerman (27/11/55), que es Premio Konex de Platino 2017: Música Clásica, Premio Konex 2007: Música Clásica y Jurado Premios Konex 2009: Música Clásica, además de profesor para la Enseñanza Primaria, cursó la carrera de Lettras en la UBA y realizó estudios musicales con Luis Aizensztat (armonía y audioperceptiva), Guillermo Graetzer (armonía), Pablo Zukerfeld (armonía), Ricardo Grätzer y Gustavo Samela (flauta dulce, interpretación de música del renacimiento y barroco, música de cámara), Hugo Pierre y Bernardo Baraj (saxo), escribió para Página/12 una excelente nota sobre el grupo conducido por Argentino Galván, a la que tituló “Un dream tean de los años ´50”.  Aquí va: “No sólo la duración era excepcional. Su arreglo de “Recuerdos de bohemia”, para la orquesta de Troilo y con Alberto Marino como cantante, fue grabado en 1945 y, con sus más de cinco minutos, ocupaba las dos caras del disco de 78 rpm. Pero la novedad descansaba, sobre todo, en la introducción del cello y en el preciosismo de la escritura orquestal en su largo desarrollo instrumental, concebido casi como una fantasía. Argentino Galván concebía cada tango como una pequeña pieza orquestal”.

“Varias de las obras maestras del género, entre ellas la extraordinaria versión de “Sur” que la orquesta de Troilo grabó con Edmundo Rivero en 1948, llevan su firma. Pero la culminación estuvo en un septeto genial, del que se consideró el octavo integrante y para el que escribió todos los arreglos. El grupo, llamado Los Astros del Tango, tuvo una fugaz existencia de dos años, desde su fundación en 1958. Lo conformaban los mejores músicos imaginables: los violinistas Elvino Vardaro y Enrique Mario Francini, el virtuoso bandoneonista Julio Ahumada, Jaime Gosis en el piano, Mario Lalli en viola, José Bragato en cello (a quien luego reemplazó Enrique Bourget) y Rafael del Bagno en contrabajo. Debutaron en Radio Splendid y grabaron tres discos notables, cada uno de ellos dedicado a dos autores: De Caro y Cobián, Arolas y Bardi y Delfino y Aieta. Discos de culto, reeditados fragmentariamente y con pésimo sonido y largamente agotados, acaban de ser publicados de manera ejemplar y con excelente remasterización. El álbum doble Los Astros del Tango. Completo (Lantower) incluye por primera vez todo lo grabado por el mítico conjunto en aquellos tres LP”.

“No es raro que Galván, en 1953, haya promovido la creación de la Sociedad Argentina de Orquestadores y Arregladores, desde la que intentó reformar los estatutos de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (Sadaic). Exigían, entre otras cosas, que en la etiqueta de los discos figurara el nombre del arreglador. Y es que en su manera de concebir los arreglos hay, desde ya, una idea de autoría. Más allá de la exquisita interpretación del grupo en temas como “La que nunca tuvo novio”, “Nostalgias”, “Nieblas del Riachuelo”, “Griseta” o “Sans Souci” –escuchar los contrapuntos entre Francini y Vardaro, las puntuaciones de Gosis o la limpieza del fraseo de Ahumada es un placer infrecuente–, es fantástica la forma en que Galván explota las posibilidades de orquestación, tomando a veces al septeto como una orquesta reducida y, en ocasiones, enfrentando, un poco a la manera del concerto grosso barroco, un trío de tango (bandoneón, piano y contrabajo) a un cuarteto de cuerdas. “No creo en el tango moderno, creo en el tango simple y sencillo. En cambio, creo sí, en la orquesta moderna. Y ésta es la que no se conforma con repetir siempre lo mismo, con monotonía y falta de impulso creativo, sino que busca nuevos timbres que van a enriquecer y modernizar el tango sin desvirtuarlo.” En Los Astros del Tango hay, en todo caso, un sentimiento de época que lo une con el octeto que Piazzolla había tenido entre 1955 y 1958 (Francini y Bragato habían estado allí y Vardaro y Gosis habían sido parte de su orquesta del ’57 e integrarían su posterior quinteto). Y, también, algo que separa ambos grupos y hasta los opone, de manera polémica. El septeto de Galván –que junto a Vardaro había hecho jazz en la Orquesta Brighton– puede leerse como su respuesta a Piazzolla: “enriquecer” el tango pero “sin desvirtuarlo”. La diferencia más notable entre estos siete y aquellos ocho era, al fin y al cabo, una guitarra eléctrica”.


LA JERARQUÍA DE ARGENTINO GALVÁN   -   Por José María Otero


“Argentino Galván integró por mérito propio la nueva hornada de arregladores que le cambiaron el chip al tango y consiguieron elevar la calidad de los registros de las distintas orquestas. Sus formas, en cierta medida revolucionarias, sucedieron a antecesores reconocidos como Julio Perceval, Alejandro Gutiérrez del Barrio, Julio y Francisco De Caro, Julio Rosemberg y otros ilustres que le fueron cambiando la cara a la música popular y dotándola de mayores dimensiones estéticas.

Nació en Chivilcoy, donde estudiaría música con varios profesores e incluso la ejecución del violín, que fue el instrumento con el cual más se identificó. Allí lo conocería durante una gira, en 1931, Alfredo Gobbi, que estaba de gira con una orquesta, y al ver sus condiciones le dijo que debería viajar a Buenos Aires, donde sus capacidades serían realmente apreciadas.

Y quiso la casualidad que Galván, siguiendo ese consejo, se instalara en la Capital, en aquella mítica pensión "La Alegría", de la calle Salta 321, propiedad de Humberto Cerino y su esposa. El que fuera refugio de numerosos músicos de tango que venían de provincias: Antonio Ríos, Armando Pontier, Alberto Suárez Villanueva, Ernesto Tití Rossi,  Enrique Munné, Emilio Barbato, Julio Ahumada, Juan Carlos Howard, Carlos Parodi, Cristóbal Herreros, Héctor Stamponi, Federico Scorticati, Enrique Francini; Alberto San Miguel, más la visita de otros tangueros que compartían los ratos con éstos.

Ese contacto inicial le permitió a Argentino Galván, ir mostrando sus enormes condiciones en orquestas donde se instalarían algunos de aquellos músicos, como las de Miguel Caló, Florindo Sassone, Enrique Delfino o Juan Canaro, en su doble versión de violinista y arreglador. Precisamente la impactante Orquesta de las estrellas que empinó a Miguel Caló, lo contaba a Galván como pieza fundamental en los arreglos.

Aníbal Troilo le daría un importante papel en su orquesta de los años cincuenta y sesenta, dejándole los arreglos de los temas que iría agregando a su repertorio. Y las muestras son más que elocuentes: No hay más que escuchar una y otra vez las grabaciones de Sur, con un gran Edmundo Rivero, Recuerdos de bohemia con Alberto Marino o el instrumental de De Caro, Buen amigo. Aunque Pichuco usara siempre su goma de borrar, reconocería la impronta que le había dado a la orquesta el talento de Argentino Galván con sus hermosos arreglos.

Supo dirigir sus propias orquestas, acompañó a numerosos cantores, arregló para diversos conjuntos y trató siempre, en todo momento en jerarquizar el tango. Incluso separándolo de las ideas de Piazzolla. Al respecto, decía: "Ante todo, no creo en el tango moderno, creo en el tango simple y sencillo. en cambio, creo sí en la orquesta moderna, Y ésta es la que no se conforma con repetir siempre lo mismo, con monotonía y falta de impulso creativo, si no que busca  nuevos timbres que van a enriquecer y modernizar el tango sin desvirtuarlo: No puede haber tango sinfónico ni orquesta sinfónica de tango, sencillamente porque no existen piezas sinfónicas en el campo del tango. Aunque no me niego a ver un sutil cambio a través del tiempo en la riqueza musical del tango, que proviene, en mi opinión, del decisivo progreso en la orquestación".

Galván falleció súbitamente en 1960, a sus 47 prometedores años, en vísperas de un viaje a Japón, dirigiendo una embajada musical.


 

 

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