CULTURA | 27 sep 2024
FUE PREMIO KONEX 1985
Hamlet Lima Quintana, el gran poeta del canto
El autor de “Zamba para no morir” fue militante comunista, integró el Movimiento del Nuevo Cancionero y fue uno de los grandes poetas de la música popular argentina.
Por: Ismael A. Canaparo
Hamlet Lima Quintana (15 de setiembre de 1923 – 21 de febrero de 2002), cuyo verdadero nombre era Hamlet Romeo Lima, fue un exquisito poeta argentino, autor de más de cuatrocientas canciones, entre ellas la popular "Zamba para no morir" (con música de Norberto Ambrós y Héctor A. Rosales).
Enorme poeta del canto, es uno de aquellos que crearon la imaginería de la canción popular. Autor de “La Amanecida”, “Los pueblos de gesto Antiguo”, “Zamba del Duraznillo”, por mencionar algunas obras que están en la memoria y el corazón de la gente.
Hoy nos toca escribir sobre un referente cultural de la Argentina, una estrella que brilló en vida entre las décadas del 40 y del 60, pero que nunca apagó su luz, siguió trabajando, escribiendo y componiendo hasta su muerte en 2002.
Nació en la ciudad bonaerense de Morón. Sin embargo, Quintana dirá que es de Saladillo, otro territorio provincial al que le había tomado especial afecto por pasar allí mucho tiempo durante su niñez. Hijo de artistas, su madre y su padre eran prolíferos escritores y virtuosos músicos, ambos tocaban el piano y la guitarra y escribían poesía. Creció en un ambiente propicio para la creatividad.
Su carrera se inicia en la década de 1940 cuando cantaba en la compañía de Ariel Ramírez. En esa época también formó parte de los grupos “Los mandingas” y “Los musiqueros”.
Pertenecía a la corriente artística, que floreció por aquellos años de los ’60) en Buenos Aires, denominada “Nuevo Cancionero”. Formaban también parte de ella el mendocino Armando Tejeda Gómez y Oscar Matus. Las canciones de este grupo tuvieron gran éxito y muchas de ellas han sido cantadas por artistas de renombre, tales como Mercedes Sosa y Horacio Guaraní.
Además de la música y la poesía, Quintana se dedicó a la escritura narrativa y al periodismo. Uno de sus trabajos más destacados dentro de este rubro fue redactar noticias para la agencia United Press, y otro muy notable también fue su participación en la sección política del diario Clarín. La actividad editorial lo encontró desempeñando funciones de cobrador y vendedor en la editorial Sudamericana.
Publicó, entre otros, los siguientes libros: “Mundo en el rostro” (1954), “El Octavo Pájaro” (1961), “Pampamapa, en la huella del Sur” (1962), “La isla” (1964) “La armonía de los cuerpos” (1968), “Edad del asombro” (1969), “Los juegos” (1969), “Taller del resentido” (1970), “La muerte y los presagios” (1970), “Cuentos para no morir” (1972), “Documento de Identidad” (1976), “Informe de pájaros” (1976), “En distintas formas” (1981), “Sinfonía de la llanura” (1983), “Los estafados” (1984), “Situación personal” (1984), “Milongueada por Pedro Coronel en Saladillo” (1987), “El oficio común” (1989), “Osvaldo Pugliese, biografía” (1990), “Callvucurá y su elogio de la tribu” (1991), “Breve historia de otro mundo” (1992), “Declaración de bienes” (antología) (1993), “Los referentes” (1994), “En el fondo del horizonte” (1995), “El perfeccionista” (1997), “La breve palabra” (1998), “Las memorias” (1999), “Diario del Regreso” (1999), “Las otras casuarinas” (2000), “Antolobiografía” (2002), “Los ángeles de la tierra” (2003) (edición póstuma) y “Edad del asombro” (libro de canciones escolares, escrito junto a Carlos Guastavino).
Hamlet Lima Quintana grabó varios discos en los que recitaba sus poemas, los más reconocidos fueron “Juanito Laguna remonta un barrilete” y “La pampa verde”. En ellos recoge el ser nacional y lo traduce en poesía.
En el año 2016, la cantante Nancy Ocampo recupera y graba en su CD llamado "Camino de tinta", la chacarera "Se llamaba Simple Alberto", con letra de Lima Quintana y música de Gabriel Senanes, compuesta en 1976 en homenaje al editor cordobés Alberto Burnichón y hasta entonces inédita.
Su primera esposa fue Esther Cecilia Pujadas, argentina y docente. De ese matrimonio nacieron: Ana Cecilia Lima, Silvia Esther Lima, Germán Jorge Lima y Mariano Ventura Lima. También cantó integrando el grupo “Los mandingas”.
En su segundo matrimonio contraído en Perú, se casó con la antropóloga argentina Alcira Imazio, con quien tuvo un hijo, Felipe Ramón Lima. Su tercer matrimonio lo contrajo con Luisa Neves Lagos, de cuya unión nacieron Juan Martín Lima y Juan Cruz Lima.
Cristian Vitale (54 años), docente y periodista egresado del Instituto Grafotécnico, escribió en Página/12 estos interesantes párrafos, de una nota mucho más extensa
“Otro trozo de muerte penetró en Lima Quinana cuando una bomba explotó en la Casa Latinoamericana, donde solía dar charlas y talleres, y lo forzó a iniciar su exilio hacia España. Fue en febrero de 1978 y se instaló en Tenerife, junto a Tejada, su hermano del alma. Luego vivió en la casa que Horacio Guarany, otro amigo, tenía en Castro Urdiales, y arriesgó una vuelta en noviembre de ese año. Intrépido, se la siguió jugando aquí, pugnando por la aparición con vida de Haroldo Conti, participando de las marchas de las Madres de Plaza de Mayo, o sublimando otra muerte, la de la hija de Carlos Alonso, compañero pintor que había conocido durante el breve exilio. “Y lloraba, les juro que lloraba”, escribió sobre sí, en “Canción para Carlos Alonso” –con música de Enrique Llopis-- cuando se enteró del secuestro y posterior desaparición de “Paloma”, hija de Alonso y militante de la Juventud Peronista, ocurrida en julio del 77’.
Años después, bien entrada la democracia, otra muerte se transformó en poesía: la de Alfredo Zitarrosa. La sorprendió al moronense, mientras escribía la biografía de Osvaldo Pugliese, e hizo un alto en honor al cantor oriental. “Procedía del pueblo, la luz de Zitarrosa / dolorosa y precisa, de su Montevideo” (“Canción para Alfredo”)
Cuando finalmente llegó la suya, en ese verano del 2002, no solo quedó detrás un tipo que creyó resucitar cada vez que moría dando una puñalada de alegría “en el centro feroz del sufrimiento” (“Cada vuelta que doy”), sino un hombre común con alma de poeta, que supo llevar los conceptos del manifiesto del Nuevo Cancionero hasta las últimas consecuencias Que nunca olvidó aquella autosemblanza inserta en el maravilloso cuento-poesía “Crónica de un semejante”, de andar entre la gente, sin plata, viajando en trenes atestados “apretado entre cuerpos doloridos”, vaciando la vida, pero a su vez entusiasmado con llegar a ver la pelea de la noche por televisión, y pensando si pagar la luz o comprarle zapatos a sus hijos.
También quedó para la historia el poeta con asombro cotidiano –tal como le gustaba definirse-- que le cantaba chajá, al tero y a los gorriones, que exigía abrir los manicomios, y que instaba a las gentes a jugarse. “Hay que elegir señoras y señores, nadie puede hacerse el distraído”.
Y él eligió la vida, (des)trozando a la muerte con sus versos… reviviendo cada mañana en una historia que, como dice su zamba inmortal, lo recordará vivo”.
Fuentes: Raza Folklórica y Página/12