viernes 29 de marzo de 2024

CULTURA | 22 jul 2022

MARCADO ACENTO DECAREANO

Joaquín Do Reyes deslumbró en Junín con Tito Reyes

“Supo rodearse de grandes ejecutantes que formaron en su orquesta. Sobre todo, sus violinistas ahondaban en el sello del conjunto que destacó por su ensamblamiento, sonoridad, su equilibrio armónico y un ritmo vibrante”. (José María Otero).


Por: Ismael A. Canaparo

Joaquín Do Reyes (26 de enero de 1905 – 8 de junio de 1987), sintetizó un gran bandoneonista, compositor y director de orquesta, que brilló nítidamente durante mucho tiempo. Resultó otra de las agrupaciones que tocó en Junín, en la época dorada del tango. Fue otro caso de “taponamiento” por las grandes típicas. Quedó en un segundo orden, pese a la excelencia de su música y la calidad de los cantores que pasaron por las filas de este hombre nacido en el porteño barrio de Mataderos.

En dos oportunidades Do Reyes visitó Junín con su calificada orquesta. La primera de ellas, el 12 de febrero de 1955, en las instalaciones del Club Ambos Mundos, con las voces de Hugo Soler y Rubén Llaneza.

La segunda presentación ocurrió el 23 de enero de 1960, ahora en los altos del Círculo Italiano, con sus cantores Tito Reyes y Héctor Darío. Tito Reyes deslumbró esa noche y a nadie extrañó que poco después se acoplara a la orquesta de Aníbal Troilo. Cantó, entre otros, tres tangos memorables, muy aplaudidos por los juninenses presentes en la sala: “Cuatro pasos en las nubes”, “Historia de un tango” y “Soy hijo de Buenos Aires”.

Tuvo cantores brillantes, producto de su fina elección. Entre otros, Ricardo Aguilar, Horacio Deval, Enrique Lucero, Hugo Soler, Rubén Llaneza, Armando Forte, Rodolfo Lezica, Raúl Fontana, Eduardo Morel, Héctor Inzúa, Ricardo Argentino, Roberto Chanel y Virginio Gobbi.

Como compositor, sus obras registradas en SADAIC son las siguientes: “Como un rezongo” (1975), “Cuatro pasos en las nubes” (1960), “Decariano” (1962), “Don Rosendo” (1962), “El rastreador” (1963), “Historia de un tango” (1962), “No me digas que no corazón” (1956), “Rastreando” (1953), “Todo o nada” (1938), “Un amor como ninguno” (1942) y “Yo no sé llorar” (1940).

Gaspar José Astarita, un hombre de Chivilcoy, de sostenida y fructífera trayectoria en los ámbitos de las letras, la prensa y la cultura, escribió una hermosa semblanza de Joaquín Do Reyes. También se destacó por su profunda vocación literaria, sus múltiples iniciativas e inquietudes, su firme aliento creativo y, sus innumerables evocaciones del pasado. He aquí su trabajo:

“Una de las pocas orquestas que quedó haciendo pie después de concluida la famosa década del cuarenta fue la de Joaquín Do Reyes, pues siguió actuando en los años posteriores con marcado éxito en emisoras porteñas, preferentemente en Radio El Mundo, y toda su labor discográfica comenzó precisamente en 1950 y se extendió hasta 1962.

Su nombre y su orquesta, pese a la calidad de sus interpretaciones, fueron de bajo perfil, por usar una expresión muy en boga en estos tiempos para calificar a ciertas personalidades que realizan su tarea desentendidos de la importancia que significa la promoción en todo tipo de actividad.

El estilo orquestal de Joaquín Do Reyes fue de marcado acento decareano. Con severo criterio selectivo, requirió para su conjunto el aporte de conceptuados instrumentistas, a muchos de los cuales confió el arreglo de las más sobresalientes versiones de su repertorio.

El ajuste de la orquesta, su densidad sonora, los prestigiosos solistas y colaboradores que lo rodearon, conformaron una entidad artística que debe ser tenida más en cuenta por los exégetas del tango.

Joaquín Do Reyes había nacido en Buenos Aires, en pleno barrio de Mataderos, el 26 de enero de 1905, y luego de estudiar el bandoneón y otras disciplinas musicales, comenzó a actuar profesionalmente cuando tenía veinte años. Fue en la orquesta de Francisco Lomuto, por poco tiempo, y fugaz también fue su incursión en la primera orquesta de Juan D'Arienzo y posteriormente en la de Alberto Gambino.

Tenía treinta años y diez de labor profesional cuando formó su primer conjunto, con el cual tocó en el Cabaret Chantecler, lugar precisamente donde nació su tango “Yo no sé llorar”, cuyos versos pertenecen a Celedonio Flores.

Y así, con algunas interrupciones, continuó su trayectoria y la de su orquesta. Radios y locales nocturnos fueron su estrecho campo de acción, ya que su labor no logró trascender en esos tiempos los primeros planos alcanzados por otros directores. Sin embargo. siguió perseverando, hasta que en 1950 la flamante empresa discográfica TK lo convocó para integrar su catálogo, junto a los nombres descollantes de Edmundo Rivero, Aníbal Troilo, Argentino Galván y Horacio Salgán, entre otros. Sus primeros títulos para el surco del sello fueron “Trece” (conocido como El trece) y “El amanecer”.

Ese importante paso, la convocatoria del sello TK, lo había estimulado aún más para ir depurando su estilo orquestal, llamando a su lado a instrumentistas de la talla de Julio Ahumada, Eduardo Del Piano, Mario Demarco, Máximo Mori entre los bandoneones; Elvino Vardaro y Roberto Guisado entre los violinistas; César Zagnoli, Juan José Paz y Osvaldo Manzi entre los pianistas. Todo ello lo fue afianzando y aunque el tango y los espacios para su difusión fueron mermando, la orquesta de Joaquín Do Reyes, aunque discontinuamente, siguió actuando en radios, en el interior del país, incluso realizando una gira por Montevideo. Y grabando: en discos TK, realizó veinticuatro obras, hasta 1954. En Víctor registró seis títulos, entre 1960 y 1962.

Aparte de todas estas grabaciones, se conocen muchas tomas radiales, que, en perfecto estado, circulan entre los coleccionistas. De todas ellas quiero rescatar una, que el especialista Oscar del Priore incluyó en el volumen 2 de su Historia del bandoneón. Se trata del tango “Pensativo”, de Máximo Mori, que con arreglo del propio autor y con un estupendo solo de violín a cargo de Elvino Vardaro, interpretó la orquesta de Do Reyes por Radio El Mundo.

En su labor de compositor pueden anotarse el ya nombrado “Yo no sé llorar”, además de dos bellísimos tangos instrumentales: “Decareando” y “Don Rosendo”, dedicados a Julio De Caro y Rosendo Mendizábal respectivamente, obras que dejó registradas en el sello Víctor. A estos puede sumarse también otro bello tango instrumental suyo, “Rastreando”, grabado en TK en 1953. Otros tangos de su autoría fueron “Cuatro pasos en las nubes” y “No me digas que no corazón”, ambos con letra de Reinaldo Yiso”.

 

 

 

 

 

 

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