sábado 20 de abril de 2024

LOCALES | 14 may 2022

MEDIOAMBIENTE

Seamos realistas, exijamos lo imposible

No podemos seguir promoviendo un crecimiento económico infinito en nuestro planeta lleno de recursos finitos. El colapso ambiental se aproxima sino cambiamos drásticamente nuestro sistema desarrollo por uno más sostenible.


TAGS: TIERRA

Por: Redacción Semanario

Cada 22 de abril se celebra el Día Mundial de la Madre Tierra. La Organización para las Naciones Unidas (ONU) dedicó la jornada de este año a recordar la necesidad de​ ​“avanzar hacia una economía más sostenible que funcione tanto para las personas como para el planeta”. En este sentido, la entidad instó a promover “la armonía con la naturaleza y la Tierra”.

“La Tierra se merece un destino mejor que el que parece aguardarle en los años venideros”. La reflexión es del pionero de la lucha ecologista Murray Bookchin en Ecología de la libertad. Surgimiento y disolución de la jerarquía. Esos años venideros a los que hace referencia el autor son nuestra actualidad, puesto que el libro fue publicado por primera vez en 1982.

Antes de Bookchin, en el año 1972, la experta en dinámica de sistemas Donella Meadows mostró las consecuencias del crecimiento descontrolado en un planeta finito en su libro Los límites del crecimiento. “El crecimiento tiene costos y beneficios y, por lo general, solemos pasar por alto los costos: la pobreza y el hambre, la destrucción del medio ambiente... ¡Precisamente los mismos problemas que intentamos resolver con el crecimiento!”. La receta de Meadows: “Un crecimiento mucho más lento, una diversificación del crecimiento y, en algunos casos, un crecimiento nulo o negativo”. Una receta de hace ¡cincuenta años!

Si usted cree que todo esto es lejano y porque estamos en medio del campo, a cientos de kilómetros de una megalópolis como Buenos Aires, o Córdoba o Rosario, se equivoca: estamos todos en el mismo barco llamado Tierra. Y si no accionamos de manera conjunta, organizada y con un criterio totalmente distinto al que hemos mostrado hasta ahora, nuestro futuro será apocalíptico. En Nueva York, Londres, Rosario y también en Junín.

Claro que no todos impactamos por igual en nuestra tierra. La literatura está llena de ejemplos de publicaciones que advierten del colapso ecológico del planeta de seguir por la actual senda de extracción de materias primas, emisión de gases de efecto invernadero, destrucción de la biodiversidad, generación de residuos... Una senda que tiene en Estados Unidos y Europa sus principales culpables, según un estudio internacional liderado por un investigador del Institut de Ciència i Tecnología Ambientals de la Universitat Autònoma de Barcelona (ICTA-UAB).

En un artículo publicado en el periódico español La Vanguardia, Lorena Ferraz Pérez escribió: “Se calcula que la economía mundial consume más de 90.000 millones de toneladas de materiales cada año, muy por encima de lo que los ecologistas industriales consideran el límite sostenible. La investigación de ICTA-UAB concluye que los países de renta alta (con el 16% de la población mundial) son responsables del 74% del exceso de uso de recursos entre los años 1970 y el 2017. El 27% de este consumo es atribuido a Estados Unidos y el 25%, a los países de renta alta de la Unión Europea. Por países, China ocupa el segundo puesto del ranking de grandes consumidores, mientras que España está en el puesto número 11”.

Volviendo a la literatura ecológica, Bookchin reconoció que la sobreexplotación de recursos no es un problema exclusivo de nuestra época: “Las tierras secas y baldías de Oriente Próximo, cuna de las artes, de la agricultura y del urbanismo, dan fe de un arcaico expolio de origen humano”. Sin embargo, este autor eco anarquista señala que “aquel ejemplo (el de Oriente Próximo) palidece ante la masiva destrucción del medio ambiente que viene produciéndose desde los días de la Revolución Industrial y especialmente desde el final de la Segunda Guerra Mundial”.

En ‘La ecología de la libertad’, Bookchin sostiene que la devastación ambiental, económica y política nació en el momento en que las sociedades humanas comenzaron a organizarse jerárquicamente. El autor plantea que el sistema jerárquico de las sociedades contemporáneas es insostenible y por lo tanto debe desaparecer, para dar paso a un sistema donde prime la cooperación y la interdependencia, señalando el camino hacia un futuro ecológico, más sano y sostenible.

Bookchin reescribe el “seamos realistas, exijamos lo imposible” de los estudiantes franceses en las insurrecciones de mayo y junio de 1968 y lo convierte en “si no hacemos lo imposible, nos enfrentamos a los impensable”. Pero era optimista (falleció en el 2006): “La capacidad del hombre moderno para la destrucción es una prueba quijotesca de la capacidad de la humanidad para la reconstrucción”.

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