

Por: Ismael A. Canaparo
El país hermano de Uruguay se caracteriza por haber entregado, a través del tiempo, centenares de poetas y cantores de excepcional calidad, nacidos en distintos lugares de su territorio. Todos ellos, por su talento, influencia y legado, marcaron (y marcan) un gran espacio en la música popular, trascendiendo fronteras.
Dichos cantantes suelen ejercer una gran influencia en el pueblo musical, tanto a través de la cultura popular, como en el desarrollo personal de las personas, especialmente en la franja joven. Su música y poesía, sirven para impactar con emociones y creatividad.
Hubo una época en Uruguay, entre las décadas de 1960, 1970 y comienzos de 1980, en que el arte musical y poético atravesaba las fronteras partidarias e ideológicas, y las colaboraciones entre creadores de diferentes tendencias eran parte de un panorama de tensiones políticas en los años previos, durante y a la salida de la dictadura.
Existía un trasvase fermental entre cantores vinculados a diferentes movimientos de izquierda que un momento se reunieron en el Frente Amplio, en muchos casos urbana y con fuertes reivindicaciones sociales, y otros surgidos desde una cosmogonía blanca, predominantemente rural y apegada a las gestas de la historia partidaria. Pero también, en muchos casos, los cruces eran notorios, porque en el ámbito montevideano la creatividad musical recreaba ritmos de tierra adentro. La búsqueda de una identidad, natural para los rurales, era ansiada por los citadinos como un maná sonoro.
Los del arco de izquierda fueron: Víctor Lima, Aníbal Sampayo, Rubén Lena, el Laucha Prieto, Washington Benavides, Alfredo Zitarrosa, Juan Capagorry, Daniel Viglietti, José Carbajal, Los Olimareños, Eduardo Darnauchans, Ignacio Suárez y Yamandú Palacios, entre otros. Los filo blancos: Osiris Rodríguez Castillos, Tabaré Etcheverry, Eustaquio Sosa, Julián Murguía, Enrique Estrázulas, Carlos María Fossati, por nombrar a los principales. En el medio, también hubo anarcos, e incluso, hasta algún cantor colorado podía mecharse en la conversación (Santiago Chalar, el más notorio). Lo interesante del período fue el transvase y la colaboración entre ellos, los nudos de música y letra, las inclinaciones más allá de partidos, porque había un enemigo común: el gobierno militar. Luego, lamentablemente, el juego político los alejaría.
Una serie sucesiva de tres muertes en menos de dos meses ha enlutado este 2018, llevándose a tres representantes de aquel conglomerado de canciones y rimas, de acordes y metáforas ciudadanas y gauchescas, que sintetizaron de forma exquisita aquellos sonidos del país en tiempos complejos.
JORGE BURGOS
El 16 de setiembre de 2018, falleció Jorge Luis Burgos Pintos, oriundo de Cerro Largo y hasta entonces director de Cultura de la comuna arachana. Había trabajado con los Abal en el sello Sondor, donde fue técnico de sonido. Tocó con Washington Carrasco y Cristina Fernández. Integró el grupo vocal Universo, fue solista y, según dato aportado por el escritor Martín Bentancor, compuso sus últimas canciones con Alejandro Cristiano. Tanto el ambiente nocturno del boliche de pueblo como el paisaje abierto y elemental del campo (con el elemento fundamental del caballo) fueron los ámbitos de Burgos.
Poeta y cantante con amplia trayectoria musical. “Se fue un grande, un anarquista que solo admiraba a José Artigas, Leandro Gómez, Aparicio Saravia y Ferreira Aldunate”, dijo el Intendente Sergio Botana, desde Paraguay donde se encuentra. “Un músico que tocaba todos los instrumentos, sabía todas las canciones y era el dueño de todas las rebeldías y de todas las amistades, el que no tenía horario para ayudar a los jóvenes”.
EUSTAQUIO SOSA
El 3 de noviembre de 2018 falleció el gran olimareño Eustaquio Sosa. Había nacido en La Charqueada, Departamento de Treinta y Tres, el 2 de mayo de 1939. Vinculado al grupo intelectual de Treinta y Tres que se formó en torno al maestro Rubén Lena y al músico Óscar “Laucha” Prieto, Sosa cultivó un estilo propio, de raíces camperas y gran interés por la historia patria, particularmente sobre las gestas de Aparicio Saravia y otros sucesos referidos al nacionalismo. Canciones como “Del Cardal”, “Lejos de Treinta y Tres” o “El guitarrero”, entre muchas otras, dan una dimensión de su talento, a lo largo de 50 años de carrera.
JUAN PEYROU
El 10 de noviembre de 2018, falleció Juan Ignacio Peyrou Soarez de Lima, víctima de una rara enfermedad autoinmune que le redujo los músculos y desde hace un tiempo le impedía tocar la guitarra. Había nacido en Montevideo el 21 de junio de 1950. El maestro Fernando Cabrera –que fue el arreglador del único disco solista, “Canta Juan Peyrou”, de 1981– recordó a su colega y amigo como un notable cantor y eximio guitarrista, mezclador de los cantos criollos con el tango. Con una voz de registro barítono, profunda y a la vez cálida, de forma llamativa Peyrou no continuó en las décadas posteriores una carrera en la música y se dedicó a tareas propias de su título de ingeniero agrónomo. Desde aquella joven militancia comunista fue cautivado por la figura de Wilson Ferreira y culminó en una adhesión a la causa nacionalista.
Pero su propio disco es una prueba fiel del punto que sostuve párrafos antes: la convivencia de comunistas y blancos, de gente muy identificada con posturas que en los papeles eran antagónicas, pero que en la praxis del canto popular contra la dictadura hicieron puño común y el resultado fue maravilloso. Un muy buen libro de Juan Capagorry y Elbio Rodríguez Barilari (“Aquí se canta”, Arca, 1980) dio cuenta de esto.
Fuente: “El Observador”, diario de Uruguay.