Por: Semanario

Uno no puede hacer más que una ecuación sencilla y es que:

Si la gente se acerca a un hospital es porque tiene un problema de salud.

Que si tiene un problema de salud hay que prodigarle mayores cuidados que a otros.

Que no se prodigan mayores cuidados, sino menores, a quienes deben esperar (con frío o calor y de parados) a la intemperie, para que alguien se apiade de su problema.

Que frente a una dolencia y preocupación, no le pueden dar un turno de dos meses, ni siquiera de dos días que lo obligue a creer que puede estar grave y vivir pendiente de ello cada hora.

Quien genera eso no es médico ni funcionario, es un terrorista.

Un ciudadano no debe pedir piedad al Estado, sino que éste cumpla con el rol del Estado y eso es obligación de quien está a cargo.

Que las directoras del HIGA son una manga de insensibles porque a un médico lo único que no puede faltarle -además del título- es dignidad y empatía.

Que si estas funcionarias tuvieran dignidad y empatía, ya debieran haberse encadenado en una de las columnas frente a quienes esperan –muertos de frío y de impotencia- reclamando que se ocupen de su salud.

Que se trata de discapacitadas afectivas e inútiles “funcionarias” porque cumplen mal sus funciones por los argumentos esgrimidos más arriba.

Que si tuvieran un mínimo de decencia y decidieran no encadenarse frente a quienes están atropellando, podrían por caso entrar furiosas al despacho de las jefas regionales o el ministro del área y llevarlos hasta el Hospital a patadas y mostrarles de qué manera tratan a los mendigos de la salud. Como seguramente nunca querrían que traten a sus propios padres y menos a sus hijos.