viernes 26 de abril de 2024

CULTURA | 22 jun 2021

La leyenda de Roberto Di Filippo

Tocó con Horacio Salgán y Astor Piazzolla. En diciembre de 2001 se editaron unas cuantas grabaciones caseras, como para afirmar la opinión del marplatense: “Roberto nos pasó a todos por encima”.


Por: Ismael Canaparo

Roberto Di Filippo, bandoneonista y oboísta, nació en la ciudad santafesina de Peyrano, el 12 de junio de 1924. El 12 de febrero pasado se cumplieron 30 años de su fallecimiento. Hijo del matrimonio de Ángela y Antonio Di Filippo, Roberto (apodado “Pajarito”) fue el menor de ocho hermanos (todos los cuales estudiaron música). Comenzó a tocar el fueye a los cuatro años y a los siete integró una orquesta familiar. “Era un músico, pero niño al fin, que se quedaba dormido sobre el regazo de su hermano mientras esperaban para actuar a que terminara el turno de la orquesta característica”, cuenta la periodista Irene Amuchastegui.

Con 15 años y mucho talento con el bandoneón, fue convocado por Roberto Zerrillo para que integrara su agrupación, por lo que tuvo que radicarse en Capital Federal. Allí conoció a Ofelia, con quien se casó.

Hace unos años, Gaspar José Astarita (1928-2003), un gran escritor, periodista e investigador, escribió para la página “Todo Tango” esta hermosa semblanza de Roberto Di Filippo: “Dispuesto a escribir este trabajo sobre Roberto Di Filippo, y con el objeto de establecer primeramente —al igual que con los otros bandoneonistas— un juicio de valoración conceptual a manera de introducción, como una especie de necesaria ubicación y acercamiento al personaje, me encuentro de pronto con una calificada opinión de Ástor Piazzolla que viene a eximirme, con sobrados merecimientos musicales y probados conocimientos técnicos, de ese imprescindible cometido.

Muchos saben que Roberto Di Filippo, después de finalizar sus actuaciones en orquestas de tango, allá en los comienzos de la década del 50, no había tocado prácticamente más el bandoneón. Siendo al mismo tiempo un excelente ejecutante de oboe, había ingresado en 1951 en la orquesta estable de Radio Splendid y, posteriormente —por concurso—, logró una plaza de oboísta, en 1961, en la orquesta del Teatro Colón, en donde finalmente, hacia 1980, alcanzó la jubilación. Entonces, estrictamente en forma privada, volvió a su entrañable primer instrumento: el bandoneón.

A la derecha, Di Filippo (7 años), junto a sus tres hermanos.

Y grabó, para algunos amigos —entre los cuales tengo el honor de contarme— unos casetes con música ciudadana, selectamente escogida, en donde figuran obras como “Divina”, “Recuerdos de bohemia”, “Flores negras”, “Cavilando”, “Rubí”, “Shusheta” y otras más, todas de exquisita factura melódica, todas con arreglos insuperables de Máximo Mori y todas magistralmente interpretadas en solos de bandoneón por Roberto Di Filippo.

Y una de esas cintas fue entregada por el violinista Hugo Baralis a Astor Piazzolla en 1981, que se encontraba en Francia, quien después de escucharlo le envió el siguiente comentario grabado al intérprete: “Francamente me asombró cómo tocás el bandoneón, gordo Di Filippo. Ahora me dan ganas de tirar mis dedos al río. Vos sabés que soy muy sincero, y que cuando un tipo toca mal se lo digo. Hace años que no oigo tocar el bandoneón como vos. Te escuché desde París y estoy muy emocionado. ¡Gordo, mi viejo amigo! Te quiero mucho y veo que estás mejor que nunca. Alguna vez vamos a tocar juntos y yo seré tu segundo bandoneón. Un abrazo. Piazzolla”. (Estos conceptos los he extractado de la cinta que le envió Ástor Piazzolla a Di Filippo desde París, el 15 de julio de 1981).

Se podría pensar, luego del comentario elogioso de Piazzolla, que éste habló influido por la nostalgia y el recuerdo cariñoso al compañero con quien compartió aquella memorable orquesta de la década del 40, al recibir —tan lejos—, esa cinta grabada que llevaba Baralis.

Sin embargo, estoy persuadido de que no es así. Astor Piazzolla es absolutamente sincero. Lo prueba este nuevo comentario. El 28 de junio de 1984, cuando es entrevistado por Juan Carlos Mareco en Canal 7, en el programa “Cordialmente”, mientras relataba otros sucesos referidos al bandoneón, dijo de pronto: “El más grande bandoneonista de la Argentina se llama Roberto Di Filippo. Después de abandonar el instrumento durante casi treinta años, y al jubilarse como oboísta de la orquesta del Teatro Colón, retomó otra vez el bandoneón y nos pasó por encima a todos. Creo que técnicamente es lo más importante que hubo en la historia del instrumento en nuestro país”.

Roberto Di Filippo nació en Peyrano, una pequeña localidad del sur de la provincia de Santa Fe, hijo del matrimonio compuesto por don Antonio Di Filippo y doña Angela Colonna.  Don Antonio, empleado ferroviario, como buen italiano, tenía el gusto y el cariño por la música. Y así fue que cuando el maestro Eduardo Vétere comenzó a viajar desde Rosario hasta Peyrano para atender su propia academia, cinco hermanos Di Filippo fueron anotados en ella, instruyéndose Lucio en bandoneón, Vicente en violín, Juan en bandoneón, Dominga en piano y violín y Roberto —quien aún no tenía 6 años—, en bandoneón. Y siendo unos niños, formaron una orquesta típica infantil que se desempeñó en reuniones y bailes, ganando aplausos, simpatía y adhesión del vecindario.

Roberto, debido a su dedicación y a sus aptitudes naturales, logró formarse sólida y precozmente, decidiendo hacer profesión de la música. Cuando tenía 17 años y fue requerido por Roberto Zerrillo en la Capital Federal, era ya un instrumentista sumamente capacitado. Le faltaba únicamente foguearse en la labor de conjunto, afianzamiento que consiguió rápidamente. En 1941, con esa orquesta llegaron sus primeras grabaciones. Intervino en los registros de los tangos “El repique”, de Elvino Vardaro, y “Aquel preludio de amor”, del propio Zerrillo.

Paralelamente, comenzó una intensa labor profesional participando en conjuntos para acompañamientos de cantantes solistas, hasta que a poco de estar en Buenos Aires se vinculó con tres jóvenes que ya habían alcanzado a trascender en los círculos tangueros: Orlando Goñi, Francisco Fiorentino y Ástor Piazzolla.

Nombraré —por el solo placer de regodearme— la fila de bandoneones del conjunto de Orlando Goñi: Jorge Martínez, Eduardo Rovira, Antonio Ríos, Luis Bonnat y Roberto Di Filippo. Luego, en la agrupación Piazzolla-Fiorentino, al lado del fueye del director, estuvo Di Filippo junto a otros dos buenos instrumentistas: Fernando Tell y Ángel Genta.

Pero de esa época trascendente del tango, tal vez lo que más quede grabado en el recuerdo de todos —ayudado, felizmente, por los testimonios discográficos (Odeon, 1946 a 1949)—, es su actuación en la orquesta de Ástor Piazzolla, en donde cumplió una extraordinaria labor junto a otros dos excelentes bandoneonistas: Abelardo Alfonsín y Vicente Toppi. En ese conjunto se puede apreciar el especial lucimiento de Di Filippo, porque desarrollaron un nutrido e importante repertorio instrumental. “Estoy prendido en todas”, recordaba.

Después, a mediados de 1949 pasó a la orquesta de Julio De Caro, incursionó en la de Joaquín Do Reyes para finalizar su carrera en la orquesta de Horacio Salgán, director que lo mismo que Ástor, lo distinguió preferentemente. Pese a que hubo un inconveniente que los enemistó temporalmente. Le pasamos la palabra al propio Di Filippo: “En abril de 1950 me incorporé a la orquesta de Salgán y posteriormente, comenzamos a grabar en Víctor. Hicimos los tangos “Recuerdo”, “La clavada”, “Como abrazado a un rencor” y “Motivo de vals”. Una vez concluidos estos registros le comuniqué al director que me retiraba del conjunto pues había sido nombrado músico de la orquesta estable de Radio Splendid. Salgán se puso furioso e hizo suspender la venta de esas grabaciones. Hizo de nuevo todos los registros, pero sin mí. La carátula del disco, sin embargo, estaba hecha, y yo aparezco al lado de Leopoldo Federico, y ésa no se modificó. Así que figuro en la fotografía, pero no en las grabaciones”.

Después de 1950, cuando comienza a notarse la declinación de las fuentes de trabajo para las orquestas de tango, y en especial, las de formación numerosa, Di Filippo decide asegurar su tranquilidad económica y después de pedir consejo a Piazzolla, determina aplicarse al estudio de otro instrumento no convencional que lo vincule a la música clásica y le permita acceder a algún grupo sinfónico de importancia. Elige el oboe, un instrumento cuya ejecución es de extrema dificultad. Acompaña la idea con la acción, siempre con Piazzolla de ladero, y adquiere un oboe usado, al mismo tiempo que es presentado por el autor de “Verano porteño” al maestro Edmundo Gaspart, ex solista de la orquesta del Teatro Colón, con quien comienza inmediatamente a estudiar con su habitual vehemencia y seriedad.

En 1951, ya ha ingresado a la orquesta estable de Radio Splendid como bandoneonista, pasa a tocar el oboe en el mismo conjunto, en el que se mantuvo por espacio de nueve años. En 1961, por concurso, se incorpora a la orquesta del Teatro Colón, en la que permanece por espacio de casi veinte años, actividad con la cual alcanzaría la jubilación en 1980, no sin antes haber formado parte en otras agrupaciones como el Quinteto de Cámara Philarmonía y el de la Policía Federal.

No sintió Roberto Di Filippo el llamado de la inspiración y por lo tanto no dedicó sus afanes a la composición. Como él mismo dice: “Mi inspiración ha sido siempre puramente interpretativa”.

Músico cabal, en la tranquilidad de su retiro volvió a poner el bandoneón sobre sus rodillas, pero para la reunión intimista, para la grabación “casera” de algunos exquisitos arreglos para bandoneón solista que le alcanzaba, de vez en cuando, su amigo Máximo Mori. O para recordarse a sí mismo, que no defraudó a aquel buen italiano de su padre, que amaba la música y que seguramente se sacrificó con gusto para que ella fuera también un importante ingrediente espiritual de la familia.


ASTOR: “ROBERTO NO ME EMOCIONA, ME ASOMBRA…”


“Declaraciones periodísticas, correspondencia personal y recuerdos familiares dan cuenta de la amistad y la admiración recíproca entre Di Filippo y Piazzolla desde el momento en el que actuaron juntos en la orquesta de Astor.

Piazzolla le dedica un capítulo de “A manera de memorias” (ordenador: Natalio Gorín, Editorial Atlántida): “Nunca escuché a nadie tocar el bandoneón como Roberto. Solamente Minotto se le pudo haber acercado un poco, pero nunca a la par. Los músicos de tango por lo general hablaban de fútbol, de burros, de minas y de curdas, mientras que nosotros éramos felices hablando de música. Con Roberto, cuando teníamos una tarde o un sábado libre, nos íbamos juntos a escuchar los ensayos de la Sinfónica del Colón en el cine Gran Rex”.

Fue Piazzolla, según relató Di Filippo para el libro “Astor” (Diana Piazzolla, Emecé), quien lo alentó a estudiar el oboe. Años más tarde le proponía volver al bandoneón, invitación que Roberto declinaba por carta: “En cuanto a mí te diré lo siguiente: la última noche que nos reunimos con tanta linda gente, me quedó una gran satisfacción y también una gran emoción por el momento vivido. Pero cuando se habló de hacer algo juntos vos y yo, desde ya te digo que ni lo pienses (por mí). Ocurre lo siguiente y no quisiera que te enojes: mi estado emocional está bastante deteriorado, y hace poco tuve un nuevo amago del problema cardíaco  y el doctor me dijo que no haga nada que me provoque mucha emoción. Además (y esto va dicho con la experiencia y el oficio que poseo como tocador de instrumento), para tocar como vos lo hacés ni yo ni nadie de los que se quiera nombrar se acerca a tu dominio. Pues, para mí, te has ido muy lejos”.   

Astor nunca dejó de insistir: “Nadie pregunta: ¿quién es a tu juicio, Piazzolla, el más grande bandoneonista de la República Argentina? Se llama Roberto Di Filippo, lo conocen muy pocos. Dejó el bandoneón, volvió cuando se jubiló y nos pasó por encima a todos. Es uno de los técnicos más importantes de la historia”.

Cuando Roberto hizo sus grabaciones caseras se las envió a París y recibió a vuelta de correo un mensaje grabado por Astor: “Al gordo Di Filippo. No me emocionó, me asombró como toca el bandoneón. Me dan ganas de agarrar mis dedos y tirarlos al río. Te quiero mucho, gordo. Mejor que no hubieras tocado porque me amargaste la vida, gordo. Tocás mejor que nunca, vamos a tocar juntos algún día: vos serás el primer bandoneón y yo el segundo”. (Irene Amuchastegui).


TRES VECES EN JUNÍN


El fantástico fueye de Roberto Di Filippo rezongó en Junín en tres oportunidades. La primera de ellas el 30 de abril de 1947, en el Círculo Italiano,  integrando la fila de bandoneones de la orquesta de Astor Piazzolla, con las voces de Aldo Campoamor y Alberto Insúa. Volvió al mismo escenario, también con la agrupación del marplatense, el 31 de diciembre de ese año. En marzo de 1950 regresó al “palco escénico” de la calle Belgrano, ahora con la orquesta de Horacio Salgán.


 

 

 

OPINÁ, DEJÁ TU COMENTARIO:
Más Noticias

NEWSLETTER

Suscríbase a nuestro boletín de noticias