viernes 04 de octubre de 2024

POLICIALES | 20 sep 2024

GRAVE DENUNCIA

El capellán de la Policía Federal, acusado de abusar sexualmente de uno de sus custodios

El sacerdote con rango policial es parte de una familia patricia en la que hay jueces, miembros de la justicia y empresarios con fuertes vínculos políticos. Vive en una casona de Recoleta con custodia personal de la fuerza. Uno de esos agentes padeció acoso, abusos sexuales y persecución laboral por parte del cura y llevó el caso a los tribunales.


El caso no trascendió públicamente, hasta hoy. En 2022, Diego de Campos fue denunciado por abuso sexual agravado en el Juzgado Federal N°10 del juez Julián Ercolini.

¿Quién es Diego de Campos? Es el Capellán General de la Policía Federal. Un hombre de fe con rango policial, que recorre el país supervisando al resto de capellanías policiales, y la figura más preponderante de la fe dentro del organismo de seguridad. Pero además tiene un peso real y simbólico dentro de la fuerza, es un hombre de poder con aceitados vínculos con la política, la justicia y los medios.

El denunciante es un joven integrante de la Policía Federal cuyo nombre se mantiene en reserva, que actualmente está con tratamiento psicológico por lo traumático de lo vivido.

Su testimonio comienza con la forma en que conoció a de Campos quien, aparentemente, insistía ante la superioridad para que fuera este agente quien esté asignado a su custodia, aún saltando algunos legalismos básicos:

“Me contactó tres veces para hacer el pase a la dependencia que él tenía a su cargo. Yo siempre me había negado, hasta que me notificaron sin mi consentimiento que debía estar en la custodia del aquí denunciado.” Una vez en esa función, y siempre según el relato del denunciante, el sacerdote le dio atribuciones mucho más allá de la de un custodio.

"Me obliga a integrar un supuesto círculo de confianza. Me imponía poder desde el credo y su cargo policial, siempre hablando de su hermano el doctor Manuel de Campos, juez nacional. Y ostentaba que estaba apoyado por el Papa Francisco.

A sabiendas de que yo me había confesado con él como cura, igual así delante mío hacía chistes sexuales, contaba sus intimidades, comentarios obscenos. " Las situaciones incómodas fueron in crescendo, y de los comentarios el sacerdote pasó a las acciones. En la denuncia el policía contó tres episodios de abuso. El primero sucedió en la biblioteca del sacerdote:

"Me hace subir una escalera en su despacho. Ahí hace que se trastabilla y me toca un glúteo. En ese momento le digo: ¿Qué hacés? Y me dice: ¿No viste que casi me caigo?". Superado ese momento, y unos días después, habría vuelto a abusar saliendo del despacho y rumbo a otras dependencias:

“La segunda vez una de las guardias me dice de ir a su despacho me dijo de ir a tomar un café. Cuando llego el pasillo era muy angosto y ahí siento que me toca. En ese momento no había ninguna excusa posible y le contesto ¿Qué hacés? Te dije que no me cabe”. La última situación habría sucedido dentro del coche oficial con el que el sacerdote se desplazaba y del que el custodio era chofer. En la causa relata el episodio de esta manera:

"La tercera vez lo tenía que buscar al capellán en su domicilio en Recoleta y llevarlo al Departamento Central. Cuando estoy estacionando el auto se acerca y me toca el pene diciéndome: "Tengo algo chiquito que cuando lo tocás se vuelve grande" y ahí detengo el auto y le grito: "¿Qué hacés, hijo de puta?!!"

Es sacerdote y se desempeña como Capellán General de la Policía Federal. Tiene alrededor de 55 años. Es ex alumno de Colegio San Pablo Maschwitz, y miembro de la Sociedad Argentina de Cultura.

A partir de ahí el custodio sufrió persecución laboral, cambios de turno, quejas. En una ocasión el sacerdote le ofreció una cantidad de dinero en efectivo que sacó de un cajón que superaba ampliamente varios sueldos del agente, con la propuesta de que lo use para tomarse unas vacaciones con su familia. Como se negó a aceptarlo, aumentó el hostigamiento.

Finalmente, al denunciante lo trasladaron al Clero de Caballeriza de la calle Cavia de la Ciudad de Buenos Aires. El Capellán Diego de Campos dejó claro que había tenido mucho que ver con el traslado como forma de castigo y le dijo que "ese lugar era para negros de mierda que solo saben pintar". Allí, y siempre de acuerdo al relato que consta en la causa, lo obligaron a hacer cosas por fuera de sus funciones, y el hostigamiento continuó. Posteriormente, los traslados continuaron a tres diferentes secciones, situación que debilitó la fortaleza del agente.

En la causa, presentó dos testigos, otros custodios como él, que podrían dar fe de lo vivido por quien denuncia al Capellán. Agregó, además, que el sacerdote convive con niños. Lo explicó así en la causa:

"La verdad me parece muy loco que teniendo una persona que este denunciada así, tenga una casa donde vive que es en Recoleta que comparta estadía con chicos menores, la verdad que me parece medio loco (…) que es de la iglesia, es donde vive el, la verdad que no se como se llama, el lugar, no me acuerdo como le decía el, pero es una casa que es de la iglesia donde vive con otro cura y que vive con menores (…)”

 

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