¿Cómo es posible que los políticos que dedican tantos esfuerzos a desacreditarse los unos a los otros luego compartan la mesa alegremente y se dispongan para la foto?

Si bien es cierto que cuando los dirigentes “se concentran demasiado en debilitarse mutuamente, la primera víctima es la propia política”, tampoco resulta entendible que las acusaciones y cabildeos terminen en una muestra de camaradería plena de sonrisas como la que dejaron de izquierda a derecha la concejal kirchnerista Clara Bozzano, el presidente del Grupo Servicios Junín, Pablo ‘Tuta’ Torres, la también edil peronista Maia Leiva y más abajo el cuestionado funcionario y hoy vice del Grupo Junín, Marcelo Pastormerlo, junto al concejal meonista y director de la Unnoba, el radical Pablo Petraglia.

Convengamos en que la coherencia no resulta por estos tiempos una fortaleza de la política y que por otra parte se viven situaciones de extrema violencia verbal en materia partidaria. Sin embargo, después de las duras críticas de la oposición al Grupo Junín y a la gestión de Pablo Petrecca en general, la imagen resulta llamativa.

Tal como alguien escribió por allí respecto a 'Cambalache', esa crítica mordaz y desencantada de la sociedad del siglo XX escrita por Enrique Santos Discépolo que denuncia la corrupción, la hipocresía y la falta de valores en la sociedad. Su referencia a diferentes épocas históricas sugiere que estos problemas no son nuevos, sino que han persistido a lo largo del tiempo.

Por ejemplo, la frase 'vivimos revolcaos en un merengue y en el mismo lodo todos manoseaos' pinta una imagen vívida de una sociedad en descomposición, donde todos están igualmente alcanzados en más o en menos por sospechas y cuestionamientos.

Nada es casual en la polis, aunque pensemos que de repente un determinado volumen de electores hayan virado por virtud de trolles de X hacia sectores que parecían imposibles.

Tal vez ocurra que los “posibles” no hayan caído en la cuenta de que todo cuenta, aunque parezca un simple juego de palabras.