jueves 12 de diciembre de 2024

CULTURA | 30 nov 2024

cumplió 88 años

Beba Pugliese, siempre supo caminar por la senda de su padre

La única hija del maestro Osvaldo Pugliese atesora la herencia musical legada por su padre, quien también le dejó marcado a fuego en su sentir el valor profundo de las convicciones y el respeto por los que piensan distinto.


Por: Ismael A. Canaparo

Beba Pugliese (10 de noviembre de 1936), cuyo verdadero nombre es Lucela Delma, nació en el porteño barrio de Villa Ortúzar y se caracterizó por brillar en cuatro importantes vertientes del tango: pianista, directora de orquesta, arregladora y compositora.

Como buena hija de Osvaldo Pugliese los caminos de Beba transitan por el tango y por la ejecución del piano, que aprendió siendo muy precoz. Creció dentro de una familia de trabajadores, donde el dinero brillaba por su ausencia. Guarda un especial recuerdo de la casa de Alvarez Thomas. Allí su padre, además de escribir “La yumba” y “Negracha”, compartió con ella tardes de pelota de goma y de preparación de barriletes. Considera que fueron una familia muy unida y todavía cuando se acuerda siente que le pesan las bolsas de arroz y lentejas que cargaban con su madre para llevarle a la prisión al viejo cuando permanecía detenido. Para Beba, su padre fue un hombre que se preocupó permanentemente porque a sus músicos y a sus familias no les faltase nada.

José María Otero (periodista, escritor, conferenciante e historiador del tango) escribió para la página “Todo Tango” la siguiente semblanza dedicada a la hija del Maestro del clavel rojo:

“Un destino estaba marcado desde la cuna: la música, la lucha por la dignidad humana, el afán de superación, el enclave familiar. Creció en un ambiente de arte, de emoción sincera, de mucho trabajo: “Día tras día fui impregnándome en esa especie de sabiduría popular”, afirma. Nació en Villa Ortúzar, en una casa alquilada de la calle 14 de julio 1111. El abuelo, Adolfo Pugliese, flautista de la primera época del tango, les salió de fiador a la flamante pareja integrada por su hijo Osvaldo y María Concepción Florio.

La unión de los dos jóvenes le permitiría a la niña que nacería a fines de ese año, alternar en una familia de músicos. Su tía Adela Florio era profesora de piano y le daría las primeras lecciones. Los hermanos de su padre, Adolfo (Fito) y Alberto eran violinistas, y el segundo, director y compositor. Su tío, Mario Perini (casado con una hermana de su madre) era banjista, violista, arreglador y compositor. Estuvo mucho tiempo en la orquesta de Ángel D'Agostino y también colaboraba, arreglándole a Osvaldo Fresedo. Un primo hermano de Beba, el Chocho Roberto Florio (hijo de una hermana de su madre), fue un excelente y querido cantor que lució en orquestas como las de Alfredo De Angelis o Carlos Di Sarli entre otras. Cacho, otro hermano de su mamá era contrabajista.

Las estrecheces en las que se vieron envueltos en las primeras épocas, obligaba a compartir casa entre integrantes de ambas ramas familiares y la música brotaba por todos los poros de aquellas paredes. Ver ensayar al padre en aquel piano Förster —regalo del abuelo— y que también le sirvió a ella para trajinarlo (“Medio jugando”, dice); aquel color que viene de la infancia y las coordenadas que llegan a través de una serie de afluentes y desembocan en una vocación, fueron determinando su futuro musical. Claro que ver ensayar a esa orquesta de don Osvaldo en la casa donde fueron a vivir en 1940 (Álvarez Thomas 1477), agranda espaciosa su mirada de niña traviesa que, en su gestación contempla imágenes con un gran poder de sugerencia: “Recuerdo las melenas de Ruggiero y de Caldara, concentrados, esperando el momento del arranque musical. A Camerano lo veo todavía preparando el arco para su entrada triunfal, brillante. También lo veo a Aniceto Rossi aguardando al lado del piano. Todos esperando la marcación del director, como gladiadores prestos a salir a la arena, o como jugadores preparándose a salir a la cancha donde la multitud de los hinchas gritaban enfervorizados...”, y en el recuerdo se forja su ansiedad.

Cuando estaba en 4º grado y le pidieron que tocara el Himno en el Día del Maestro, lo hizo con gran fervor patriótico y anticipando el futuro. Las vicisitudes políticas del padre, la persecución, la cárcel, la prohibición de tocar en radios o espacios públicos, castigaron severamente a la familia y también forjaron su carácter. Como sus primos y amigos de la infancia, pasó muchas horas en el Club Sporting (Heredia y Álvarez Thomas) y allí Beba aprendería entre otras cosas a bailar el tango, acompañando a sus primos mayores. En Madrid he bailado con ella y doy fe de que es una excelente milonguera. Estudió danzas y piano, practicando con las partituras que le regalaba el abuelo paterno, especialmente las clásicas.

Pugliese cambió el nombre de su tango “Amargura”, por el nuevo de: “La beba”, al nacer ella. Lisandro Adrover hizo el arreglo en la primera versión y Daniel Binelli el segundo, cuando volvieron a grabarlo en 1972.

Los estudios con Vicente Scaramuzza (10 años), Pedro Rubbione, Oreste Castronuovo y Berta Sujovolsky le dieron el plácet definitivo y Beba se disponía a desarrollar su carrera como pianista clásica, habiendo comenzado en recitales por Radio Nacional y otras emisoras. Convocó a Aníbal Arias y Guillermo Ferrer para unas actuaciones por todo el país en 1979, con enorme éxito, grabando incluso un longplay y ya, en el homenaje que le hicieron a Sebastián Piana en 1978, su categoría de pianista recibe el respaldo efusivo y cálido de los presentes. El tango está golpeando a su puerta y los genes hacen el resto.

Su primer quinteto actúa en el Hotel Bauen, los feligreses puglieseanos la siguen y la RCA-Victor la convoca al disco. Pese a los golpes que le da la vida, ella sabe que la lucha es ardua y debe seguir. Falleció su hijo Osvaldo en 1993. Tuvo 2 matrimonios y otros dos hijos: Lisandro y María Carla que arrancó a los 6 añitos con el piano y en 2001 debutó como profesional. Admiradora de Orlando Goñi, la polenta y categoría de Beba en el piano despierta comentarios de admiración, incluso en Astor Piazzolla.

Con su orquesta viaja por Europa y Japón. Compone numerosos temas: “Catire”, “Ochentango”, “Para mi abuelo”, “Chicharrita” (como llamaban al padre de pequeño), “Si volviera a verte”, “Sueños y sombras”, “Rosa punzó”, “Tus quince años” (a su hija), “A nuestro amigo Piraña” (fiel amigo de Don Osvaldo y mi amigo de toda la vida).

Integró los elencos de varias compañías teatrales y actuó en varios sainetes, mientras completaba sus estudios teóricos con los maestros Fukcs y Sebastián Piana. En 1974, realizó los arreglos para la obra teatral Prohibido pisar el tango. En 1978, como solista, compartió escenario con la orquesta de su padre y destacó en programas radiales como el Ciclo de Recitales de Radio Rivadavia, conducido por Héctor Larrea. Es en 1980 cuando forma su propio quinteto, para actuar en el Hotel Bauen, como gran atracción y el suceso desborda todas las previsiones.

Con el acento encarnado en el espíritu del tango, le sirvió para girar por el país y ser contratados por el tradicional Caño 14. Su segundo disco lo firmó en 1981 y fue el prolegómeno de una serie exitosa.

La organización National Geographic filmó en América Latina el programa Ritmos revolucionarios y, referido a Buenos Aires, eligieron como composición más destacada “Dinastía Pugliese”, de su autoría. En su prolífica carrera ha recibido numerosas distinciones de todo tipo y está orgullosa de que «Los amigos de la calle Corrientes», hayan bautizado al cruce de Corrientes y Rodríguez Peña como “La esquina de Beba Pugliese”, instalando una placa de bronce en la que le expresan el reconocimiento a toda su trayectoria

Sigue estudiando para encontrar la respuesta al sonido secreto de la logia en que se ha integrado y, siguiendo el ejemplo materno, conoció el sacrificio en los diversos trabajos realizados para sobrevivir. Supo elegir el camino y al decantarse encontró su propia inspiración.

Es maestra en la Escuela Popular de Avellaneda, del Instituto Cultural José Hernández de Olivos, y sigue yirando con su orquesta y cantantes como Mónica Sachi, Gustavo Cané u Oscar Ferrari. Esa especie de impulsante coraje sonoro que no afloja nunca, viene de las raíces paternas. Confiesa que en cierta ocasión lo llamó un director de orquesta —ex fueye de Pugliese— porque se le había enfermado el pianista, para un programa de televisión. Beba lo consultó con Don Osvaldo y éste, lagrimeando, le dijo: “No debieras ir. Fue de los que más me traicionaron y está tocando con las partituras de mi orquesta. Me hizo mucho daño”. No fue. Y ahí sigue la Beba convencida de no buscar una estética determinada sino la que lleva adentro. Su nieta también comenzó el camino del arte musical.

En los diferentes domicilios que habitaron, Beba aprendió a valorar la cercanía y solidaridad de la familia. Y a sentir la fuerza de la música. Y el viejo barrio. Y la casa donde se fraguó “La yumba”, “Malandraca”, cuando buscaban el canyengue en aquel piano. El apellido Pugliese pesa mucho y ella lo sabe. Por eso hace honor al mismo. Instalada en el gusto popular por propia capacidad y personalidad, sus presentaciones y grabaciones despiertan sentimientos retroactivos. Tiene que haber un gatillo que dispare la emoción y el de Beba lleva el yeite y la marca Pugliese en el orillo. El ancestral germen mítico”.

OPINÁ, DEJÁ TU COMENTARIO:
Más Noticias

NEWSLETTER

Suscríbase a nuestro boletín de noticias